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“La DANA destrozó parte de la isla. No fuimos conscientes de donde nos habíamos metido hasta pasado un rato. Realmente tuvimos suerte de que no nos cayera un rayo encima. De todo hay que sacar la parte buena y, en este caso, es esta fotografía”. La imagen, titulada ‘Euforia’, muestra a un joven en mitad del Mediterráneo durante la tormenta, con una linterna frontal a la cabeza, las facciones contraídas por el miedo y la boca abierta en señal de grito. Mudo, en el caso de la foto. Detrás, dos barcos. El receptor puede sentir la angustia y el frío que aumenta a medida que se acelera el ritmo en el que caen las gotas de lluvia.
Detrás del objetivo estaba el fotógrafo Manuel Robert Lora, viviendo ese mismo momento cuya “parte buena” se ha materializado en un accésit en el apartado MARE Sapiens del certamen de 2024. La DANA que arrasó el agosto pasado con la isla de Menorca se cebó sobre todo con es Mercadal, declarada por el Gobierno zona catastrófica tras las inundaciones a instancias de las instituciones insulares.
En total, el fenómeno descargó más de 200 litros por metro cuadrado, lo que obligó a desplazar a los cuerpos de emergencias y, más tarde, a reconstruir importantes infraestructuras del municipio. El balance de daños ascendió a más de 27 millones de euros solo en es Mercadal, como publicó el periódico local menorquín Menorca.info.
El mismo verano dejó otra imagen impactante en las costas, este caso, de la isla de Eivissa. Una columna negra y densa de humo tiñe los colores del atardecer, muy cerca de los islotes de es Vedrà i es Vedranell, cuyas siluetas se recortan en el horizonte mientras un hombre y dos niñas lo observan desde la costa de Formentera. Es tan solo uno de los accidentes náuticos que suceden a lo largo de la temporada turística en la costa balear.
La concentración masiva de embarcaciones impregna las aguas de las islas cada verano y perjudican una de sus joyas endémicas marinas: las praderas de posidonia oceánica. ‘Vistas a Eivissa’, se titula la imagen, de una forma casi metafórica. “Lamentablemente, presenciar incendios y naufragios se ha convertido en algo habitual, con el desastre ambiental que ocasionan estas negligencias humanas en la vida marina y su armonía”, valora la fotógrafa, Ainhoa Ezkurra, ganadora del primer premio de MARE Denuntiare en la categoría ‘Adultos Expertos’. Los galardones se entregaron este martes en la sede de la Autoridad Portuaria Balear (APB) en un evento en el que también se presentó MARE 2025.
Bajo el lema ‘Del objetivo a la acción’, la iniciativa redobla este año su apuesta por el poder transformador de la imagen y, como novedad, incorpora un certamen de reels de Instagram dirigido al público joven. El coordinador técnico Abraham Calero ha detallado, además, que se añade una mención especial para las bahías someras, es decir, bahías de poca profundidad, para valorar su importancia ecológica.
La protección del mar
El mismo nivel de denuncia existe tras la fotografía de Nuria Bufort, ‘Deadly Ghost Nets’ (‘Redes fantasma mortales’), con la que recuerda que el Mediterráneo, a pesar de su riqueza, se encuentra en un “delicado equilibrio fácilmente perturbable”. Es una llamada a la colaboración para continuar manteniéndolo “prístino y sano”.
La baja protección de las aguas de Balears (tan solo un 0,07% cuentan con un nivel de protección elevada) ha sido denunciada recientemente por organizaciones medioambientales como la Fundación Marilles, que aseguró que “son zonas abiertas a actividades destructivas”. Entre ellas, el negocio de alquiler de charters náuticos que cada año operan con impunidad y el lanzamiento de todo tipo de residuos. Acciones que afectan por ejemplo a la ‘guardería’ de ballenas situada al norte de Menorca -la única del Mediterráneo- y que espera ser declarada Área Marítima Protegida, como ya publicó elDiario.es.
El Mar Balear es el protagonista de las fotografías candidatas en un certamen que celebra este año su sexta edición, consolidándose como un referente en la divulgación y sensibilización sobre el medio marino de Balears. Aunque otros recovecos mediterráneos también han recibido reconocimientos en la categoría Mare Nostrum. Dos buzos flotan en las profundidades del mar que rodea la isla italiana de Linosa, a 42 kilómetros de Lampedusa. Un territorio insular con una vasta crisis migratoria que, a pesar de alejarse mucho de la que sufre Formentera (es el primer punto de llegadas por vía irregular del Mediterráneo Central), no deja de asemejarse: en la pitiusa ya han aparecido en lo que va de año siete cuerpos sin vida de presuntos migrantes naufragados en pateras.
