Era 1999 cuando una joven concejala, Nevenka Fernández, denunció al alcalde de Ponferrada, Ismael Álvarez, por acoso sexual y laboral. Fue la primera vez que se sacó a la luz un caso de abusos sexuales en la política, enfrentándose ella a una dura crítica social y a la falta de apoyo del entorno político, empezando por su propio partido.
Esta historia me ha venido a la cabeza al escuchar los audios infames de Koldo y Ábalos, en los que hablaban de las mujeres como si de ganado se tratara: “A ti te gusta más Ariatna”, “No sé, la Carlota se enrolla que te cagas”, “Pues la que tu quieras. O Ariatna y Carlota, y a tomar por culo”. El desprecio, las críticas despiadadas, la falta de apoyo, son caras de la misma moneda, la de la violencia contra las mujeres.
Y mientras, escuchamos a algunos hombres decir: “¿Cómo no voy a ser feminista si tengo dos hijas?”. Recuerdo precisamente hace dos años, a un exfutbolista que hizo unas declaraciones no muy afortunadas sobre el fútbol femenino. Ello provocó que su nombre fuera retirado del estadio de su localidad. Su defensa fue clara: él no podía ser machista porque tenía una madre, una esposa y una hija. Un razonamiento que escucho estupefacta, tal vez demasiadas veces, de voces masculinas que proceden de diferentes ámbitos de la sociedad. Y es que el argumento no puede ser más endeble, un argumento que enmascara la falta de reflexión y autocrítica sobre lo que significa la acción feminista. Ya me hubiese gustado oír a Donald Trump, hijo y nieto de inmigrantes, decir algo así: “¿Cómo voy a deportar a inmigrantes o suspender el sistema de asilo, si yo soy hijo de uno de ellos?”. ¿Se imaginan?
Y mientras, hace un año, el Congreso rechazaba la propuesta de abolición de la prostitución presentada por el PSOE, que perseguía el proxenetismo y castigaba a quien pagaba por los “servicios” sexuales. La propuesta no era perfecta, pero era un comienzo. Sin embargo, la medida no salió adelante. ¿Por qué? Porque algunos se “esconden” en los matices, y otros se enfrentan a debates internos donde, también, se sostiene que la prostitución es un trabajo sexual, un trabajo como otro cualquiera. Hubiera sido cuanto menos curioso, escuchar alguna vez decir: “Apuesto por el trabajo sexual como forma de vida, porque mis hijas lo ejercen”. ¿Se imaginan?
Y luego expresamos nuestro “horror” ante los Koldos, los Álvarez, los Liso o los Errejón. Y es que llegado este momento, no puedo más que apelar a nuestros representantes políticos, también a los que abogan por un feminismo “de verdad”, a que de verdad tengan en sus agendas la erradicación de la violencia contra las mujeres, y tomen medidas para que la vulneración de los derechos humanos de la mitad de la población tenga consecuencias, venga de donde venga.
Nota al pie:
Un estudio publicado en 2025 pone de manifiesto que cerca del 25% de los hombres en los países occidentales han comprado sexo alguna vez, situándose la edad de primer acceso a la prostitución entre los 18 y los 22 años.
Un estudio del Ministerio de Igualdad de 2024 cifra en, al menos, 114.500 las mujeres que se encuentran en situación de prostitución en España.
La Relatora especial sobre la violencia contra las mujeres y las niñas de la ONU, pide reconocer y combatir la prostitución como sistema de violencia contra las mujeres y las niñas (2024).