“Intento pensar en una pareja sana en mi entorno de amigas y conocidas y es que no sé decirte”. Esta frase la pronuncia una chica de 21 años en una cafetería de Logroño. Estudia el último curso en la Universidad de La Rioja y asegura que en su casa siempre ha visto un respeto mutuo que ahora le cuesta encontrar entre las parejas de su edad. “Las relaciones tóxicas y de abuso están a la orden del día”, añade otra de sus amigas, “se han normalizado ciertos comportamientos porque también es lo que vemos en las pelis, las redes o los libros que leemos. Hay quien confunde control y abuso con amor intenso y piensan que esa intensidad es mejor que una relación tranquila: igual me quiere peor, pero me quiere más”.
Los datos dan la razón a estas jóvenes logroñesas. Los expertos alertan de que muchas adolescentes no reconocen las conductas de control como violencia y de que esa violencia se gesta desde las primeras relaciones adolescentes disfrazada de protección de celos o de preocupación. Según un informe de Save the Children, el 24,9% de las adolescentes españolas admite haber sufrido violencia psicológica o de control y el 6,2% reconoce haber sufrido violencia física antes de los 18 años. En redes sociales, ese control se multiplica.
Los esfuerzos se dirigen a menudo en decir a las chicas que deben tener cuidado, pero no se les están dando herramientas para reconocer la manipulación, poner límites o incluso reforzar su autoestima. “Hay que dar importancia a la educación sexual basada en la igualdad y el buen trato desde la escuela”, insiste Eva Tobías Olarte, experta en Igualdad, “el sistema coeducativo está muy lejos de ser una realidad y seis de cada diez adolescentes consumen porno, con todo lo que eso conlleva”.
Raquel Toribio es psicóloga sanitaria y vocal de Psicología e Igualdad del Colegio Oficial de Psicólogos de La Rioja, y también insiste en que la educación es la mejor prevención. “La clave está en enseñar la autonomía corporal y emocional como un derecho inalienable a la vez que se modela el respeto por la autonomía de las demás personas”, explica, “y en primer lugar, hay que educar en el derecho a decir no sin necesidad de justificación”. Cree además que hay que enseñar desde la infancia “a leer las señales de las demás personas, a respetar el límite ajeno fomentando la empatía y la observación para que entiendan que si alguien se aleja, arruga la cara o se calla, está enviando una señal de incomodidad o de límite, aunque no lo haya normalizado”.
¿Cómo debemos actuar ante las primeras señales?
“Entre nosotras lo hablamos mucho, muchísimo”, explican las cuatro amigas de Logroño, “y lo hacemos porque vemos que está en nuestro entorno y porque nos preocupa que un día pueda pasarnos y no nos demos cuenta”. “Yo les digo mucho: por favor, si me ves así, dímelo, no me dejes hacer eso”, explica una de ellas. Cuando les preguntas a qué se refieren, todas contestan al unísono: “Nos referimos a lo que hemos visto a veces en otras amigas, a dejar de cuidarte, a decir que no puedes quedar o que como tu novio no va a salir, prefieres quedarte con él para no dejarle solo; a que los planes que un sábado te encantaban, el sábado siguiente ya de repente no te gusten; a que estés todo el rato con el móvil contestando a sus mensajes o a que sólo hables de él o que antes de hacer un plan, tengas que consultarlo con él”, explican, “hemos oído más de una vez eso de 'tú no lo entiendes' ó 'él me necesita' o 'es que tú nunca has tenido una relación así, sólo nosotros nos entendemos'”.
Todas tienen claro que este tipo de relaciones tienen una relación directa con la violencia sobre las mujeres, pero reconocen que, más allá de hablar con su amiga cuando detectan estos “síntomas” no pueden hacer mucho más. “Si tú hablas con tu amiga, le haces ver que está cambiando y le recuerdas el tipo de pareja que siempre había querido, al final ella acaba contándoselo a su novio y él le dice que su amiga tiene celos o envidia porque no tiene novio o porque no tiene una relación tan bonita como la suya”, cuentan, “y se acaban alejando de ti”. Creen que, por mucho que lo intentes, hay veces que no puedes hacer nada más que estar ahí cuando te necesite.
