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Arrimadas se agarra al discurso duro contra los independentistas para competir con PP y Vox

Carmen Moraga

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No han pasado ni siquiera cuatro años desde la histórica victoria de Ciudadanos en las elecciones catalanes del 21 de diciembre 2017. Cuatro años intensos, vertiginosos y especialmente duros para su actual líder, Inés Arrimadas, en sus escasos meses de mandato. La entonces candidata a la Generalitat de Catalunya ganó en esa convocatoria las elecciones autonómicas, convirtiendo a su formación en el primer partido que lograba sobrepasar en votos y escaños a los nacionalistas y a los independentistas: 36 diputados y más de un millón de votos. Lo consiguió con un discurso sumamente duro contra los líderes del procés, muy parecido al que ha recuperado ahora, con el añadido de que los dardos más acerados también van dirigidos contra el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y su determinación a indultar a los dirigentes catalanes encarcelados. Una decisión que había servido a Albert Rivera de munición contra el líder de PSOE durante sus últimos años al frente de Ciudadanos y que Sánchez en aquellos duelos negaba una y otra vez.

Las atípicas circunstancias políticas de entonces dieron alas a Arrimadas, que se volcó en una frenética campaña junto a Rivera basada en la promesa de “acabar con el procés” y restablecer “el orden constitucional”, consiguiendo una movilización inédita de los votantes no independentistas, cuyas formaciones andaban a la gresca tras el encarcelamiento de Oriol Junqueras y la huida de España, entre otros, de Carles Puigdemont. Las encuestas del CIS apuntaban a que Ciudadanos iba a ser la fuerza más votada, como así fue.

Tres meses antes de aquella cita con las urnas, en septiembre, el Parlament había aprobado la ley del referéndum de autodeterminación, que fue suspendida por el Tribunal Constitucional. El 1 de octubre los catalanes acudían a las urnas a votar si querían la independencia en una convocatoria declarada ilegal por el alto tribunal. La participación en aquella consulta fue del 43,03% y, como se esperaba, ganó el 'sí' abrumadoramente. Los siguientes pasos fueron la aprobación de la ley de transitoriedad jurídica para establecer el marco legal hasta que se constituyera la “república catalana” –que también fue suspendida por el Constitucional–, y la declaración unilateral de independencia aprobada por el Parlament. Ese mismo día el entonces presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, intervino la autonomía de Catalunya mediante la aplicación del artículo 155 de la Constitución, con el apoyo del PSOE y Ciudadanos, y destituyó a Puigdemont, forzando la convocatoria de nuevas elecciones.

La fecha significó todo un hito para Ciudadanos, pero especialmente para la propia Arrimadas. Tras conocerse su victoria, los militantes y simpatizantes del partido la recibieron en la Plaza de España de Barcelona con gritos de “¡presidenta presidenta!” y “¡campeones, campeones!”. Arrimadas, exultante, comparecía junto a Rivera -que ya había dado el salto a la política nacional, dejándola a ella al frente del partido catalán– y Carlos Carrizosa, entre otros. “Por primera vez, en Catalunya ha ganado las elecciones un partido constitucionalista, y ese partido ha sido Ciudadanos”, gritó emocionada, con la voz ronca, consecuencia de la campaña y de una larga noche de euforia. “Yo soy español, español, español”, coreaban los asistentes a ese histórico momento.

Pese a su victoria, la líder de Ciudadanos no se postuló para ser presidenta de la Generalitat, consciente de que el bloque independentista tenía la mayoría absoluta y su candidatura sería con toda seguridad derrotada, una circunstancia que ha vivido ahora también el candidato del PSC, Salvador Illa, y que ella recuerda a los que entonces la criticaban por no haberlo intentado.

En sus cerca de siete años como diputada y portavoz del grupo Ciutadans en el Parlament, Arrimadas pasó de impulsar una unidad de acción con el PP y el PSC acudiendo juntos a los tribunales para hacer frente a los independentistas, a distanciarse de los socialistas catalanes, liderados entonces por Miquel Iceta, al que acusaba de connivencia con los “separatistas”, desdeñando también a un PP que ya empezaba a desangrarse en la Autonomía. En la campaña de ese 2017, de hecho, los llamamientos de Arrimadas a Iceta y al portavoz del PP, Xavier García Albiol, para firmar un preacuerdo que les comprometiera a los tres partidos a apoyar tras las elecciones a la lista más votada de los constitucionalistas, cayeron en saco roto. Esa división continúa.

El Parlament proclamó president a Carles Puigdemont y Arrimadas continuó como jefa de la oposición, un papel que había comenzado a ejercer en septiembre de 2015. Pero la dirigente de Ciudadanos aguantó poco en el cargo. El 23 de febrero de 2019 anunció su salto a la política nacional siguiendo los pasos de Rivera, que la presentó en Madrid en un multitudinario acto en el que desveló que iba a encabezar la lista de Barcelona en las elecciones generales del 28 de abril, desplazando a Juan Carlos Girauta, que tuvo que conformarse con liderar la de Toledo. Un sector del partido no ocultó su preocupación porque la formación quedara descabezada en Catalunya. Pero Arrimadas había dado por amortizada su presencia allí y llevaba tiempo queriendo dar ese paso, cansada de la presión de la política catalana y de los ataques que sufría por parte de grupos radicales. Y se instaló en Madrid.

