Se fue Felipe, el vecino que siempre estaba para ayudar

Como periódico del barrio, a veces nos enfrentamos a la responsabilidad de ayudar a fijar la memoria de aquellos vecinos ilustres que fallecen. A veces se trata de profesionales reconocidos, cuya trayectoria es fácil documentar. En otras ocasiones, se trata de vecinos con nombres que no aparecen impresos en las hemerotecas, cuya memoria flota y penetra en el ambiente, a nivel popular. Tratar de dejar constancia de este recuerdo es, si cabe, una mayor responsabilidad.

Es el caso de Felipe Cuenca, profesor jubilado, activista y vecino de Malasaña. El pasado sábado 23 de septiembre algunas cuentas de twitter dieron la noticia de su muerte y la red se llenó con decenas de mensajes de condolencia de personas que le conocían o, simplemente, reconocían al señor de la foto: coincidió con todos los que luchan hoy en Madrid.

Antes que nada, nos gustaría recomendar la lectura del post con que Mónica Hidalgo despedía en su propio blog a su papi malasañero. Con ella hemos hablado, precisamente, para documentar este obituario.

Como obras son amores –y la razón de que la estela de Felipe sea tan grande en el barrio-, es obligatorio dejar constancia de los colectivos y causas a las que puso ganas durante los últimos años de su vida (que son los que aquí conocemos).

A buen seguro que en los centros de salud le recordarán algunos médicos, pues estuvo involucrado en las instancias por la sanidad del 15M en el barrio. Con Yo Sí Sanidad Universal realizó acompañamientos a migrantes. También participó en el Solar de Antonio Grilo, en su cine de verano o en la Plataforma Maravillas.

Fuera de Malasaña también le conocieron bien en la Coordinadora de Vivienda de Madrid, en la terraza de Ofelia Nieto 29 o en la Red de Acogida, desde donde se involucró con refugiados en tránsito, a quienes ofreció su casa y apoyo. Le recordarán quienes recogieron en Lavapiés comida de sus manos en alguno de los repartos nocturnos de Plaza Solidaria. Venía de la lucha por la educación y se involucró, también, en la Marea Blanca y en la lucha por los derechos civiles, con No somos delito, cuya figura se recordara por papeles de hombre fanfarrón en alguna actuación teatral.

¡Ah! Y en la Solfónica; espera, también en… imposible ser exhaustivos en su rastro.

Todos coinciden en que se ha ido con el secreto no revelado de la ubicuidad y unas energías increíbles que aún le permitían disfrutar de cañas y risas después de duras jornadas.

Sirvan modestamente estas líneas para que en alguna hemeroteca anide el recuerdo de Felipe que estos días flota en el ambiente de Malasaña. El de un hombre culto, - de conocer antes de hablar, nos dice Mónica-, empático con los débiles y siempre involucrado con su entorno.