El misterio de las llaves del Reino de Mallorca ofrecidas a Carlos V y por cuya copia las autoridades pagaron 7.000 euros

Esther Ballesteros

Mallorca —

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En un ambiente de euforia no contenida, el Ajuntament de Palma presentaba el pasado mes de agosto una de las dos anheladas y reverenciadas 'claus' del Regne de Mallorca (llaves del Reino de Mallorca). Era un momento histórico. En medio de la conmemoración de los 500 años de las 'Germanies', revuelta artesanal que, en paralelo a la rebelión de los comuneros en la Corona de Castilla, puso en jaque a la nobleza y las clases más altas de la isla, y, con ello, la estabilidad del Sacro Imperio Romano Germánico, del que era emperador Carlos V, el Consistorio quería mostrar una pieza única de la orfebrería mallorquina que los 'agermanats', ante su inminente derrota, ofrecieron en 1521 al monarca como símbolo de paz y fidelidad.

Colocada sobre un cojín de tela roja de damasco con flecos dorados, el equipo de gobierno exhibía la reliquia como un “hallazgo histórico” tras años de investigación e incesante búsqueda. Durante el acto, el alcalde de Palma, José Hila, y el concejal de Cultura, Llorenç Carrió, explicaron que la preciada llave renacentista, forjada en oro, había pasado a lo largo de los siglos por varios propietarios hasta que en 1849 llegó a manos de la dinastía de los Rothschild, ilustre familia de origen judeoalemán. Más tarde, ambas recalaron en la casa Christie’s, que las sacó a subasta en el año 2000. Mientras se perdía el rastro de una de ellas, la otra acababa en la colección de un comprador de Dallas (Estados Unidos), que decidió cederla temporalmente a Palma. 

Ante el misterio que se cierne sobre ellas, varios historiadores han investigado de forma concienzuda a lo largo de las últimas décadas todo lo relativo a estas singulares joyas, entre ellos Eulàlia Duran, autora, entre otras obras, de El moviment revolucionari de les Germanies. Ideologia i consciència social (2021, Lleonard Muntaner). En 1983, Duran publicó un artículo en la revista Serra d'Or en el que destacaba que la orfebrería catalana del siglo XVI es rica en referencias documentales, pero pocas son las piezas que se han conservado. “La mayor parte de las que han llegado hasta nosotros tienen carácter religioso: cálices, custodias, patenas, joyas, objetos de culto en general. La localización de una obra de arte de orfebrería es, por tanto, un acontecimiento, sobre todo si esta es de una calidad excepcional y, además, civil”. Tal es el caso, añadía, de “las extraordinarias llaves de oro del Reino de Mallorca”.

La localización de una obra de arte de orfebrería es un acontecimiento, sobre todo si esta es de una calidad excepcional y, además, civil, como las extraordinarias llaves de oro del Reino de Mallorca

Ante el alcance que, por tanto, suponía recuperar la reliquia, el Ajuntament, a falta de certificar su autenticidad, se enorgullecía de mostrar una pieza erigida en emblema de una época. O, como puso de manifiesto el grupo político MÉS per Palma, en símbolo de la derrota de las 'Germanies' como revuelta popular en la que las clases populares “reivindicaron valores como la libertad y la justicia social frente al autoritarismo y los abusos de poder”.

De la euforia al fiasco: la llave no es auténtica

Sin embargo, tres meses después, saltaba la revelación que daba al traste con las expectativas del equipo municipal: la llave que había sido presentada en el solemne acto no era la original, sino una recreación histórica del siglo XIX. Ante tal circunstancia, Carrió manifestó que, a pesar de la datación final no concuerda con las esperanzas iniciales de contar con un objeto contemporáneo de las 'Germanies', se trata de una pieza de oro elaborada a mano, por lo que sigue conteniendo “una reivindicación del legado” de aquel episodio.

En concreto, el Consistorio pagó un total de 7.000 euros por el traslado especial de la pieza así como por asegurarla ante posibles eventualidades, según aseguran a elDiario.es fuentes municipales, que precisan que Cort solicitó para ello tres presupuestos y finalmente se decantó por el más económico.

Una de las personas que había mostrado su recelo acerca de la autenticidad de la pieza fue el catedrático de Historia del arte moderno por la Universitat Autònoma de Barcelona Marià Carbonell, especializado, entre otras áreas, en las artes plásticas de la Corona d’Aragó, así como en la pintura mallorquina del Renacimiento y el Barroco. En declaraciones a este medio, Carbonell explica que tenía “dudas más que razonables” de que esta pieza fuera original. “Yo no diría una falsificación, sino un falso histórico, es decir, una reconstrucción historicista de algo que pudo ser en el siglo XVI a partir de algunas llaves antiguas que se han conservado”, abunda. 

“Demasiado perfecta para ser del siglo XVI”

Son varios los elementos que, según el historiador, denotan que la llave no es la auténtica: “La tipología es demasiado perfecta para ser del siglo XVI. De las pocas llaves que se hayan conservado de esa época, no hay ninguna de este material noble que sea tan perfecta como esta”. En la llave figura una inscripción: 'A la Sacra, Cesárea, Católica y Real Majestad; he aquí las ‘Claus’ [llaves] de vuestro Regne de Mallorca, que los magistrados y los padres de la res pública, junto con los habitantes de este reino, presentamos a su Majestad como muestra de sincera fidelidad'. “Esta inscripción está escrita en letra capital romana, es decir, como si fuera una pieza XVI, imitando la letra antigua romana. Pero se ve claramente que es una falsificación, un invento”, asevera el catedrático, quien alude, asimismo, a la decoración y el esmalte de la llave, propios del siglo XIX y no del XVI.