En aquellas elecciones generales Arrimadas revivió el dulce sabor del éxito ya que Ciudadanos pasó de 32 escaños a 57. Sin embargo, apenas siete meses después la alegría se torno en drama al perder en las siguientes elecciones del 11 de noviembre 47 diputados, hasta bajar a los 10. Aquella historia ya se conoce. Rivera dimitió y Arrimadas fue designada su sucesora.

Desde entonces, nada ha sido fácil para la nueva dirigente de Ciudadanos. Especialmente dura fue la debacle sufrida por su partido en las ultimas autonómicas catalanas, celebradas el pasado mes de febrero, y en las que Ciudadanos se quedó con apenas seis representantes. También el PP se desplomó hasta los tres diputados, quedando sin grupo parlamentario. Arrimadas no ha dejado de reprochar al líder conservador, Pablo Casado, su negativa de ir juntos a esa cita, como hicieron en el País Vasco.

La cara de aquella cita fue para Vox, que irrumpió en el Parlament con 11 escaños, más que la suma del PP y Ciudadanos. Las tres derechas compiten ahora por un espacio electoral en parte compartido y con un discurso prácticamente idéntico contra los dirigentes independentistas catalanes y los nacionalistas vascos, así como contra el Gobierno de Sánchez, al que acusan de “vender España” a estas formaciones con tal de seguir en la Moncloa. “Los indultos son una vergüenza y una humillación para los españoles”; “Sánchez solo quiere atornillase en el sillón”; “está vendiendo España a los golpistas por un plato de lentejas”. Estas y otras acusaciones han sido lanzadas estos días por Arrimadas, aunque también podrían atribuirse a Casado o a cualquiera de los dirigentes del partido de extrema derecha: bien a Santiago Abascal, a Iván Espinosa de los Monteros o a Jorge Buxadé.

El mimetismo entre los tres partidos es tal que les ha llevado de nuevo a encontrarse en la madrileña Plaza de Colón el próximo domingo para protestar por los indultos en una manifestación convocada por la plataforma Unión 78, impulsada entre otros por la exlíder de UPyD, Rosa Díez. Una foto que en su primera versión, la de febrero de 2019, fue señalada después por algunos dirigentes como causante de que se etiquetara a Ciudadanos con la formación de extrema derecha, dejando libre el centro político.

La presencia de la líder en esta nueva convocatoria -en la primera no estuvo al alegar que se había retrasado su avión procedente de Barcelona- no ha gustado a todo el partido. Según ha desvelado la cadena Ser, algunos dirigentes cercanos a Arrimadas le han recomendado que no acuda y envíe una representación de bajo perfil. Estos dirigentes creen que su presencia allí va a suponer más coste político que beneficio, justo cuando el mensaje que quiere remarcar el partido en la Convención política que han programado para mediados de julio es que son una formación “liberal y de centro” . Pero la propia Arrimadas, después de varios titubeos, ha decidido acudir a la protesta y así lo ha remachado estos días en todas sus apariciones públicas. Según insiste, irá como “una ciudadana más” y no habrá foto de 'Colon 2.0', sino “una foto de Sánchez con los que dieron una golpe de Estado en Catalunya”, otro mensaje idéntico al del PP y Vox.

El partido se ha puesto a prueba y este viernes ha convocado su propia concentración en Barcelona ante la Delegación del Gobierno, a la que ya se ha confirmado que acudirá el líder del PP, Alejando Fernádez, pero no Vox. Será todo un reto, aunque en Ciudadanos son conscientes de que no van a conseguir el éxito que se produjo el 8 de octubre del 2017, cuando en víspera de aquellos históricos comicios se celebró una protesta similar convocada por Societat Civil Catalana (SCC) para defender la Constitución y la unidad de España.

Además, el discurso de Arrimadas está coincidiendo también con el que desgranan el PP y Vox con respecto al País Vasco. La líder de Ciudadanos ha criticado el traslado “masivo” de presos de ETA a Euskadi; que Sánchez les haya entregado también la gestión de las cárceles como pago de “una nueva letra” de la hipoteca al PNV y a EH-Bildu, lo que ha calificado como una “vergüenza”, y hasta ha resucitado lo que Rivera bautizó como “el cuponazo” en alusión al Concierto Vasco. Un asunto sobre el que Arrimadas había dado un cambio radical tras el pacto alcanzado con el PP en las elecciones autonómicas vascas, dado que allí los de Casado conocen la importancia que supone para el territorio ese concierto económico, y lo defienden. Ciudadanos terminó entonces firmando un acuerdo en el que aseguraban que respetarían “los regímenes forales” de las tres provincias vascas que antes habían tildado como “privilegios a los nacionalistas”.