Revivir la peor pesadilla: 15 años después del huracán Katrina, el coronavirus acecha Nueva Orleans

Oliver Laughland

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La casa de Ronald Lewis fue una de las primeras que se reconstruyó después de que el huracán Katrina arrasara gran parte del barrio de Lower Ninth Ward de Nueva Orleans. En los 15 años siguientes, mientras el barrio más pobre de la ciudad luchaba por recuperarse, Lewis se convirtió en su más apasionado defensor y activista cultural. Fundó la House of Dance & Feathers, un museo comunitario dedicado a la cultura urbana afroamericana de la ciudad.

La semana pasada Lewis, el héroe de la comunidad, de 68 años, se convirtió en una de las primeras víctimas mortales del coronavirus en Nueva Orleans. El virus se ha propagado por la ciudad y por todo el estado de Luisiana a un ritmo vertiginoso, uno de los peores del mundo.

“Necesito que mi mente y mi cuerpo descansen. Ambos sienten dolor”, explica la afligida mujer de Lewis, Charlotte, en una breve entrevista telefónica con The Guardian. “Era una gran persona”, señala su vecino Jimmy Lewis. “Después de Katrina habló por todos nosotros. Estaba lleno de amor y preocupación”.

Cuando el sol de la tarde empezó a caer sobre las silenciosas calles del Noveno distrito, Lewis, otro superviviente de un huracán que todavía es recordado por la comunidad, empezó a reflexionar sobre la crisis actual; sus similitudes y sus muchas diferencias.

“Con el Katrina, la ciudad se inundó y ahora las calles están completamente secas. Sin embargo, el virus fluye. Con el Katrina, la amenaza fluía por el agua y ahora, por el aire”, puntualiza. “Como ya pasó con el Katrina, la enfermedad COVID-19 pondrá a prueba nuestros corazones y nuestra fortaleza mental, pero lo volveremos a superar”.

A medida que la pandemia de coronavirus se extiende por Estados Unidos, los medios de comunicación se han centrado en los grandes brotes de ciudades de la costa Este y Oeste como Nueva York y Seattle. Sin embargo, Nueva Orleans, la histórica ciudad en el extremo sur del estado de Luisiana, se está convirtiendo silenciosamente en una de las áreas del país más sacudidas por el virus.

Hasta el miércoles, había 1.975 casos confirmados de COVID-19 en Luisiana, con más de 800 sólo en Nueva Orleans. 65 personas han muerto por el virus en el estado; más de la mitad en Nueva Orleans. El número de muertos es sólo seis menos que en California, un estado que tiene 35 millones de habitantes más.

“Katrina viral”

Un análisis de un medio de comunicación local, Advocate, a principios de semana, destacaba que Nueva Orleans tiene una tasa de infección per cápita más alta que algunos distritos de la ciudad de Nueva York. La investigación llevada a cabo por la Universidad de Luisiana en Lafayette ha concluido que los casos de coronavirus se han propagado a un ritmo más rápido en las primeras dos semanas que en cualquier estado del país o cualquier país del mundo. “Si lo comparas con otros países del mundo, si piensas que la situación en España e Italia es grave, nosotros también vamos en esa dirección”, afirma el doctor Gary Wagner, autor de la investigación.

El martes, la administración Trump, tambaleándose por las críticas a su chapucera respuesta nacional a la crisis, que sus detractores han calificado de un “Katrina viral”, una referencia a la desastrosa respuesta que dio George W. Bush a la crisis causada por el huracán en 2005, emitió una declaración de desastre mayor para el estado de Luisiana. Emitió declaraciones similares para los estados de Nueva York, Washington y California. Horas más tarde, el gobernador de Luisiana, John Bel Edwards, demócrata, pronosticó que los hospitales del estado quedarían al límite de su capacidad la primera semana de abril y pidió más respiradores para los pacientes.

Las palabras del gobernador no pillaron por sorpresa al doctor David Mushatt, jefe de enfermedades infecciosas de la Universidad de Tulane y uno de los profesionales que están en primera línea tratando a enfermos de COVID-19 en la unidad de cuidados intensivos del Hospital Universitario de Nueva Orleans.

