Matemáticas con empatía

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El pasado lunes un conocido medio de comunicación filtraba información sobre el borrador de la Ley de Educación que prepara el Gobierno, y más específicamente sobre el currículo de la asignatura de Matemáticas. En concreto, el titular rezaba: El Gobierno da a las Matemáticas un enfoque “socioemocional” y con “perspectiva de género”, y supuso un inmediato revuelo en redes sociales, como Twitter donde conocidos usuarios y personalidades de la política comenzaron a denostar la propuesta, llegando a asegurar que lo que pretende el Gobierno es “ablandar la materia” y hacerla más “cuqui”. Incluso hubo quien, en un alarde de ingenio, hablaba de llenar el mundo de “catetas”. 

Lo que realmente pretende el Gobierno con el nuevo currículo es todavía un misterio, puesto que lo único que conocemos hasta el momento son esas filtraciones. Sin embargo, en lo que no tenemos ningún tipo de incógnita es del miedo que despierta cualquier ley que contenga la palabra género, como si se tratase de medidas únicamente orientadas a penalizar a los hombres o, lo que es todavía más retorcido y retrogrado, adoptar medidas paternalistas hacia las mujeres, suponiéndoles una menor capacidad. Y ni mucho menos. 

Por supuesto, me parece natural la duda sobre qué es un enfoque socioemocional y con perspectiva de género y cómo puede aplicarse a una materia como las Matemáticas… una ciencia exacta y sin sesgos aparentes. Intentemos entenderlo. 

Vayamos en primer lugar a lo que compete al enfoque socioemocional. Para situarnos, pensemos en todas las veces que hemos escuchado, sin sorprendernos, eso de “las matemáticas se me daban fatal” o “yo es que soy más de letras” para excusar fallos a la hora de realizar cálculos o de entender cuestiones cotidianas relacionadas con esta ciencia. 

Y es que se ha demostrado que enfrentarse a asignaturas como las Matemáticas, cuya enseñanza suele estar centrada en contenidos abstractos y alejados de una perspectiva práctica, genera ansiedad. Y ojo, que no se trata de que el rendimiento de esa persona sea mejor o peor a la hora de resolver una prueba, se trata del sufrimiento ante la mera idea de enfrentarse a dicha prueba, llegándose a activarse circuitos relacionados con el dolor que previenen incluso de intentarlo. Es lo que se conoce como “indefensión aprendida” y no lo digo yo, lo dicen diversos estudios publicados en revistas científicas de reconocido prestigio que podéis consultar resumidos en diversos artículos de la agencia Sinc que Pampa Molina recopilaba en este hilo de Twitter.

En este sentido, es muy necesario empezar a enseñar y evaluar las Matemáticas de otra forma, y no, no se trata de bajar el nivel de los contenidos, se trata de darles contexto adaptado a las personas que se encuentran en el aula, de mostrar su lado práctico y su relevancia en cuestiones cotidianas. Sobre el cómo hacerlo tenemos ya las bases en el de El Libro Blanco de las Matemáticas, presentado por la Real Sociedad Matemática Española (RSME) en 2020, documento elaborado por diversos expertos y expertas en didáctica de las matemáticas y en el que se incluyen propuestas en este sentido.

Hasta aquí nada nuevo bajo el sol, se trata de hacer a las Matemáticas más atractivas y accesibles. Pero entonces entra en juego la cuestión que más ampollas levanta del titular, la perspectiva de género. 

Muchas de las críticas recibidas claman que las Matemáticas son una ciencia en la que solo caben conceptos y no hay sesgo de género posible. Pero lo cierto es que ninguna materia está libre de sesgos desde el mismo momento en que tanto quienes la imparten como quienes la reciben son personas que viven en una sociedad donde esos sesgos están presentes en el día a día. Y quizás estás pensando en cuales son esos sesgos, pero no hacen falta más que cinco minutos de anuncios de cualquier canal de televisión infantil para darse cuenta de que los peluches, los bebés, los brillos de uñas, las casitas y cocinitas siguen siendo mayoritariamente para ellas, mientras que ellos juegan con construcciones, coches de carreras o superhéroes. 

Estos y otros estímulos que recibimos desde la infancia como la ropa o la forma en la que nuestras familias nos tratan, van poco a poco limando nuestra autopercepción sobre cómo debemos ser y cuál debe ser nuestra posición en la sociedad, determinando como nos enfrentamos a nuestro día a día, a nuestros estudios y a nuestro futuro. 

Por supuesto, me vais a decir que esto no tiene nada que ver con el rendimiento en Matemáticas, que una niña puede jugar con cocinitas y ser buenísima en sus estudios, ¡faltaría más!

Sin embargo, existen estudios, como este publicado en la revista Science que demuestran como, a partir de los seis años, las niñas comienzan a percibirse a sí mismas como menos brillantes que sus compañeros varones y, en particular, como menos aptas para las Matemáticas y más para la Biología o las literaturas, y así lo señala El Libro Blanco de las Matemáticas

Esta autopercepción agrava más todavía la sensación de ansiedad de la que hemos hablado antes y se combina con los roles de género establecidos, empujando a que las mujeres opten por carreras más relacionadas con enfoques sociales relacionados con cuidados, como la Medicina, la Biología, etc. Y es cierto que Matemáticas es una carrera en la cual, durante muchos años, el porcentaje de mujeres ha sido igual o superior al de hombres, sin embargo, a la hora de elegir destino profesional, muchas de estas mujeres optaban por la enseñanza, dándose la paradoja de que, en una sociedad cada vez más tecnificada, donde el perfil de una persona graduada en Matemáticas es cada vez más demandado, el porcentaje de mujeres que se deciden por esta carrera ha comenzado a decaer, como ya sucedió en su día con los estudios en ingeniería informática. 

Es necesario, por tanto, fomentar una visión de las Matemáticas que sea igual de atractiva para ellas que para ellos a todos los niveles. En este sentido El Libro Blanco de las Matemáticas propone fomentar la participación de todo el alumnado y, especialmente de las mujeres, favoreciendo ambientes de enseñanza no competitivos, mostrando la aplicabilidad social de las Matemáticas, presentando referentes tanto históricos como actuales de mujeres que se dedican a las Matemáticas en ámbitos como la universidad o la empresa.  

En definitiva, se trata de entender que quienes estudian son personas que viven en una sociedad que no está exenta de sesgos. Personas que tienen sus preocupaciones y su propia percepción del mundo. Personas que necesitan empatía para poder desarrollar al máximo sus capacidades y, sobre todo, personas que necesitan de las Matemáticas para desenvolverse mejor en el mundo que las rodea. 

Sin embargo, da igual el enfoque que queramos darle, sin medios económicos y materiales, todo esto será papel mojado.