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Fuencarral 77, un fantasma en el corazón de Malasaña

Antonio Pérez

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La Joyería Monge fue el último negocio que abrió en el pasaje que une las calles de Fuencarral y Corredera Alta de San Pablo. Lo hizo hace 28 años. Hoy, es el único que sigue abierto en este fantasmagórico espacio, tras el cierre hace un par de días de la Sastrería Roan.

El corredor que la joyería comparte con 13 establecimientos cerrados y dos portales forma parte del número 77 de Fuencarral, un edificio de seis plantas propiedad del Gobierno, el casero que no se sabe muy bien por qué ha ido dejando que muriera la actividad comercial del pasaje y que el resto de la edificación, compuesta por pisos de oficinas y por cuatro apartamentos, permanezca semiabandonada, cuando no desértica.

La Tesorería General de la Seguridad Social, perteneciente al ministerio de Trabajo es la que gestiona el inmueble, construido en la segunda mitad de la década de los 50 y protegido por el Ayuntamiento debido a su singularidad arquitectónica.

Estos meses atrás se ha pintado y se ha procedido a dejar diáfano todo el sótano del edificio, sin que el departamento de prensa de la Secretaría de Estado de la Seguridad Social haya sabido especificar a santo de qué se han llevado a cabo estas obras.

Eugenio Monge, de la Joyería Monge, es un enamorado del edificio de Fuencarral 77, el cual conoce bien. Habla de las magníficas vistas que pueden contemplarse desde su terraza y da cuenta, con admiración, de la existencia de un suntuoso anfiteatro con capacidad para más de 100 personas en la tercera planta del mismo. Al mismo tiempo, lamenta lo infrautilizado que está y pone como ejemplo el que haya tres apartamentos de unos 50 o 60 metros cuadrados deshabitados desde tiempo inmemorial; son los que se pueden ver desde Corredera Alta de San Pablo. En realidad son cuatro, uno por planta, pero en uno de ellos vive el conserje del edificio con su familia, relata. “Ojalá llegaran unos 'okupas' y aprovecharan las viviendas”, comenta medio en serio medio en broma.

Además del joyero y del conserje, en todo el inmueble sólo hay otros cuatro inquilinos oficiales: la Unidad de Recaudación Ejecutiva de la Tesorería General de la Seguridad Social, la Audiencia Nacional Síncrome Tóxico (2ª planta), la Asociación Nacional Forum-Afinsa (también 2ª planta) y el Sindicato de Auxiliares de Enfermería. Uno de los bajos comerciales cerrado también es utilizado como almacén de sastrería del Teatro de la Zarzuela, sin que cartel alguno lo indique.

Monge no se muerde la lengua y sobre la situación de Fuencarral 77 cree que “es una vergüenza que en pleno centro de Madrid haya un edificio que es de todos y al que apenas se le dé uso. Sólo mantenerlo vale muchísimo dinero y no se le saca ningún beneficio. Es un lujo que el Estado no debería permitirse, y más en estos tiempos de crisis en los que anda tan necesitado de dinero”, apunta.

Sostiene que la situación de semi-abandono de este espacio no responde a otra cosa más que a la voluntad del Estado. “Por el pasaje pasa mucha gente y todos los días vienen personas preguntando que dónde deberían dirigirse para alquilar los locales que hay cerrados. Sin embargo, a la Administración no le interesa alquilarlos. No sé por qué, porque yo mismo lo he preguntado a la Subdirectora General de Gestión, Patrimonio, Inversiones y Obras, sin que se me haya querido aclarar los motivos para no hacerlo. Afirman que deberían sacar los alquileres a concurso público, pero no sé por qué no lo hacen. Incluso han querido grabar aquí películas y videoclips pagando y se les ha negado el permiso. Nadie sabe los planes que tienen para el edificio, si es que tienen alguno”.

Desde el gabinete de prensa de la Secretaría de Estado de la Seguridad Social se afirma que mientras quede un inquilino con contrato en vigor en los locales del inmueble no es probable que se haga nada y que luego el edificio se acabaría restaurando o vendiendo para explotar los locales, “que es como se suele actuar en estos casos”.

