Aprovechar la Navidad para salir del armario: “Es liberador pero no siempre es una opción”

Patricia Gea

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“El día 24 en la cena de Nochebuena les cuento a mis padres que soy lesbiana”, se propuso Xantal a principios de diciembre, el mes por excelencia de las reuniones familiares y la exaltación de los lazos de sangre. Pero llegado el día recibió a su pareja en casa como a una amiga más y la despidió sin atreverse a dar el paso de ‘salir del armario’. Sus hermanas sí lo sabían. “Sería hora de que se lo dijeras”, le aconsejaron.

Ese mismo día, un positivo en coronavirus puso a toda la casa en cuarentena y Xantal pasó 48 horas encerrada en su cuarto dándole vueltas al asunto y triste, además, porque no podrían celebrar las navidades en condiciones. “Como no paraba de pensarlo escribí a algunos amigos para decirles: oye, quiero decirles a mis padres que soy lesbiana, ¿cómo lo hago?”. Esperaba que, como sucede en algunas películas, se diera en algún momento la situación propicia, el silencio o el comentario oportunos para arrancar de forma improvisada la conversación. Pero se dio cuenta de que en la vida real esa incómoda escena no surge sola sino que en la mayoría de los casos “el que va a salir del armario la tiene que provocar”.

“Fui al salón donde estaban viendo una peli y me senté en el sofá. Me puse a llorar y ellos me preguntaron que qué pasaba. Al verme así creían que era algo malo”. Xantal, de 21 años, les tranquilizó diciendo que no había ningún problema. “Simplemente que no me gustan los chicos, me gustan las chicas y llevo saliendo con mi pareja más de un año”. Cuenta que la reacción de ambos fue estupenda. “Mi padre me dijo que ya se lo esperaba y que solo se lo acababa de confirmar, mi madre sin embargo no se lo esperaba pero me apoyó diciendo que si así soy feliz ella no tenía nada más que decir”. Y para rematar invitaron a Laura, la novia de Xantal, a pasar con ellos la Nochevieja. Pasó a experimentar un sentimiento de tristeza y angustia a una enorme liberación.

“Salir del armario es liberador pero no siempre es una opción”, explica Amaia Elena Barrena, coordinadora del Servicio Público de Información y Atención LGTBI+ del Gobierno de Navarra (Kattalingune). “Para las personas del colectivo, los eventos que suponen un encuentro con la familia pueden ser a veces un espacio de apoyo, pero también un espacio muy hostil del que se viene huyendo y que abre una herida al llegar ciertas fechas, como la Navidad, en las que se exaltan los afectos”. Reaparecen, además, miembros de la familia extensa con los que la relación no es tan estrecha como con la familia nuclear –madres, padres, hermanos- y que se interesan por tu vida con comentarios estereotipados y ajustados a la norma cisheterosexual. “Qué, ¿ya te has echado novia? A ver si nos la presentas. ¿No piensas tener hijos?”.

En ese momento hay quien aprovecha para ‘salir del armario’ y quien decide seguir fingiendo algo que no es porque, simplemente, no le apetece dar explicaciones. En el caso de Xantal, lo que le llevó a ocultar su orientación sexual durante siete años estaba más relacionado con evitar el momento de sentarse a la mesa para contarlo, como si fuese un hecho extraordinario, que el miedo a la reacción de sus padres.

Utilizar un detonante para ‘salir del armario’

“La típica imagen de película de reunir a toda la familia para contarles que eres gay, lesbiana, bisexual, transexual o lo que sea, para nosotros es fatal y horrible”, asegura Nahum Cabrera, director del Observatorio de la Asociación Lánzate LGTBI+ de Canarias. “Parece que les reúnes como si tuvieras que contarles que tienes un cáncer, en vez de una circunstancia natural de la vida”. Por eso, desde su asociación aconsejan a quienes piden ayuda para enfrentar este tipo de conversaciones que utilicen una excusa o detonante para explicarlo con total naturalidad: “Ah, pues ya les presentaré un día de estos a mi novio (si, por ejemplo, eres un chico gay)”.

En el caso de Jose, gaditano de 26 años, ese detonante fue la ruptura con la pareja con la que compartió siete años de relación. “Vine a casa por Navidad después de que me dejase. Como mis padres no sabían que soy gay ni que tenía novio no podía hablar con ellos de eso. Pero necesitaba su apoyo, lo estaba pasando muy mal así que decidí decírselo”. Cuenta que llevaba tres o cuatro años visualizando la manera de tener esa conversación, esperando el momento oportuno, de película, como decía Xantal, para que las palabras saliesen solas y el diálogo fluyese. “Pero eso es falso, tienes que armarte de valor y forzarlo, o aprovechar algo como lo que me pasó a mí”.

