En estos primeros días de noviembre, hace ahora 5 años, se ponía en marcha la iniciativa “Logroño referente” del Ayuntamiento de Logroño. Un ciclo, con vocación de continuidad, que nacía de una pregunta simple: ¿por qué Logroño no podía ser, también, referente en políticas públicas de igualdad? Y es que todos los años me veía yo, con agenda en mano, intentando reservar algunas fechas para asistir a eventos sobre esta materia (algunos ya consolidados) en otras ciudades de España. Y yo me preguntaba: ¿por qué no mi ciudad podía ser una de ellas?
Así nacía en 2020 “Logroño referente”, que permitió abrir un espacio de conversaciones, contando con la participación de referentes en este ámbito. Expertas como Inés Sánchez de Madariaga, Amelia Valcárcel o Carolina Pecharromán pasaron por aquí. Ni siquiera la pandemia nos paró, y cuestiones como la movilidad del cuidado, el espejismo de la igualdad, o la necesidad de un periodismo responsable y feminista fueron protagonistas por unas horas de nuestro debate.
Quizá algunas lectoras se estén preguntando el porqué de estas líneas. No es la nostalgia de tiempos pasados lo que me ha llevado hoy a hablar de esto, ni siquiera el recuerdo de un tiempo duro, pero intenso en proyectos y desvelos. Es otra razón, una razón dolorosa. Hace unos días me enteraba por la prensa de la muerte de Amaia Arrazola, referente de la ilustración y del arte mural, autora de varios libros, que nos dejaba a los 41 años.
Amaia fue la persona que ilustró “Logroño referente”, con la que compartí algunas reflexiones y preguntas. Fue ella quien volcó ese espíritu de apertura, en un cartel único que nos acompañó en todas las ediciones.
Su voz resuena, y afloran los recuerdos. Precisamente un mes antes de la primera edición de “Logroño referente”, Amaia había publicado su libro “El meteorito”, en el que narraba la experiencia materna con todos sus claroscuros. Amaia plasmó la maternidad “real”, alejada de una maternidad que todo lo puede (superwoman), con un cuerpo perfecto tras dar a luz, y al mismo tiempo supo representar como nadie la inseguridad y el miedo, pero también la fuerza y el amor.
“Logroño referente”, como otras iniciativas, cayó en el olvido, pero nos queda la obra de Amaia, su trazo poderoso y directo. Una vez dijo: “Necesito echar la vista atrás. […]. Escríbelo rápido, porque se olvida. Y a mí no me gusta olvidar”. Pues eso.