La caja secreta de Natalio Abad, el vigués precursor del 'hippismo' que fundó un grupo naturista en la Segunda República

Alfonso Pato

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La Diputación de Pontevedra acaba de dar a conocer un legado de 197 fotografías que hasta el momento permanecían inéditas. Se trata del archivo de Natalio Abad, en apariencia un disciplinado contable de una empresa conservera en los años 20 del siglo pasado, aficionado al montañismo y a la vida en la naturaleza, pero que fue un avanzado a su tiempo y se convirtió en precursor del hippismo.

Abad fundó durante los años de la Segunda República el grupo naturista Os fillos do Sol. Con un grupo de amigos sentó las bases de esta iniciativa, un oasis de libertad que funcionó entre 1933 y 1936. Se cubrían con taparrabos de paja, se desplazaban en piraguas, practicaban el nudismo, construyeron un palafito para vivir en una isla flotante sobre el agua y esquiaban desnudos sobre la nieve. Abad sacó el carné de conducir en los años 20, pero jamás tuvo coche propio. Se desplazaba a trabajar en una piragua que él mismo diseñó e ideó su propia bicicleta con sidecar para viajar tres personas. Con ella recorrió Galicia con su mujer, Josefina Valverde, y su hija Olga. Abad perteneció a un grupo de personas pioneras en la defensa del medio ambiente y de lo que ahora se denomina sostenibilidad. El grupo ha sido a menudo asociado al nacimiento de lo que fue la empresa farmacéutica Zeltia, algo que su familia desmiente.

“Su familia ve a Natalio Abad como alguien sencillo, pero a nosotros nos parece de mucha trascendencia. Vemos que representa unos valores y unas ideas avanzadas, truncadas con el franquismo”, dice la escritora Montse Fajardo, técnica responsable de Memoria Histórica de la Diputación de Pontevedra, receptora de este legado guardado con celo durante años.

“El abuelo Natalio tenía una caja secreta escondida en un armario, cerrada con llave, y que no quería que nadie tocase”, explica su nieta María José Míguez Abad, que cedió el archivo junto con su madre Olga Abad. Lo que había dentro era un archivo que permitió reconstruir muchas de las partes menos conocidas de su biografía.

La familia legó muchos papeles que Abad guardó durante décadas, además de las casi 200 fotografías, entre las que hay una en la que aparecen todos los miembros de Os fillos do Sol, que eran, además de Abad, sus amigos Antonio Moreno, Emilio Peña, Víctor Mon y los hermanos Pepe y Antonio Villaverde, que compartían sus sueños en el bullicioso Vigo de los años 20 y 30 del pasado siglo, un hervidero cultural, social y económico. “Eran cinco amigos del mismo barrio que querían vivir diferente. Creo que ni ellos tenían esa percepción de sí mismos en su época”, explica María José Míguez sobre el grupo de su abuelo. Los documentos se pueden ver aquí.

Natalio Segundo Abad Díaz (1904-1993) había estudiado en los Salesianos y se había formado para ser contable. Era inquieto y lector de los libros de aventuras de Emilio Salgari y Julio Verne, así como de la literatura de León Tolstoi, escritor también pionero en la vía naturista. Había entrado a trabajar en una empresa conservera, pero sus inquietudes eran ajenas al ámbito empresarial. “Mi abuelo trabajaba para vivir, no quería atesorar y no soportaba la rigidez de un horario. Montó una pequeña empresa de cobros por su cuenta. Si un día se levantaba y quería salir en piragua, lo hacía y ya trabajaría después”, cuenta su nieta.

Entre las fotos que despiertan mayor interés en este legado, al que ahora se puede acceder en línea en el archivo Atopo, están las de los años dorados de Os fillos do Sol, entre 1933 y 1936. Se ven jóvenes en taparrabos de paja paseando en piraguas, al lado del palafito en el que viven. La insólita casa flotante se yergue en esa época en la zona de la desembocadura del río Lagares, cerca de la playa de Samil, sobre unos pilares de madera pero con suficiente espacio para fondear las piraguas bajo su piso. Su fachada se ve coronada por unas letras de madera en las que se lee: Os fillos do Sol. Un prototipo precursor de la vivienda ecológica, legalizado, con su correspondiente permiso.