Para su sorpresa, la respuesta inmediata de sus padres fue mostrarle su absoluto apoyo. “Toda la vida y también durante los últimos años he notado comentarios que me daban a entender que la homosexualidad no les hacía mucha gracia, pero no les culpo. Son de otra generación, han sido educados de otra forma y tienen actitudes interiorizadas de las que ni siquiera se dan cuenta. Creo que las familias de personas LGTBI+ también necesitan herramientas que les ayuden a afrontar estas situaciones que no saben gestionar”.

Menos culpa y más herramientas

Sergio Siverio, presidente de la Asociación LGBTI+ Diversas Canarias, explica que las personas del colectivo tienen que hacer una labor educativa con sus familias, enseñarles a ponerse las gafas arcoíris. “Salí del armario con 17 años y me di cuenta de que los padres lo viven con un sentimiento de culpa impuesto por la sociedad y por una cultura que impone unas determinadas expectativas con respecto a los hijos”. Al principio le pidieron que lo tomara con calma, que “no tenía por qué ir diciendo ni mostrando lo que soy”. A lo que él les respondía: “¿Y por qué no? Si mi hermana puede llevar a su novio a cualquier espacio, besarle, darle la mano… ¿por qué yo no?”.

Cuando superaron esa fase vinieron otras dudas: ¿y si la gente del pueblo nos pregunta, qué les decimos? Por lo que aconseja que es necesario tener paciencia, “ya que si a nosotros mismos nos cuesta aceptar nuestra orientación o identidad, lo mismo les sucede a las familias, es un proceso paralelo e incluso más difícil porque sus procesos educativos, sin que ahora lleguen a ser la panacea, no fueron tan ricos en este sentido”. Con el tiempo y gracias a esa labor educativa vio como su madre, a la que más costó asimilar su homosexualidad, acabó convirtiéndose en activista como familia de una persona LGBTI. “Ahora soy totalmente visible con toda la familia en general y a las fiestas navideñas vengo con mi novio sin ningún tipo de problema”. Aunque reconoce que no todos viven esa suerte.

Referentes para los pequeños de la familia

Uno de los motivos en los que se apoya Jose para animarse a salir del armario también con su familia extensa es que sus sobrinos y primos pequeños crezcan con un referente que les sirva para normalizar la homosexualidad y que tengan una persona a la que recurrir si en algún momento tienen dudas en el proceso de aceptación de una orientación sexual que, todavía, se sigue estigmatizando.

“Creo que tengo una responsabilidad también con las generaciones más pequeñas, para que lo vean con naturalidad y sientan mi apoyo. Siento que mi papel ahora es ayudarles”. Le hubiera gustado que en todos estos años de silencio alguien hubiese sembrado el terreno con simples comentarios que no diesen por hecho su heterosexualidad. “He compartido mi experiencia por Twitter y ha tenido una respuesta tremenda, me han escrito algunos padres y madres diciendo que si su hijo les dice que es gay le apoyarán. A todos les he respondido: pues házselo saber desde ya, anticípate”.

Desde su experiencia como activista en la Asociación Diversas Canarias, Sergio Siverio cuenta que recomiendan a las familias abrir la pregunta de si tienes novio, novia o novie lo más pronto posible, desde la infancia. “Ser visible no puede ser una obligación, pero sí se puede ver como una responsabilidad. Quizá nuestro primo menor está esperando a que alguien se visibilice dentro de la familia para dar el paso. La invisibilidad solo genera sufrimiento porque no te deja ser libre”.

En los últimos años, algunas instituciones están trabajando para visibilizar la diversidad sexo-afectiva con campañas que llegan a todos los rincones de España, especialmente en fechas clave como son las fiestas navideñas. Este año, la Consejería de Derechos Sociales, Igualdad, Diversidad y Juventud del Gobierno de Canarias ha impulsado el corto “Esta Navidad haz que vuelvan a casa y no al armario”, dirigido por Willy Suárez y realizado con la participación de numerosas asociaciones, como Lánzate Canarias.

“Estas iniciativas ayudan muchísimo porque a veces llegan a más personas que los propios colectivos. Es un mensaje institucional que nos dice que la administración pública está de nuestro lado. Quizá esto no es tan necesario en grandes ciudades como Madrid, pero en un pueblo perdido del norte de Tenerife con 600 habitantes, estos mensajes son cruciales porque te muestran lo que ni en la calle ni en casa se ve”, concluye Siverio.