Ciudadanos se hunde y solo salva el escaño de su portavoz

Carmen Moraga

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Nuevo varapalo para Ciudadanos, esta vez en las elecciones autonómicas de Castilla y León donde los peores presagios se han cumplido y el partido de Inés Arrimadas solo ha logrado mantener el escaño de su candidato, Francisco Igea, y a duras penas. Los malos resultados le abocan a irse a casa aunque en su discurso de este domingo por la noche ha señalado que “si lo que pretendía [Mañueco y el PP] era echar a Ciudadanos de la política, no lo han conseguido”.

Pese a que en el partido estaban muy satisfechos con el papel jugado por el médico, tanto en la campaña como –sobre todo– en los dos debates electorales, tampoco el esfuerzo realizado por toda la cúpula del partido, con Inés Arrimadas a la cabeza, que se ha volcado con él, ha sido suficiente para romper esa tendencia desenfrenada que sufre la formación hacia su desaparición.

Ciudadanos, que tenía ahora 12 diputados en la región tras el portazo que les dio una diputada, solo ha salvado los muebles en Valladolid, por donde se presentaba Igea. Pero allí pierde dos diputados. En las demás provincias, en las que hace dos años consiguió entre uno y dos representantes, se ha desplomado. Su lugar lo ocupa ahora Vox, que previsiblemente será el nuevo socio de Gobierno del PP, que ha logrado ganar al PSOE. La desolación entre los dirigentes del partido no se disimulaba.

“Convocaron elecciones buscando una mayoría absoluta y borrar al centro liberal español. Nada de eso ha sucedido. Nuestro proyecto resiste en Castilla y León en un escenario fragmentado y somos más necesarios que nunca en toda España. A seguir trabajando juntos, Francisco Igea”, ha tuiteado, pese al resultado, la líder de Ciudadanos a nivel estatal, Inés Arrimadas.

Igea, sin embargo, ha asumido que le hubiese gustado dar a los suyos “mucho más” y que “no hay nada que celebrar” porque le hubiese gustado al menos tener grupo parlamentario propio y ha insistido en que “los grandes partidos tienen que reflexionar”, porque Castilla y León necesita “estabilidad, presupuestos y reformas”. Además ha advertido que si “alguien” quiere llevar a Castilla y León “a un escenario de repetición de elecciones” es un “absoluto inconsciente”

En el partido sabían lo difícil de este nuevo reto en las urnas pero hasta llegaron a soñar con conseguir un mínimo de tres diputados para formar grupo parlamentario. Pero no ha podido ser. La debacle ha sido incontestable. En 2019 Ciudadanos fue la tercera fuerza política y cosechó casi el 15% de los votos en toda la comunidad. Entonces pudo elegir entre dar apoyo al partido más votado y ganador de las elecciones, el PSOE, o apuntalar al PP que llevaba gobernando 35 años la región. Albert Rivera lo tuvo claro y dio la orden de pactar con el PP de Alfonso Fernández Mañueco, un dirigente que desde el principio tuvo poca empatía con el que fue su vicepresidente. Los choques entre ambos en estos dos años y medio de legislatura fueron constantes.

La abrupta ruptura del Gobierno de coalición por parte de Mañueco dejó a Igea descolocado y desarmado. Ambos dirigentes se han cruzado entre sí acusaciones de “deslealtad” y de “traicionar” el acuerdo que sellaron. Mañueco sostuvo que Igea planeaba una moción de censura con el PSOE y ese mensaje, que él se apresuró a desmentir una y otra vez, caló en parte de la ciudadanía que ya daba por amortizada a la formación de Arrimadas.

La necesidad de subsistir

Este nuevo varapalo electoral abre un panorama muy negro para el partido que se autoproclama “liberal”, pese a que sus dirigentes insisten en la necesidad de subsistir para evitar que el “bipartidismo” pacte con “con los extremos”, los “nacionalistas” y los “populistas”. La propia Arrimadas no deja de repetir que es necesario que haya un espacio “moderado, europeísta, centrado y liberal”, como el que asegura que representa Ciudadanos, para ser “decisivos” a la hora de formar gobiernos.

Sin embargo, la líder de la formacion se ha vuelto a dar de bruces con una cruel realidad. Los votantes le dan la espalda. Quizá porque el discurso que han estado desgranando sus dirigentes estos meses les confunde. “No tienen ideología. Van dando bandazos”, es la queja contra ellos que más se oye, mientras el exlíder del partido, el propio Rivera, se dedica a poner más palos en las ruedas del camino de su sucesora a la que no ha apoyado desde que fue elegida.

Con este panorama, la próxima cita electoral hay que situarla, si no hay sorpresas, en Andalucía.Y si allí repiten estos pésimos resultados, 2023 podría ser la fecha del entierro de un partido que acarició poder gobernar España.