Tobías Olarte recomienda en todo momento ofrecer a las víctimas un espacio para hablar sin ser juzgadas. “Hay que entender que no todas tenemos los mismos ritmos ni tomamos las mismas decisiones”, explica. “La mejor vía para abordar a una chica que podría estar en una relación de abuso se encuentra en la observación de las señales de alerta no físicas, seguida de la creación de un espacio de no juicio incondicional”, incide Toribio, “el entorno familiar y las amigas deben estar atentas a los cambios conductuales o emocionales de la joven, cambios de estilo, prestando atención al aislamiento social, la aparición de excusas frecuentes, una súbita baja autoestima o la irritabilidad, en lugar de esperar una evidencia física o directa del maltrato. Para abordar esta preocupación, es crucial optar por una apertura suave y sin presión. Resulta contraproducente e intimidante preguntar directamente '¿Te está maltratando?'. En su lugar, es mucho más efectivo enfocar la conversación en los cambios que se han percibido en su estado de ánimo o en la pérdida de lazos sociales. Se puede iniciar la conversación comentando: 'Te he notado más ansiosa o triste últimamente, y ya no vienes a las actividades que te gustaban. Si necesitas hablar con alguien, estoy aquí sin juzgarte, sin importar lo que sea. Sabes que puedes confiar en mí'. Este enfoque ofrece un canal de comunicación seguro y libre de juicio que la invita a compartir sus preocupaciones, manteniendo el foco en su bienestar y autonomía, y no en la relación de abuso”, aconseja la psicóloga.
Y cuándo el abuso escala a la violencia, ¿cómo debe actuar el entorno?
El grupo de amigas veinteañeras tiene muy claro que, ante cualquier indicio de agresión, actuarían hasta las últimas consecuencias. “Yo hablaría con ella primero, si no, acudiría a sus padres y si eso tampoco sirve, a la policía o algún recurso que encontrara”, señala una de ellas. “Igual que cuando a una amiga se le va la pinza con los cubatas y no sabes qué hacer llamas a su madre, si se descontrola todo con una relación y ves que a ti se te escapa de las manos, vas a su casa y si ves que ahí tampoco le dan la importancia que tiene, iría a la policía o a buscar ayuda a donde sea”, añade otra, “es igual que se enfade porque ya lo agradecerá en el futuro e incluso si no lo agradece, al menos tú has hecho lo que te gustaría que alguien hiciera contigo en esa situación”.
“La estrategia de apoyo que debe asumir el entorno de una víctima de violencia se define como una contención psicológica activa, cuyo propósito principal es contrarrestar el aislamiento provocado por el agresor y restaurar la autonomía de la persona violentada. Inicialmente, el entorno debe funcionar como un anclaje de seguridad emocional”, explica Toribio. Según la psicóloga especialista en igualdad, el agresor busca desmantelar la red de apoyo para afianzar la duda en la víctima, por lo que “el apoyo debe centrarse en la escucha activa y la validación emocional como herramientas fundamentales”.
“Al afirmar incondicionalmente la realidad de la víctima ('Lo que sientes es real, no es tu culpa'), se confronta directamente la minimización y la disonancia cognitiva impuestas por el abuso. Es muy importante mantener una neutralidad estratégica frente al agresor, evitando confrontaciones que él pueda usar para victimizarse, y eliminar cualquier frase revictimizadora del tipo '¿por qué aguantas eso?', que solo sirva para aumentar la culpa y el silencio de la víctima”, añade, “esta contención emocional debería evolucionar hacia una intervención activa cuando el riesgo o la parálisis de la víctima lo requieran, siempre con el objetivo de empoderar, no de rescatar. El foco se traslada de la esfera emocional a la logística y práctica, buscando que la víctima recupere el sentimiento de control sobre su propia vida”.
