Mario Draghi tiene un mensaje para los alemanes

Mario Draghi ha hablado. Otra vez. En un artículo publicado hoy en el diario alemán Die Zeit, y que el BCE se ha apresurado a incluir en su web en la versión en inglés, el gobernador del Banco Central Europeo intenta explicar a los alemanes por qué la eurozona no está condenada al fracaso, cuáles son los pasos que se deben dar y por qué no deben estar preocupados por sus últimas declaraciones sobre las medidas extraordinarias que el BCE dice estar dispuesto a tomar.

En otras palabras, Draghi le dice a Berlín que no se ha mediterraneizado y a los países de la periferia de sur les cuenta que iba en serio cuando dijo que ha llegado la hora de actuar. Estas son, comentadas, las principales ideas del discurso de Draghi.

En primer lugar, tranquiliza a todos. Las alternativas no se reducen a no hacer nada o dar un gran salto en el vacío. Es interesante que uno de los extremos esté descrito como los “Estados Unidos de Europa”. Hubo un tiempo en que políticos y periodistas se aficionaron a esa expresión. Draghi no vive en el mundo de los sueños europeístas. Se presenta como un pragmático que se dedica a buscar soluciones. No es mala carta de presentación en Alemania. more

Frente a los que dicen que ni la actual UE ni sus dirigentes está a la altura de las circunstancias, Draghi les remite a las decisiones que se tomaron en los 90. Menos echarle la culpa a Frankfurt (sede del BCE) y más a Maastricht, santo grial del europeísmo. Esta es una idea que encantará a Merkel, que no tolera con facilidad los comentarios que la comparan negativamente con Helmut Kohl.

Draghi recuerda que fue entonces cuando se decidió poner el carro (el euro) antes que los bueyes (el proceso de integración política). Eso dio como resultado una moneda única para un territorio en el que convivían políticas económicas y realidades fiscales muy diferentes. Mientras los países del sur disfrutaban de una política fiscal expansiva avivada por el crédito fácil, Alemania se autoimponía fuertes dosis de austeridad para terminar de digerir la reunificación y aumentar la competitividad de sus empresas orientadas a la exportación.

A los gobiernos europeos les encanta hablar de coordinación. Ya no es suficiente, dice Draghi. Sólo le falta sostener que se trata de una pérdida de tiempo y se conforma con una frase de Monnet, uno de los padres fundadores de la UE. Esa herencia heredada de los 90 obliga a tomar ya decisiones sobre el futuro de la UE. Es una forma de meter prisa a la cautelosa Merkel.

Nuevo mensaje a Alemania: están donde están gracias a que ocupan una posición preferente en el corazón de la UE y del comercio mundial. Las tentaciones aislacionistas no tienen sentido en el país más poderoso de Europa. Soltar lastre, recuperar el marco, quizá hacer causa común con otros países del norte... todo eso no tiene sentido. Draghi les recuerda que también ellos necesitan a Europa.

De creer a Draghi, la cosa es tan fácil que es difícil saber por qué no lo han hecho antes. Es consciente de que levantar una unión política, no exactamente desde cero, requerirá un proceso que durará años y que terminará embarrancado en algún referéndum, quizá hasta por razones de política nacional. No es necesario un diktat europeo que por otro lado no será aceptado en los países en los que han crecido fuerzas euroescépticas o populistas que desconfían de la UE o de los otros países europeos.

Sólo hay que buscar unos “requisitos mínimos” que Draghi no concreta. Al final, dice que los gobiernos descubrirán (¿por arte de magia?) que esas medidas están a su alcance. Draghi, el pragmático, una vez más. Los demás dirán que no es él quien tiene que sufrir el coste político de esas decisiones.

No más Grecias. No más estadísticas falseadas. No más Españas. No más sorpresas de última hora en los datos de crecimiento o deuda. Los presupuestos nacionales sufrirán un grado de escrutinio inexistente hasta ahora. Buenas noticias para los alemanes convencidos de que los europeos del sur harán lo que sea necesario para ocultar su realidad económica.

Draghi tiene otro detalle con los alemanes. Es posible que las regiones ricas de Alemania acepten subvencionar a las pobres (y cada vez con más problemas), pero esa solidaridad interregional no se puede trasladar a la UE en su conjunto. Música para el oído de Berlín: cada uno tiene que vivir de lo suyo y no puede pretender la ayuda permanente de los otros para que le saquen del agujero.

Una obviedad estupenda que cada uno puede interpretar como quiera. Los del norte dirán que los del sur deben olvidarse de ciertos 'privilegios' que son financiados por los ricachones del norte. Los países de la periferia del sur podrán pensar en políticas de austeridad impuestas desde Alemania que impiden el crecimiento.

Tras tantos guiños al electorado alemán, una referencia a la ayuda del BCE que los gobiernos de España e Italia han suplicado en varias ocasiones para que su deuda soberana no reciba un castigo desmedido a causa de los desequilibrios de la eurozona. El BCE seguirá siendo el BCE, promete Draghi, lo que para un alemán quiere decir que seguirá respetando el modelo del Bundesbank.

Pero eso no puede impedir “medidas excepcionales” para una situación excepcional. Lo que no sabemos aún es en qué consisten, pero al menos Draghi está dispuesto a incluirlas entre su munición de combate. Es lo único que puede salvar a españoles e italianos.

El párrafo final retoma algunas ideas del principio. El objetivo de lograr una eurozona estable no está fuera de nuestro alcance. El esfuerzo puede ser “gradual”. No hay que caer en el pánico.

Además, no tiene sentido perder la esperanza, queridos alemanes. Los objetivos fundacionales de la UE son ya los objetivos del euro, porque las dos realidades van juntas y no pueden separarse (por mucho que añoren el marco o estén incómodos con la compañía de los antiguos poseedores de pesetas y liras).

No vaya a ser que por renunciar al disfuncional y mal concebido euro acaben quedándose sin la UE y sin la “prosperidad” y “paz” que tan rentables les han sido en las últimas décadas.