La belleza escondida
Una semejanza más bella es la de las praderas de posidonia, encima de las que flotan los dos buzos de la foto de Claudio Palmisano para recoger la escotilla que ha perdido un buque de pasajeros que navegaba las aguas de Linosa. Por otro lado, en el fondo marino no es solo posidonia, sino que en las profundidades del Mar Balear se encuentran otras joyas con explosiones de color y vida que ha sabido capturar el fotógrafo submarino Pedro Riera Llompart.
“Observando estos oasis podemos contemplar todo lo que antes (de la masificación) fue nuestro Mar Balear”, ha explicado el experto en referencia a los corales de su fotografía, una selva marina color púrpura, tras los que se esconde una estrella de mar. “Hay que protegerlo de redes, pescas accidentales, contaminaciones, calentamiento global y todo lo que la pueda afectar”, añade.
En 2022, el fotógrafo inmortalizó el majestuoso rescate de un cetáceo de grandes dimensiones que se había quedado atrapado en aguas de Porto Cristo, en Mallorca. Varios profesionales de buceo consiguieron liberar a la ballena de unas redes de deriva que a pesar de estar prohibidas por la normativa de la Unión Europea (UE) desde el año 2002, continuaban instaladas, informó el periódico Crónica Balear.
Riera, además, ha sido merecedor de un primer premio del certamen de MARE por su fotografía de un pulpo “curioso” que observa detenidamente las tareas de excavación de los arqueólogos del IBEAM (Instituto Balear de Estudios en Arqueología Marítima) en el pecio de ses Llumetes, también en la zona de Porto Cristo. “Nos ayudó a trasladar todos los materiales que encontraba de un lugar a otro, se enganchaba en nuestros brazos mientras trabajábamos y, además de modelo, también tenía mucho interés en la cámara. Un buen ayudante marino que nos alegró los días de trabajo arqueológico”, bromea el fotógrafo, de quien se dice que aprendió a nadar antes bajo el agua que por encima de la superficie. Lo bautizaron -al pulpo- como ‘el guardián’.
El pulpo nos ayudó a trasladar todos los materiales que encontraba de un lugar a otro, se enganchaba en nuestros brazos mientras trabajábamos y, además de modelo, también tenía mucho interés en la cámara. Un buen ayudante marino que nos alegró los días de trabajo arqueológico
En las mismas profundidades marinas hay también otros seres vivos, un poco más desconocidos a pesar de tener sus análogos en el medio terrestre, como la Margalida de Mar. Campos de esta especie se extienden bajo los yates y otras náuticas recreativas que surcan la costa. Su aparente delicadeza engaña: es una flora marina “totalmente adaptada a la dureza del litoral”, como explica Nestor Carda, ganador de la categoría MARE botánica. “Durante la época de floración crea unos bellos tapices de color allí donde la vida se hace muy difícil”, señala.
Tradiciones que se pierden
A finales de verano de 2024, el mallorquín Miguel Gomila capturó una escena que decidió titular así: ‘Finales de verano’. Una medusa huevo (Cotylorhiza tuberculata) flota en las aguas de la Serra de Tramuntana (Mallorca), presagiando el fin de la época estival. Un acontecimiento con el que muchos fotógrafos esperan poder dar cada año. Gomila considera que, aunque las medusas tienen mala fama, “son parte de la riqueza de nuestros mares y alimento de numerosas especies, muchas de ellas amenazadas”. Entre ellas, 34 peces, 27 aves marinas y 22 tipos de algas, entre la que destaca la posidonia oceánica, según datos de la Fundación Marilles. Observadores del Mar revela que solo se hace seguimiento de un 13% del total de especies marinas amenazadas de las Balears.
La contaminación del Mar Balear que las pone en peligro termina en cada rincón del Mediterráneo, pero empieza en la costa. A veces sucede a la inversa: el mar también escupe todo lo que le hace mal y rechaza. “La corriente arrastró gran cantidad de basura a la playa. En el interior de una garrafa grande había cirrípedos”, es la descripción de la fotografía de Lluna Mas, que recibió el primer premio de la categoría Juvenil. El hallazgo se produjo cuando la joven estaba en el área protegida de es Freus, entre Eivissa y Formentera.
Por otro lado, el maltrato del mar no solo se limita a las especies, sino que se extiende a las costumbres marineras. Fernando Estalleras ha retratado unas manos curtidas de un artesano de ‘nanses’, utilizadas a lo largo de la tradición tanto para la pesca de pescado como para la de langostas: “Una tradición -como muchas otras tantas- en vía de extinguirse”, comenta.