Euskadi registra 67 fallecimientos de personas con COVID-19 pero reduce las pruebas a mínimos de la pandemia

Rubén Pereda

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Del 5 al 11 de agosto, y por aquellos en los que la notificación se había hecho con retraso, el Servicio Vasco de Salud (Osakidetza) ha sumado 67 personas que tenían COVID-19 a la estadística de fallecidos a lo largo de la pandemia en Euskadi. Considera, eso sí, que en 37 de esos casos, el Sars-Cov-2 no fue la causa principal del deceso. Se trataba, en cualquier caso, de un cuarentañero, seis sexagenarios, catorce septuagenarios, veinticuatro octogenarios y veintidós personas de más de 90 años. La tendencia, aun así, dibuja una curva a la baja, ya que el número de decesos viene siendo inferior cada semana: hace dos y tres semanas, se alcanzaron los 113 fallecimientos y la semana pasada se registraron 71.

En la última semana, y según el boletín epidemiológico que publica Osakidetza, apenas se han notificado 1.203 positivos, con una positividad del 11%. El número de pruebas diagnósticas, sin embargo, ha caído a mínimos de toda la pandemia. El domingo 14 de agosto, por ejemplo, apenas se hicieron 847 pruebas. Hay que retrotraerse hasta la primera fase de la pandemia, hasta el 5 de abril de 2020, hace ya más de dos años y en pleno confinamiento, para encontrar un número más bajo que ese.

Este descenso del número de pruebas da pie a un infradiagnóstico de la verdadera prevalencia del virus, algo ya asumido por las autoridades sanitarias desde hace semanas. Con todo, la incidencia reflejada en los datos oficiales sigue a la baja: a catorce días, es ya de apenas 141 casos por cada 100.000 habitantes en el conjunto de Euskadi, y el número desciende incluso más, hasta los 122, en Gipuzkoa. En cualquier caso, y como ya viene siendo habitual en esta fase de la pandemia, la incidencia es más elevada entre los grupos de mayor edad, donde la letalidad del virus es también mayor. Así, si para los cuarentañeros, la incidencia acumulada es de 69 casos por cada 100.000 habitantes, entre los nonagenarios —un tramo de edad en el que la letalidad se dispara hasta casi el 20% de las personas que contraen el virus— alcanza los 482 casos. El R0, un indicador que se emplea para ver cuántos casos se derivan de cada positivo, sigue afianzado por debajo de 1, concretamente en 0,82, lo que hace presagiar que la cadena de contagios no se adentrará en una fase expansiva en las próximas fechas.

Los hospitales, por su parte, siguen vaciándose de pacientes con COVID-19. El domingo, había 195 personas ingresadas con el virus, por las 295 del mismo día de la semana previa. Este alivio de la presión hospitalaria se explica, en parte, por la ralentización del ritmo de ingresos: del 1 al 7 de agosto, ingresaron 259 enfermos, más de seis decenas más que en los últimos siete días. Aun así, ha aumentado ligeramente el número de pacientes que requieren de cuidados intensivos: ahora son quince, frente a los nueve de siete días antes.

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