Permítanme hoy que me desahogue en estas últimas líneas que les escribo antes del parón vacacional. Muchos de ustedes ya estarán disfrutando de un merecido descanso, quien pueda en cualquier destino de playa, interior o, incluso, fuera de nuestras fronteras, y quien no pueda tanto en nuestros queridos pueblos, que ven cómo estos días reviven con la llegada, en muchas ocasiones, de aquellos extremeños y extremeñas que tuvieron que hacer las maletas para buscar un futuro mejor lejos de su tierra.
Estos días vuelven, o volvemos, a reencontrarnos con aquellos espacios familiares donde, durante las largas noches de verano, hacíamos travesuras junto con los amigos, teníamos nuestro primer amor o nos sentábamos al fresco. Unos lugares que están grabados a fuego en la memoria, pero que están muy lejos de ser lo que fueron. El paso del tiempo, las dinámicas coloniales que nos han subyugado durante décadas y la ausencia de políticas centradas en el medio rural, han hecho que nuestros pueblos estén cada vez más desiertos y abandonados.
Según el Instituto Nacional de Estadística, perdemos población a un ritmo de 12 habitantes al día, es decir, uno cada dos horas, ¡qué se dice pronto! Actualmente tenemos 158 pueblos en riesgo de desaparecer, con lo que eso supone.
Es obvio que necesitamos gente que venga a revitalizar nuestras zonas rurales. Son varias ya las localidades que ofrecen casa y negocio a aquellos que quieran convertirse en nuevos vecinos y vecinas.
También necesitamos mano de obra. De gente que venga a encargarse de realizar los oficios tradicionales y de ejercer las nuevas profesiones que el siglo XXI nos reclama. Son muchos los sectores que se quejan de la escasez de trabajadores, como el sector primario o la construcción, que al margen de las condiciones laborales que ofrecen, que en muchos casos deberían de replantearse, son incapaces de completar sus plantillas. Es tal, por ejemplo, la falta de mano de obra en la construcción que cuando la señora Guardiola salió a anunciar una de sus medidas estrella, como es la construcción de 3.000 viviendas, los primeros que salieron a decir que eso era imposible de realizar fueron los empresarios de la construcción por la falta de mano de obra.
Ante este panorama desalentador, con pueblos vacíos y sectores económicos incapaces de crecer, nos encontramos propuestas descabelladas y absolutamente delirantes como las que plantean la derecha y la extrema derecha. Esta semana, sin ir más lejos, dicen que quieren deportar a 8 millones de inmigrantes en situación irregular de nuestro país. ¿En qué mundo vive esta gente? Si precisamente lo que nos hace falta es más población. Uno de los motivos de sus deportaciones masivas será que no se hayan adaptado a nuestro país. Y yo me pregunto, ¿quién dictaminará y cómo que alguien se ha adaptado o no? ¿Cuáles son las reglas de la adaptación? Una absoluta chaladura, que no tiene sentido, pero que, lamentablemente, termina abriendo páginas y páginas de periódicos, extendiendo, así, el odio hacia el que viene de fuera.
Espero que esas supuestas reglas de la adaptación se apliquen también a esos extranjeros ricos, que estos días campan a sus anchas en nuestras playas, en ocasiones, con cero civismo. Que las extiendan también a aquellos extranjeros que vienen a comprar edificios y manzanas enteras de nuestras ciudades, con prácticas abusivas, para asfixiar más aún el mercado del alquiler. Y digo espero que las extiendan porque a las derechas de nuestro país les molestan mucho los inmigrantes, pero no los que vienen con un fajo de billetes en el bolsillo. Esos da igual que se adapten o no.
Estos días, después de esta última barrabasada de la extrema derecha, pienso mucho en Mass, en aquel chico que llegó en patera a nuestro país y terminó recalando en Las Hurdes. Pienso en cómo el sistema le protegió, cómo Caminomorisco y Pinofranqueado le acogieron y cómo se ha convertido en un vecino más. Pienso en cómo con el paso del tiempo ha emprendido en esa comarca, que se desangra poblacionalmente, y cómo ha hecho de Extremadura su hogar. Pienso en que merecemos muchos más Mass y muchísimos menos Feijóo y Abascal.