La Joyería Monge tiene un contrato de por vida, aunque sus dueños creen que en 2015 será cuando el Estado trate de echarlos del local que ocupan y que la cosa tendrá que resolverse en los tribunales.

En las postrimerías del Gobierno Aznar hubo un plan

En cualquier caso, y pese lo que se diga desde prensa, el Estado sí podría proceder de forma distinta a la de esperar a que los Monge abandonen. De hecho, poco antes del fin de la etapa en el  Gobierno de José María Aznar, a los por aquel entonces inquilinos les llegó una carta en las que se les indicaba que deberían abandonar inmediatamente, indemnización de por medio, sus locales. El motivo fue que en Fuencarral 77 se quería centralizar la Tesorería General de la Seguridad Social, haciendo uso de todo el espacio.

Fue por aquel entonces, y con la orden en la que se urgía a los comerciantes a abandonar los locales, cuando cerró el estanco que había en el corredor, que se trasladó al número 82 de la calle Fuencarral. Francisco y Yolanda, los estanqueros, aseguran hoy que no se hubieran ido voluntariamente del local que ocupaban desde hacía 28 años, pero que no vieron otra salida. A modo de anécdota, cuenta Yolanda que ella trabajó en la peluquería que hubo en la galería y que fue allí donde conoció a su marido.

Tras el cierre del estanco sólo quedaron Monge, Roan y Bolsos Manopiel abiertos.

Con la llegada al poder del PSOE, el plan quedó en el olvido.

El caso de Manopiel es digno de mención. Este establecimiento de bolsos y de maletas se vio obligado a echar el cierre hace un par de años, al morir la titular del contrato de arrendamiento. Eugenio Monge afirma que el matrimonio que estaba al frente del negocio no quería abandonarlo, pero que “el casero no quiso prorrogar el alquiler”. “Parece broma, pero fue el ministerio de Trabajo el que dejó sin empleo a un par de personas sin más motivo”, indica.

Haciendo memoria

Lo vecinos más mayores del barrio aún recuerdan la inauguración del edificio y del pasaje comercial. Afirman que se hizo por todo lo alto y que durante los primeros años de su apertura el mantenimiento del mismo era impecable y que estaba lleno de vida. A partir de mediados de los 80, la decadencia de la galería comenzó su vertiginosa escalada:  las jubilaciones, la falta de rentabilidad de algunos negocios y, sobre todo, la inexplicable desidia de la Administración llevaron a este espacio a la situación actual en la que se encuentra.

Monge añade que fue un director general de la época quien mandó edificar el edificio y que se reservó en él un piso de más de 400 metros cuadrados, construyendo otro similar para un alto cargo de la Falange.

Antonio Langa, hijo del fundador de Óptica Langa, otro de los negocios que estuvo ubicado en la galería desde 1957 y que hoy pervive en Fuencarral, pone nombres a los cargos que Eugenio Monge apunta: fue Monasterio el arquitecto encargado de la construcción del inmueble; Nieto, el director general que ordenó levantarlo y Hedilla Larrey el importante falangista que habitó en él, “aunque más bien fue su mujer, una marquesa, quien vivió en el piso. También vivió en el edificio un General del Ejército del Aire”.

Langa, Peluquería Pili, Agencia de Publicidad Cuevas, Bolsos Manopiel, Sastrería Roan... Resulta curioso ver los nombres de todos estos comercios hoy cerrados en los cristales manchados de los locales, con sus tipografías antiguas, y pensar que a escasos metros de ellos, en Fuencarral, el metro cuadrado de espacio comercial está por las nubes. “¿Cuánto dinero sacaría el Estado, cuánto sacaríamos todos, si se decidieran a alquilarlos?”, se pregunta Eugenio Monge.

Más información:

  • La memoria de Fuencarral 77' Antonio Langa, de Óptica Langa, recuerda todos los comercios que ocuparon los espacios hoy vacíos de la galería