Según explica, esto se materializa en la provisión “tranquila y organizada de recursos”, psicológicos, y legales en los casos más extremos, sembrando la idea de la ayuda profesional como una opción accesible que puede elegir, o no, activar. “También se puede promover la ruptura del aislamiento logístico ayudando discretamente con pasos tangibles, como asegurar documentos o preparar un plan de emergencia, lo que refuerza la sensación de seguridad y control personal”, añade.
De hecho, en la consulta, el primer paso cuando se detecta un posible caso de violencia de género es la elaboración de un plan de minimización de daños: “si tienes una discusión en casa, evita cocina y baño; si tienes miedo enciérrate en una habitación con pestillo y teléfono; si estás sola con él pospón la discusión si es posible, evita sitios aislados”. Y también un plan de emergencia: “mete los documentos importantes en una mochila, con dinero y un par de mudas y déjala en casa de alguien de confianza”.
“El principio más importante de toda intervención es la protección”, explica Toribio, “por ello, si el entorno percibe un riesgo físico inminente, la seguridad de la persona y sus dependientes debe primar sobre su resistencia o su capacidad de toma de decisiones en ese momento, lo que justifica la búsqueda de ayuda de emergencia. En esencia, el objetivo final de este apoyo es actuar como un puente estable que transforma a la persona víctima de un estado de dependencia forzada a un estado de autonomía reforzada, vinculándola con el apoyo profesional necesario para su recuperación”.
Desde la Universidad de La Rioja, la experta en igualdad EvaTobías recomienda entender el momento en el que está la víctima. “A veces es imprescindible denunciar, no hay más opción, pero otras veces hay que actuar como sostén para esa mujer hasta que llegue el momento de dar otro paso”, señala, “es importante además conocer los recursos, desde el teléfono 016 hasta los canales de ayuda en cada comunidad autónoma, y ofrecerte a acompañarla”.
Te creo, no es tu culpa y estoy aquí para ayudarte
La validación es la clave para contrarrestar la duda y la minimización que ha ido sembrada por el agresor en la víctima. “Son tácticas conocidas como gaslighting, las técnicas que el agresor emplea para que su víctima piense que está loca o que exagera”, explica Toribio, “si la creemos de inmediato, desde su entrono estaremos afirmando la realidad de su experiencia, algo que es esencial para la reparación psicológica”.
Se recomienda evitar frases que minimicen el hecho -'seguro que no es para tanto'- o que siembren la duda -'¿estás segura de que lo entendiste bien?-. Hay que tratar también de eliminar todo rastro de culpa en el proceso. “Dado que la violencia destruye la autoestima y el agresor carga a la víctima con la responsabilidad del abuso, el entorno tiene el deber de cortar este ciclo para iniciar la reparación del self. Es imprescindible evitar culpabilizarla -con frases del tipo '¿Por qué permitiste eso?'- o juzgar su permanencia en la relación -'Yo ya me habría ido hace tiempo'-, porque estas frases aumentan el daño y la incomprensión. Finalmente, se debe ofrecer un anclaje de seguridad estable”, añade la psicóloga.
“En un estado de trauma, la víctima necesita un punto de referencia que le ayude a reconstruir el sentimiento de control sobre su propia vida que fue arrebatado por el control del agresor”, continúa, “aquí la pauta es la paciencia; evitando presionar -'tienes que denunciar mañana mismo'- o criticar su proceso -'deberías estar mejor ya'-, ya que el incumplimiento de estas expectativas solo genera una revictimización. La reacción inmediata y esencial que debe transmitir el entorno es: Te creo, no es tu culpa y estoy aquí para ayudarte.”
El grupo de jóvenes tiene claro que su mayor anclaje de seguridad ante las relaciones abusivas son sus amigas y, en caso de necesitarlo, también la familia. “He visto el peligro de enlazar relaciones, haciendo de ellas tu pilar principal, y alejarte de tus amigas”, reflexiona una de ellas. “Es que las amigas son la red de seguridad”, añade otra, “de hecho, para mí también es una señal de alarma que un chico no tenga amigos porque yo le puedo querer mucho y tener muchas ganas de estar con él pero no solo ni siempre con él”.