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El efecto racista

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Hoy, 21 de marzo, es el día internacional contra el racismo y la xenofobia, por eso, y deseando que suceda lo que actualmente es casi impensable (que desaparezca la discriminación), he decidido sincerarme y compartir, en tinta, lo que durante mucho tiempo sentí:  

Pues érase una vez sentía vergüenza

Sentía vergüenza por ser distinto

Vergüenza por ser ‘moro’ en un país de blancos

Por tener costumbres diferentes, rezar diferente, comer diferente, hablar y pensar diferente

Sentía vergüenza por ser de un país pobre, cuya cultura no es la hegemónica

Porque mi grupo racial no era suficientemente representado

Sentía vergüenza de pertenecer a un grupo racializado, estigmatizado y odiado, al que gran parte de la población tiene manía, motivada por el pasado, por el presente…

Vergüenza cuando había atentados, deseando que los que los cometían no fueran de mi raza o religión, porque luego venían las generalizaciones…

Cuando los medios decían que un marroquí ha robado, violado o traficado

Sentía vergüenza al saber que el camarero, cajero o funcionario podrían cambiar su mirada hacia mí cuando iban a saber de donde provengo

Por haber salido de mi país de origen, y por estar viviendo en uno que no era el ‘mío’

Vergüenza cuando mi amigo (cuando conocíamos a alguien), fingía llamarse David y ser francés

Pero hoy eso ha cambiado,

Porque hoy siento vergüenza pero de haberla sentido antes por todo aquello

Ahora culpo…

Culpo en primer lugar a las noticias, a las películas y a las series por haber introducido en mi imaginario una autoimagen tan negativa

Culpo a los racistas, a los xenófobos, que están por todas partes, hasta en los lugares menos sospechosos

Culpo al funcionario que me dijo un día que hay demasiadas musulmanas en España que llevan velo

Al profesor que me dijo que los alumnos moros eran unos gandules (refiriéndose a sus estudiantes)

A los paternalistas, a los que van de tolerantes o activistas, mientras que en el fondo son racistas, que ayudan desde el paternalismo, resistiendo a la emancipación de los racializados

A los partidos políticos, especialmente a los que tienen la xenofobia y el racismo de lema y eslogan de campaña, a ellos les digo que ya me es indiferente lo que piensan de mi raza o de mi etnia

A la recepcionista que me atendió por teléfono un día y, al decirle mi nombre, y ante su incapacidad de pronunciarlo, me preguntó si tenía ‘un nombre de verdad’

En definitiva, a todos los racistas, xenófobos y supremacistas que, consciente o inconscientemente desearían que desapareciéramos de su vista, o que solo saldríamos para recoger limones de 7 a 7…

A todos ellos y ellas les digo que, ya estamos aquí, que somos y seremos visibles, y que, si les molesta, les duele, pues se puede tomar una aspirina oye, porque ya hemos cruzado, ya saltamos la ‘valla’…  y eso es lo que hay…

Hoy, 21 de marzo, es el día internacional contra el racismo y la xenofobia, por eso, y deseando que suceda lo que actualmente es casi impensable (que desaparezca la discriminación), he decidido sincerarme y compartir, en tinta, lo que durante mucho tiempo sentí:  

Pues érase una vez sentía vergüenza