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La alta temperatura del mar en Galicia alerta a los científicos y amenaza algunas especies pesqueras

Un grupo de bateas, dedicadas al cultuvo del mejillón, en la ría de Arousa, en una imagen de archivo.

Beatriz Muñoz

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Desde abril las playas gallegas fallan a su fama de tener las aguas muy frías. El registro de los valores alcanzados desde entonces es anómalo y muestra que se sitúan entre tres y cuatro grados por encima de lo que cabría esperar en esta época del año, dice Juan Taboada, uno de los meteorólogos de la agencia que hace las predicciones en la comunidad, Meteogalicia. Una desviación puntual, señala, es normal dentro del sistema, el “problema” es que se mantenga desde hace semanas. Como ejemplo pone los 22 grados que se superaron el 23 de junio en la boya de las islas Cíes, situada hacia fuera de la ría y que tiene siempre valores más bajos que en áreas más resguardadas. Las anotaciones se hacen desde hace 14 años, que “tampoco es mucho”, pero nunca habían sido tan elevadas. Ese mismo día el año pasado, las marcas eran de 16,5 grados, casi seis grados de diferencia.

Taboada expone que este es “un episodio extraño”. La anomalía en las temperaturas del agua del mar en Galicia forma parte de un fenómeno más amplio que está afectando a todo el Atlántico norte oriental y, de hecho, se está dejando notar incluso más en las costas de Francia y en las islas Británicas. En el caso gallego se está dando también una situación que se relaciona con los vientos y un proceso que se llama afloramiento. El meteorólogo señala que lo normal en esta época del año es que el viento sople del norte o el noreste, lo que hace que en la parte atlántica de Galicia -la costa cantábrica sigue otras dinámicas-, el agua más superficial se desplace hacia el océano y aflore la que está justo debajo, un poco más profunda, a menos temperatura y con muchos nutrientes. Es lo que explica la productividad de las rías y también que las playas sean más frías de lo que correspondería por la latitud.

La cuestión es que este año los vientos del norte “apenas están apareciendo” y, en consecuencia, no se está moviendo esa agua más superficial y más caliente, dice Taboada. En los últimos días la temperatura ha llamado la atención porque el tiempo cálido ha llevado a las playas gallegas a mucha gente, que se ha sorprendido a notar menos choque térmico. Los pescadores ya hablaban de esa anomalía y la notaban en el comportamiento de los peces. Esta semana, como anunciaban los pronósticos, el viento empezó a soplar desde zonas septentrionales y el agua se enfrió. El jueves la boya de Cíes registró un máximo de 17 grados. La que está en Cortegada, subió por encima de 18 y la que se encuentra en un pilar del puente de Rande, llegó a los 19.

Este tipo de anomalías que se mantienen en el tiempo “podrían ser problemáticas”, destaca el meteorólogo. Indica que tampoco está claro a qué temperatura están las aguas que se encuentran algo más profundas y que todo este episodio de calentamiento “puede ser preocupante y hay que hacer seguimiento”. En las previsiones, añade, están pendientes de que entren los anticiclones en forma de cuña y sigan trayendo esos vientos del nordés -noreste- típicos del verano gallego.

La catedrática del departamento de Ecología y Biología Animal de la Universidade de Vigo Celia Olabarría es experta en moluscos y participa en un estudio que acaba de empezar en Galicia sobre los efectos del calentamiento del agua en especies que viven enterradas en la arena, como la almeja y el berberecho, que tienen, además, mucha importancia económica. Hasta ahora, expone, se han hecho investigaciones utilizando agua de mar fuera de la comunidad, pero en esta ocasión van a utilizar también sedimento, dado que es el entorno en el que viven estos animales. Sospechan que los efectos no serán mortales, pero avisa de que los impactos “subletales” pueden ser “tanto o más importantes”: “Por ejemplo, si se ve afectada la capacidad reproductiva y se producen gametos (las células reproductoras) anormales, no viables, eso significa que no habrá progenie”.

El impacto sobre almejas y berberechos

Los científicos ya saben que el incremento de las temperaturas atmosféricas tiene efectos negativos sobre estas especies, en especial cuando hay una ola de calor y coincide con las mareas bajas. Si el sedimento se queda expuesto al sol tres o cuatro horas en esas condiciones, hay un impacto sobre los bancos marisqueros, aunque con niveles diferentes según las variedades. La almeja japónica “aguanta bien en general”, explica. La fina tiene un recurso para protegerse: los sifones -esas estructuras alargadas que a veces se ven sobresalir de las conchas y que les sirven para respirar y alimentarse- son más largos, de modo que les permiten enterrarse más en la arena en busca de fresco. Pero para eso necesitan una energía que pueden no tener si la han consumido para la puesta de gametos, que hacen en verano.

En el caso de la almeja babosa y el berberecho, son animales que no se entierran tanto en la arena y el calor puede provocar que no crezcan, que también vean alterados sus procesos reproductivos o incluso que se mueran. Con la investigación que están desarrollando, van a comprobar los efectos sobre los moluscos de aguas a 18 grados, que sería un valor normal en Galicia en esta época, a 21, a 24 y a 27, que es una temperatura que plantean que se puede alcanzar en un futuro lejano, indica Olabarría.

Cambios en la distribución de las especies

Mariano Lastra, también catedrático de la Universidade de Vigo y, como Olabarría, investigador en su Centro de Investigación Mariña, explica que el incremento de las temperaturas con el cambio climático altera a las especies de peces en varios niveles y uno de los más evidentes es el de sus rutas de migración. Pone el ejemplo de una especie de interés comercial, la sardina, que busca determinada temperatura en el océano porque ahí encuentra alimento. Si el agua está más caliente, se moverán hacia el norte y, con ellas, sus depredadores, como el atún y el bonito. A la vez, a las costas gallegas llegarán peces procedentes del sur.

Lastra atribuye más a los vientos la temperatura que hay actualmente en la costa gallega y señala que tres meses es un plazo corto como para que haya una presencia “significativa” de ejemplares de especies poco habituales, pero considera que “no es una buena noticia” que el agua esté caliente en esta época del año. Con la tendencia global a ganar grados, habrá un impacto ambiental y también económico. Los pescadores deberán o ir a otros caladeros, dice. “Y ojalá que en ese otro sitio haya una productividad tan alta como en las rías gallegas, que son excepcionales”, añade.

La subida de las temperaturas, sobre todo en primavera y verano, “va a reducir la productividad” en Galicia y eso afectará a “todos los compartimentos: acuicultura del mejillón, marisqueo a pie y a flote...”. El experto lanza un mensaje conocido: “Vamos ya con mucho retraso a la hora de solucionarlo [el cambio climático]; hay un grado de cambio que ya no se va a poder evitar y no sabemos cuánto tiempo tardaría en mitigarse incluso tomando las medidas recomendadas”.

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