No en vano, tras la presentación de la llave en el Ajuntament, la conservadora y directora del Castell de Bellver, Magdalena Rosselló, manifestaba que, aunque en su primera revisión los indicios apuntaban a la autenticidad de la llave, era necesario realizar una investigación a fondo para certificarla con mayor seguridad. “Después de 500 años no podemos dar nada por sentado”, remarcaba.

La revuelta contra la presión fiscal y los privilegios de la oligarquía

Los enigmas sobrevuelan así sobre uno de los símbolos más relevantes de la historia de Mallorca, enmarcado en una etapa trascendental en el devenir de la isla. Como explica en su artículo Eulàlia Duran, el pueblo de Mallorca, “como el de Valencia y en general el de todos los países de la Corona catalano-aragonesa”, se levantó “contra las autoridades y las clases privilegiadas” entre los años 1519 y 1523, los primeros del reinado de Carlos I (Carlos V de Alemania), en el marco del conocido como movimiento de las 'Germanies', cuyos integrantes protestaban contra el incremento de la presión fiscal y la concentración de la propiedad en manos de la oligarquía.

Y es que, a lo largo del siglo XVI, las revueltas populares se convirtieron en un fenómeno social común a nivel europeo, mostrando por todo el continente los desequilibrios sociales surgidos de una profunda recesión económica provocada por multitud de guerras y el aumento de la presión fiscal. Sublevaciones contra el régimen señorial, como la guerra de los campesinos en Alemania (1524-1525), o levantamientos contra el poder de las oligarquías urbanas, el descrédito de las instituciones y el creciente autoritarismo del Estado moderno, como la revuelta de Gante (1539-1540), son solo una muestra de las rebeliones europeas. En la monarquía hispánica, las primeras disidencias modernas fueron la revuelta de los comuneros en Castilla (1520-1521) y las 'Germanies' en los territorios de la Corona d'Aragó.

En Mallorca, el objetivo de los sublevados pasaba por conseguir una participación en el poder político y económico de la isla. “Gentes sencillas llevaban en su sangre el amor a Dios, la fidelidad al Rey y el ansia de estructurar una administración más eficaz, honesta y justa”, afirmaba el historiador Álvaro Santamaría, en 1971, en la revista Mayurqa. Los enfrentamientos armados y la represión posterior ocasionaron miles de muertes, con los principales líderes de la revuelta ejecutados después de que las tropas reales tomaran el control de la isla, y todo ello en un momento de reestructuración del sistema tras la crisis que asoló el feudalismo. Como señalan los historiadores, la reestructuración se resolvió en numerosos casos con la derrota de los campesinos y la imposición de abusivas condiciones por parte de los terratenientes, aliados de Carlos V. 

En 1841, el historiador Antonio Furió, en su Memoria histórica del levantamiento de los comuneros mallorquines en 1520, recordaba de este modo el final de la revuelta: “Así acabaron gloriosamente su carrera estos campeones de la libertad, cuya memoria ha cuidado siempre la tiranía de tiznar... Nada hay más justo, nada más decoroso, nada más laudable que el defender las libertades patrias, oponerse a la tiranía y morir, si es menester, víctimas de su furor. Colom y sus ilustres compañeros de martirio supieron imitar el ejemplo heroico que les trazaron desde el cadalso los adalides de las libertades castellanas en los campos de Villalar. Murieron no como asesinos, sino como valientes capitanes a quienes roto el arnés y hecha astillas la lanza, la suerte nefasta les entrega en poder de sus adversarios”.

Fue en este contexto, “en este angustioso final del año 1522”, señala Duran, que las llaves de oro fueron mandadas a fabricar con el fin de congraciarse con el emperador Carlos V. Según el barón de Gurrea, lugarteniente general del Reino de Mallorca, la iniciativa y la financiación corrieron a cargo de varios particulares. “Y estos particulares: ¿no sería una manera ambigua de denominar las autoridades 'agermanades', no reconocidas como tales?”, se pregunta la investigadora. La historiadora relata cómo, una vez elaboradas, el mercader Bartomeu Ventallol fue designado para llevarlas personalmente al emperador, quien en ese momento se encontraba en Valladolid. Éste, sin embargo, decidió rechazarlas. Ventallol regresó a la isla con las dos reliquias.

Las llaves, testimonio de una mentalidad revolucionaria

Meses después, el 24 de marzo de 1523, Ventallol sería condenado a galeras tras haber ejercido, “con poco éxito”, según Duran, como mensajero de las autoridades hermanadas en octubre de 1522, cuando la armada fondeaba la bahía de la Ciutat de Mallorca. Las llaves de oro volvieron a manos de los jurados de Mallorca, que a su vez las entregaron a Gurrea. En los años siguientes, el emperador intentó infructuosamente recuperarlas.

A lo largo de los siglos, varios eruditos mallorquines intentaron seguir el rastro de las joyas, “magníficas e insólitas obras de arte” que, tal como subrayaba Duran en la revista Serra d'Or, “tienen la doble virtud de ser unas joyas de orfebrería y al mismo tiempo un testimonio gráfico de una mentalidad revolucionaria, como un canto de cisne que precedió a la rendición de la Ciutat de Mallorca el 7 de marzo de 1523”. La investigadora destaca, además, que quienes las pagaron y las encargaron “sintonizaban evidentemente con las modernas y mejores corrientes renacentistas”. “Socialmente más avanzados que sus contrincantes, culturalmente los 'agermanats', o al menos sus dirigentes, dieron prueba también de un gran refinamiento”, añde. Al menos así se desprendía de las llaves del Reino de Mallorca, símbolo de una clase social ascendente, previa a la burguesía y a la vez tradicional y moderna.