La Universidad de Sevilla encara la segunda vuelta de sus elecciones rectorales en un clima de máxima tensión por todo lo que hay en juego. El próximo lunes 10 de noviembre se decidirá si la institución mantiene la línea de continuidad con Carmen Vargas, heredera del actual equipo de gobierno de Miguel Ángel Castro, o si opta por dar un giro con José Luis Gutiérrez, el candidato que representa la alternativa a la dinámica de sucesión interna que ha marcado el rumbo de la Hispalense durante décadas.
Las dos candidaturas que han pasado el corte llegan a la cita prácticamente empatadas, tras una primera vuelta que ha dejado un escenario muy ajustado: Vargas logró un 26,6 % del voto ponderado y Gutiérrez un 21,9 %. El resto de los sufragios quedaron repartidos entre las otras cinco candidaturas ya descartadas, pero que juntas suman un 48,8 % del voto ahora en liza. La clave de la segunda ronda está, por tanto, en hacia dónde se orientan los apoyos que han quedado “huérfanos”.
La votación definitiva en las elecciones a rector se perfila así muy reñida. Tanto que diversas fuentes universitarias consultadas coinciden en augurar un desenlace que podría decidirse por “un puñado de votos”. Con este panorama de fondo, este jueves y viernes –los dos días de campaña previos a la votación final– ambos candidatos apuran sus estrategias para tratar de conquistar a un electorado dividido entre la seguridad de lo conocido y el deseo de cambio, que late en amplios sectores del profesorado y del personal universitario.
En este tramo final, Gutiérrez ha propuesto la celebración de un segundo debate, pero Vargas ha declinado esta posibilidad. En un vídeo publicado en las redes sociales de su candidatura, explica que “no se trata de debatir más sino de dialogar mejor”. Con dos días de campaña por delante, es el momento a su juicio de “comparar y decidir”. Gutiérrez ha replicado asegurando que “en el seno de la Junta Electoral General se acordó celebrar al menos dos debates, uno en cada vuelta”.
Con cinco candidaturas retiradas de la carrera por el Rectorado, el foco se centra ahora en el reparto de los votos huérfanos. Los más codiciados son los de Ana López, tercera candidata más respaldada por la comunidad universitaria con un 20,5 % de los sufragios. Procedente del entorno del actual equipo rectoral, pero con un perfil propio y un trato cercano al personal técnico y sindical, López se presentó como una outsider moderada, lo que le permitió cosechar un apoyo transversal que ahora se disputan los dos aspirantes finalistas.
Aunque el proyecto de Ana López se enmarcaba en la línea institucional de la que fue su compañera Carmen Vargas, parte de su electorado no se identifica con la idea de “otros seis años de Miguel Ángel Castro con careta”, como resumen voces internas de la universidad. Precisamente, el decano de Odontología ha logrado colarse en la segunda vuelta por el resquicio que ha dejado la escisión del oficialismo, al presentarse a las elecciones dividido en varias candidaturas.
Uno de los frentes más decisivos se libra en el sector del PTGAS, donde López ha sido la candidata más respaldada con un 3,57 %, frente al 1,5 % de Gutiérrez y el 1,48 % de Vargas. Ahora, ese voto se podría repartir entre sectores más conservadores que tiendan a replegarse hacia Vargas –valorada también por la posibilidad de convertirse en la primera rectora de la Hispalense– y otros más críticos con la gestión saliente, que podrían inclinarse hacia la opción renovadora representada en Gutiérrez.
Con todo, el PTGAS solo aporta el 10 % en la ponderación del voto, por lo que el verdadero termómetro estará en el profesorado, el grupo con mayor peso en la votación (ostenta un 60 % del voto ponderado) y el más movilizado (con un 80 % de participación). En el sector docente, el voto ha quedado muy repartido entre las distintas facultades y candidaturas, siendo las de Vargas (15,5 %), Gutiérrez (13 %) y López (11,2 %) las más respaldadas por el profesorado.
De nuevo la división del voto ha diluido la ventaja del bloque continuista y deja margen para movimientos cruzados en la segunda vuelta. Se espera que los apoyos de Pastora Moreno (9,5 % de la votación) y Alfonso Castro (7,5 %) vayan a parar al bloque de Gutiérrez, pues forman parte de la alternativa a la cúpula vigente. Por el contrario, el 2,5 % de Felipe Rosa irá a parar a la exvicerrectora, mientras que el 8,8 % de Ángeles Gallego son una incógnita (fue muy crítica con el equipo rectoral, aunque formó parte de él).
En contraste con la elevada movilización del profesorado, el estudiantado sigue siendo el gran reto de esta segunda vuelta. Solo el 15,44 % de los alumnos y alumnas llamados a las urnas —8.683 de los 56.231 convocados— ejercieron su derecho al voto el pasado 30 de octubre. Esa escasa participación deja un margen del 84,56 % de electores por movilizar. Un bloque enorme que podría inclinar la balanza si alguno de los candidatos logra activar a una parte de él, aunque sea mínima.
En la primera vuelta, el voto estudiantil se diluyó entre varias opciones, destacando los apoyos a Carmen Vargas (7,4 %), Pastora Moreno (5,7 %), José Luis Gutiérrez (5,5 %) y Ana López (4,5 %). Ahora los dos aspirantes finalistas buscarán absorber ese voto disperso y, sobre todo, estimular una participación que hasta ahora ha permanecido dormida, aun siendo conscientes de que hay poco margen para lograrlo.
En ese contexto, las estrategias de comunicación directa y la presencia en los campus durante la breve campaña de la segunda vuelta (6 y 7 de noviembre) podrían marcar la diferencia. Activar al alumnado se antoja decisivo, pero con el punto de partida de que, tradicionalmente, la comunidad estudiantil suele mantenerse al margen de las elecciones rectorales, percibidas como algo ajeno a su día a día académico.
En plena recta final de las primeras elecciones a rector o rectora en más de 20 años, el ambiente que se respira en la Universidad de Sevilla es de tensión. Con más de 70.000 miembros entre alumnado, profesorado y personal de administración, y un presupuesto que supera los 600 millones de euros anuales, la institución funciona como una ciudad dentro de la ciudad. Su peso académico, social y económico explica la intensidad de la contienda: quien gane el lunes dirigirá una de las mayores universidades de España, todo un coloso institucional en términos presupuestarios y de influencia.
Además, estos comicios ponen a prueba tanto el modelo de sufragio universal ponderado, implantado de forma definitiva, como el pulso entre continuidad y renovación en la gobernanza universitaria. El resultado definirá el rumbo de la US para los próximos años: si prevalece la continuidad del equipo actual, que reivindica estabilidad y gestión consolidada, o si se abrirá paso una alternativa que reclama un cambio en la gestión y en la gobernanza, apostando por un modelo “de abajo hacia arriba”.
Entre ambos polos se mueven ahora los votos huérfanos de las cinco candidaturas eliminadas, que podrían resultar determinantes para definir la nueva mayoría universitaria. En otras palabras: el desenlace está abierto y todo apunta a “empate técnico”, por lo que cada gesto puede inclinar la balanza en un sentido u otro. El próximo 10 de noviembre no solo se decidirá quién ocupará el sillón del Rectorado a partir del día 14, sino también qué modelo de universidad quiere la comunidad hispalense para los próximos seis años.
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