Una vivienda sobre el agua

“Lo diseñaron a partir de un reportaje que salía en una revista británica sobre un pueblo de casas flotantes en Filipinas”, explica la nieta de Natalio Abad, que recuerda que esta publicación había llegado a sus manos a través de una inglesa que vivía en Vigo. Con la ayuda de carpinteros, de vecinos y de marineros de la zona, trabajaron en la estructura, transportando las vigas de madera unas veces en carros de bueyes, según el ciclo de las mareas, y otras, en piraguas. El palafito se convierte en una atracción en la ciudad. En 1933, el periódico Stadium realiza un reportaje sobre este peculiar grupo: “Admiran las costumbres del hombre primitivo y solo les faltan las plumas para parecer indios auténticos”.

Periodistas, miembros de buenas familias de la sociedad viguesa y un nutrido número de mujeres se sentían atraídos por aquel grupo de ideas avanzadas. “Mi abuelo era muy atractivo y hablaba muy bien. Aquello era una novedad, iban muchas chicas de visita y allí había ambiente”, cuenta con una sonrisa la nieta del fundador de Os fillos do Sol, que añade que “tuvo muchas novias antes de conocer a mi abuela, pero solo ella lo siguió en sus ideas”. El palafito y sus alrededores se convirtieron en una isla que emanaba libertad. En las fotos se ve a mujeres en albornoz saliendo del agua, grupos de personas divirtiéndose y siempre las inevitables piraguas.

La piragua para ir a trabajar

“Mi abuelo y sus amigos iban en piragua a trabajar desde el palafito hasta el centro de Vigo, recorriendo varios kilómetros por la costa”, rememora María José Míguez. Llevaban el traje y la corbata protegidos y al llegar al centro se vestían para ir a sus trabajos. Todas las piraguas se habían construido, de madera y lona, siguiendo las indicaciones de Natalio Abad. Aunque también había sido pionero sacando el carné de conducir en 1927, Abad evitó siempre el coche y se desplazaba andando, en bicicleta o en piragua. “Sacó el carné porque se lo pidió su jefe, para que fuese de chófer con él a Madrid a reuniones”, cuenta su nieta.

En otra de la fotos del archivo se ve una bicicleta con un pequeño remolque. Fiel a su modo de vida, el abuelo Natalio ideó una bicicleta, a medio camino entre el rickshaw indio y el sidecar, en la que el pedaleaba y en el habitáculo trasero iban su mujer y su hija Olga, madre de María José. En este artefacto rodante viajaron varios días desde Vigo hasta A Coruña. Su nieta define esta filosofía sostenible con una respuesta de su abuelo: “Le preguntábamos, 'Abuelo ¿por qué no tienes coche?', y el respondía '¿Y para qué lo necesito?'”.

Con el golpe de Estado de 1936, que anula todo atisbo de modernidad, y el paso de una gran galerna se extingue la aventura de Os fillos do Sol. Las sillas de mimbre, mesas y camas fueron arrastradas por el río. Una vez más, los marineros y vecinos les ayudaron a recuperarlas, para que les pudiesen dar una segunda vida.

El club del montaña en el franquismo

“Mi abuelo era naturista, alejado de la iglesia, pero no creo que ni él ni sus amigos tuviesen un marcado perfil político. Tras el fin del palafito acampaban en la playa de Samil, pero sobre todo el monte y la nieve pasaron a ser su nuevo refugio”, explica la nieta de Natalio Abad. Como reflejan las fotografías del legado familiar, en lugares como Manzaneda, Pena Trevinca o el monte Aloia, la montaña, la nieve -sobre la que caminaban desnudos- y el esquí comenzaron a estar muy presentes de los años 40 en adelante. La comunión con la naturaleza seguía. La mayoría formaron parte de los fundadores del pionero club de montañismo Peña Trevinca, a cuya primera sede en Vigo fue a parar el mobiliario salvado del palafito.

En diversas publicaciones, e incluso en la película Os fillos do Sol, de Ramón Costafreda, se ha asociado al grupo con el embrión del que nació la empresa farmacéutica Zeltia, fundada por el galeguista Ramón Obella, los hermanos José y Antonio Fernández y el catalán Ramón Calvet. Sobre este dato discrepa la versión familiar. “No comparto esa teoría. No descarto que tuviesen contacto, pero no me consta ningún documento que demuestre la relación con este grupo”.

La caja secreta que custodiaba bajo llave Natalio Abad, con sus fotografías, sus documentos y sus recortes de periódicos ya es de acceso público. “Entregamos el material de la cajita porque queremos que se conserve en condiciones y que esos valores se transmitan a las siguientes generaciones”, dice su nieta. Cree que su evolución habría sido muy distinta en otras circunstancias: “No cabe duda que sin golpe de Estado otro gallo cantaría”, concluye.