Como en otros lugares del mundo, los médicos han comenzado a debatir los criterios éticos que deberán aplicarse si en las próximas semanas deben elegir a qué pacientes atienden cuando lleguen al límite de su capacidad. “Te rompe el corazón, porque sabes que los pacientes probablemente no están recibiendo la misma atención que tendrían si no tuvieran este virus infeccioso y mortal”, señala Mushatt. “No hay forma posible de que las enfermeras y los médicos puedan pasar la cantidad de tiempo que les gustaría en la habitación porque no disponen de las mascarillas y el material necesario para protegerse”.

Mushatt, que se ha visto obligado a autoaislarse después de haber estado en contacto con un paciente enfermo, señala el elevado coste físico y emocional de la lucha contra la enfermedad. “Estás librando la lucha más dura de tu carrera profesional por salvar a un paciente, y es así para cada uno de ellos”, indica. “Y también está el miedo a lo desconocido. Por muy crítica que ya sea la situación, ¿va a empeorar? ¿Tendremos suficientes respiradores? ¿Enfermeras? ¿Suficiente espacio?”.

Otros expertos enumeran una serie de factores que explicarían por qué Nueva Orleans se ha convertido en una de las ciudades más amenazadas por el virus: a finales de febrero la ciudad celebró el festival anual de Mardi Gras, con un millón de visitantes disfrutando de los desfiles callejeros.

“Muchas personas nos visitan cuando celebramos estas fiestas en primavera, y somos una comunidad muy unida”, señala Richard Oberhelman, profesor de salud comunitaria en la Universidad de Tulane. “Cuando se reúnen grandes grupos de personas, el virus tiene más oportunidades de propagarse”.

El turismo, motor de su economía y posible responsable

Ahora, las zonas más concurridas de Nueva Orleans están prácticamente vacías. En Bourbon Street, en el histórico Barrio Francés de la ciudad, que hace apenas unas semanas estaba llena de personas que celebraban el Mardi Gras, las tiendas y bares han cerrado, y solo se oye el zumbido de los rótulos fluorescentes.

En un intento de aplanar la curva, Edwards ordenó a la población que se “quedara en casa” durante el fin de semana. Sin embargo, la tasa de infección y la cifra de muertos a anunciada el miércoles representa el mayor aumento experimentado hasta la fecha en el estado. “El problema no es que los casos estén creciendo cada día, sino que están creciendo drásticamente cada día”, reconoce Edwards.

Este estado del sur profundo es también uno de los más pobres del país, con el 20% de sus habitantes viviendo en la pobreza. La economía de Nueva Orleans depende del turismo, y con los restaurantes y bares cerrados y obligados a ofrecer un servicio de comida a domicilio, muchos han empezado a despedir personal. A principios de la semana, el Advocate, el periódico que ha cubierto en profundidad la situación en la ciudad, anunció que se había visto obligado a despedir personal y recortar los sueldos en un 20%. Las solicitudes de prestación por desempleo en todo el estado se dispararon de un promedio de 1.400 nuevas solicitudes a la semana a 71.000.

En la única tienda de comestibles frescos del Lower Ninth Ward, el dueño, Burnell Cotlon, otro activista comunitario, se ha visto obligado a emitir créditos para la tienda por primera vez. Muchos de sus leales clientes no tienen dinero para pagar por lo básico, incluyendo papel higiénico, jabón y verduras. La deuda de sus clientes ya es de 722,13 dólares, una cantidad importante para su negocio.

“Músicos, trabajadores de hoteles y restaurantes, gente que solía trabajar a destajo, ahora no tienen nada”, indica Cotlon, que levantó su establecimiento sobre un solar que había quedado arrasado por el Katrina. “Algunas personas vienen aquí, llorando y pidiendo trabajo.” La madre de Cotlon, que acaba de perder su trabajo, también se ha autoaislado porque estuvo expuesta al virus.

“Es como volver a revivir la peor de las pesadillas”, afirma. “Recuerdo haber vuelto después de Katrina, haber perdido mi casa, haber llorado como un bebé. Pasar por todo esto otra vez... no hay palabras para describirlo”.

Traducido por Emma Reverter

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