La ética, la izquierda, la coherencia y la nueva casa de Pablo Iglesias e Irene Montero

La semana arrancaba con la investidura del nuevo presidente catalán. Seguía con una providencia de la jueza del caso Cifuentes para investigar si también la universidad había dado a Pablo Casado un título de forma ilegítima. Continuaba con una nueva matanza israelí; terminaba con un nuevo presidente madrileño a consecuencia del escándalo que acabó con la carrera política de Cifuentes. A lo que hay que sumar que eldiario.es desvelaba una trama en El Corte Inglés para concederse a sí mismo contratos millonarios de seguridad por parte de algunos de sus directivos. 

Sin embargo, la opinión publicada y la conversación parecen monopolizadas por la nueva casa de Pablo Iglesias e Irene Montero. OK Diario publicó fotos robadas de la pareja visitando su nueva casa, en La Navata (Galapagar, a más de 40 kilómetros de Madrid). De la pareja visitando la casa, pero también de una ecografía de sus futuros hijos, así como el catálogo de la agencia inmobiliaria. Así, los españoles ya saben cómo será la casa de Iglesias y Montero antes incluso de que ellos mismos hayan hecho la mudanza y se hayan instalado en ella. 

¿Cómo es la casa de Albert Rivera? ¿Cuánto cuesta la de Pedro Sánchez? ¿Y la de la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena? ¿Cuántas fotos se han publicado de alguno de ellos paseando a sus perros o a sus hijos en los alrededores de su casa? De Iglesias y Montero, sí, recientemente, en Rivas, donde residían hasta ahora.

En estos días se han recuperado comentarios de Iglesias de hace años para criticar una supuesta falta de coherencia al decidir comprar una casa unifamiliar de 600.000 euros. Pero el Iglesias de 2012 o 2014 no sabía cómo iba a ser el Iglesias de 2018: no sabía que sería no sólo el líder de un espacio político de cinco millones de votos, sino un personaje famoso a quien acompaña tanto el fenómeno fan como el hater, y a quien le publican fotos robadas en estilo paparazzi. ¿Puede un líder político de izquierdas representar a la mayoría social viviendo en una casa unifamiliar? Eso habrá que verlo en las urnas, y en este caso lo decidirán previamente las bases de Podemos. Pero lo que parece complicado es encontrar un líder político español que siga viviendo como si no lo fuera, porque desde lo que comen hasta lo que beben, con quien se ven o qué dicen por teléfono puede ser objeto de publicación en cualquier momento. 

¿Es incoherente que Iglesias y Montero se compren esa casa? ¿Es incoherente que no quieran verse perseguidos por paparazzi? ¿Es incoherente que se quieran comprar una casa con su dinero en un pueblo alejado de Madrid y de los focos, no en La Moraleja, Las Rozas o Pozuelo? ¿Sería más apropiado que se gastaran el mismo dinero en un piso en Madrid Río? ¿Es más o menos incoherente, como escribía Gerardo Tecé, que el fervor religioso de Cospedal cuando su trabajo político olvida a los más necesitados o la constante apelación a la democracia y la Constitución de Mariano Rajoy cuando le cuesta tanto condenar el franquismo, aplicar la ley de Memoria Histórica y retirar el dinero público a la Fundación Francisco Franco?

Entonces, ¿por qué su casa abre informativos durante días, cuando no han robado, no hay corrupción y, si acaso, lo que se intenta juzgar es el grado de “coherencia”? ¿Cuántas coherencias o incoherencias dan para tantas noticias? Y, por otro lado, ¿quién ha de poner o quitar el sello de la coherencia de un líder de izquierdas?

La caverna mediática y dirigentes del PP han censurado que los diputados de Unidos Podemos tengan iPhones; han censurado que Alberto Garzón se case, se vaya de viaje y hasta que se bañe en piscinas en verano.

El marco argumental de la derecha es el del comunismo ascético, que identifican al cristianismo originario. Y tiene algún poso de verdad: la izquierda siempre ha bebido, incluso sin reconocerlo, de ese cristianismo de desprecio del rico y de la riqueza. Por eso a menudo la gente de izquierdas ha criticado los coches oficiales, sueldos altos para los políticos, etc. Es como si tuvieran que vivir en la pobreza. El otro extremo es el liberal: cada uno puede hacer lo que le de la gana aunque sea representante del pueblo. Y la duda es, ¿qué piensa ese pueblo del que Iglesias y Montero se reivindican y al cual quieren representar sobre su decisión? En este caso, las bases de Podemos emitirán su veredicto.

Mientras tanto, continuarán los escándalos en el PP; el encaje catalán permanecerá abierto; Israel seguirá apostando por la muerte; y la recuperación económica no saltará de los argumentarios a la mayoría de los ciudadanos. Otra cosa será lo que se convierta en TT, abra informativos y monopolice la agenda.