El verano del amor

Puede que el presidente Sánchez tenga razón y estemos ante un “cambio de época” y los españoles hoy se reconocen en su gobierno, pero algo me dice que este no va a ser, precisamente, el verano del amor. Las buenas intenciones de la rueda de prensa presidencial que da paso a las vacaciones van camino de estrellarse contra una tremebunda ola de calor político.

Pablo Casado y Albert Rivera se han lanzado a la carretera a la reconquista de España. Allá donde allá un guardia civil que abrazar, un turista que defender frente a los manteros, los taxistas y Ada Colau o un lazo amarillo que descolgar para decir No al supremacismo, al fascismo y todas las cosas malas que acaban en “ismo”, estarán ellos firmes y en acción, como Roberto Alcázar y Pedrín, pero disputándose aun ferozmente quién encarna al aguerrido aventurero y quién al entusiasta acólito adolescente.

En Podemos empiezan a ser patentes los signos del síndrome que suele aquejar a los socios de gobierno o parlamentarios: la angustia insubsanable de que, cuando lleguen las elecciones, el pez grande se haya comido al chico. La urgente necesidad de marcar “perfil propio” o las votaciones perdidas a modo de aviso solo son los primeros síntomas; con las encuestas de otoño irá a peor.

En Catalunya el duelo permanente entre Carles Puigdemont y el president Torra por ver quien genera más titulares recuerda a los peores temores de los vaticanitas cuando Benedicto XVI renunció y la Iglesia se encontró ante la novedosa situación de tener dos papas. Puigdemont necesita portadas para que no le olvidemos y Torra para que sepamos que sigue ahí; ambos son accidentes a punto de suceder. Cueste o no admitirlo en Moncloa, la coalición que sumó para echar a Mariano Rajoy ha perdido a uno de sus socios. El PDeCAT no se siente aludido cada vez que el presidente Sánchez avisa que si la agenda del cambio no avanza “tendrá que explicárselo a sus vecinos”.

Por si fuera poco, la prensa del régimen ya ha empezado a disparar contra Sánchez empleando la misma munición de grueso calibre que sólo descargaron al final contra Rodríguez Zapatero, ya para rematarlo. A la vuelta del verano la carrera armamentística dialéctica puede dispararse más allá de la devastación del invierno nuclear.