La despedida de la hija de Moncho Alpuente

Adelante, papá

Si tuviera el conocimiento poético que tenía mi padre, escribiría unas coplas a su muerte, como hizo Jorge Manrique, pero vais a tener que conformaros con esto.

Escribo envuelta en la perplejidad absoluta, invadida por una inquietud crepuscular, desde un infierno intermitente del que ahora salgo a coger aire para despedirme de mi padre.

Moncho, mi padre, se fue en la madrugada del 21 de marzo, y os confieso que todavía estoy esperando a que vuelva. Siento como si hubiera salido a pasear por Malasaña a saludar a los camareros y vecinos, a tomarse un chupito (o alguno más), a charlar con quien encontrara en su camino, a sonreír a los que se le acercaran, a contarle los secretos de Madrid a los parroquianos del Palentino, a jugar al ajedrez en el Estar, a celebrar la vida con su pandilla de la calle del Pez, a contarme qué estaba escribiendo, a recitarme versos de Góngora, Cervantes o Boris Vian, a comerse unos callos en el Bocho y charlar con Luisi, María y Loli, a sentarse en la terraza de Lamucca e ir recibiendo amigos durante horas hasta que oscurecía... (sigue leyendo aquí el texto de la despedida de Bárbara Alpuente).