Euskadi se juega la batalla del relato

Lo pequeño suele ser hermoso. También cuando hablamos de la memoria. Txato Etxaniz aun recuerda con orgullo el paso dado en 1987. Aquel año no fue fácil. La memoria nos trae el atentado de Hipercor, el del cuartel de Zaragoza a manos de ETA y otros tantos hasta llegar a 51 personas asesinadas. También fue el año del último atentado de los Grupo Antiterroristas de Liberación (GAL) en la persona de Juan Carlos García Goena. Un pequeño grupo de personas “procedentes de distintos ámbitos sociales, ideológicos incluso políticos” se convirtieron en el embrión de lo que luego fue el grupo de Gesto por la Paz en Gernika.

“A todos nos unía un único impulso: no ser insensibles ante tanto horror y tanta muerte”. Etxaniz lo ha dejado escrito en un libro que se acaba de publicar en el que la denominada Comisión Liquidadora de Bakearen Arbola-Gesto por la Paz de Gernika-Lumo ha querido dejar para la historia la aportación de toda esa gente anónima que sostenía en los años de plomo una pancarta frente a la indiferencia de muchos y los gritos impunes de “ETA mátalos” de otros. Sostenían un trozo de sábana vieja en la que se podía leer ‘Isilpenitik irten/Rompe tu silencio’. Esa era entonces la batalla de una sociedad azotada por la violencia de ETA que año tras año dejaba su particular reguero de sangre, muerte y destrucción.

La publicación es una gota de memoria viva en el océano de la batalla por el relato que se está viviendo en Euskadi desde que ETA decidió dejar de matar hace ya tres años. Y en esa lucha todos los gestos cuentan. Lo sabe bien la izquierda abertzale, que mide cada una de sus presencias y ausencias a la hora de honrar a las víctimas del terror etarra. Lo sabe bien el presidente de Sortu, Hasier Arraiz, que ha anunciado la penúltima declaración de ese mundo en relación a lo que ha pasado en más de 40 años de azote el terrorismo. Un posicionamiento claro de reconocimiento del daño causado que no termina de llegar.

O política o bombas

Fuentes del Gobierno vasco creen que los pasos son ahora más lentos en la izquierda abertzale porque “los que en su día ganaron la batalla interna en ese mundo en favor de apostar por la política y no por las bombas -como planteaba Alfredo Pérez Rubalcaba en el proceso negociador de 2006- han perdido capacidad de arrastre e influencia. Y eso hace que ETA no tenga tanta prisa”, explican. Eso explicaría la renuencia a usar el sujeto, verbo y predicado, evitando cualquier tipo de perífrasis o de contexto purificador y blanqueador del pasado. Como señala el abogado y exdirigente de Herri Batasuna Txema Montero el pasado nos asedia y exige a todos algo tan sencillo –y a la vez tan comprometedor- como responder a esta pregunta: ¿Dónde estabas cuando tu hermano asesinado, perseguido, torturado, estigmatizado? O la necesidad de reconocer que ETA ha sido derrotada.

Hace ya bastantes años, el periodista Iñaki Gabilondo dejó escrito que en Euskadi había que secularizar el problema vasco, distanciarlo de la mística política. Y ya entonces consideraba este periodista donostiarra, como muchos en la sociedad vasca, que había que llamar a las cosas por su nombre. Y no dar gato por liebre a una sociedad que ha pasado la página de la violencia de ETA sin miramientos, pero con el espejo retrovisor bien limpio para tener presente la barbarie y a las víctimas. “Las miradas, los relatos se tienen que sustentar sobre hechos ciertos, constatables, no sobre mitología, ensoñaciones, medias verdades que ocultan tragedias”, añadía Gabilondo.

Todos los partidos están persuadidos de que la izquierda abertzale que nunca ha condenado a ETA -pero que está en pleno viaje hacia la democracia- debe hacer un nuevo esfuerzo. En término similares a cuando Sortu presentó unos estatutos para volver a la legalidad en los que se distanciaba con claridad del terrorismo y abrazaba las vías políticas y democráticas. “Es el momento de hacer ya una declaración sencilla de reconocimiento de que matar estuvo mal, de reconocer el daño injusto causado. Y el tiempo se va agotando”, explica en una conversación informal el secretario general de Paz y Convivencia, Jonan Fernández.

La verdad nunca se extingue

“La verdad puede eclipsarse, pero nunca se extingue”, dijo el famoso historiador romano Tito Livio. Ya no hay espacio para

retorcer el lenguaje una vez más en dos folios bienintencionados, piensan los partidos políticos que nunca han aplaudido a ETA y la han combatido con la ley en la mano. Y a veces, en algunos casos, también bordeándola e incluso pisoteándola con el terrorismo de Estado. Unos partidos que se muestran incapaces de conmemorar todos juntos el Día de la Memoria –este 10 de noviembre- una fecha señalada en el calendario porque es el único día en el que no se ha producido un atentado mortal de ETA- y que fue instaurada por el Gobierno socialista de Patxi López. Y un lehendakari Urkullu que ha optado este año por renunciar a celebrar este día ante los episodios de desunión que se han vivido en las últimas convocatorias, sumándose al acto silencioso que celebrará esta mañana el Parlamento vasco.

Formaciones y líderes políticos que dan muestras de agotamiento en torno a un tema, la memoria, que sin embargo ha generado en los últimos años acuerdos transversales entre partidos –el Instituto de la Memoria (es cierto que PSE-EE y PNV no han conseguido sumar a ningún partido más)- o institucionales –el Memorial de las Víctimas del Terrorismo, un proyecto que se pondrá en marcha en Vitoria y que es fruto del pacto entre los Gobiernos central y vasco. Partidos incapaces de salir de este bloqueo en el que parece que se ha instalado el camino hacia la convivencia y el final ordenado de la violencia etarra.

O “la reconciliación”, como prefiere señalar el obispo emérito de San Sebastián, Juan María Uriarte, quien en su obra del mismo título ha apuntado que tal vez sea este el momento perfecto para que “se generen y se interconecten en red movimientos sociales que urjan con fuerza e insistencia a las instancias gubernativas y a los partidos a moverse y converger. Al igual que la grave crisis económica está reclamando una concertación de Gobierno, partidos, patronales, sindicatos, la parálisis actual del proceso de pacificación y reconciliación está reclamando una concertación sensiblemente mayor que la hoy existente”, defiende Uriarte.