ENTREVISTA

Milagros García-Barbero, exdirectiva de la OMS: “Madrid es el reflejo de España en el extranjero y ahora es la imagen del descontrol”

Con varias localidades y barrios en vilo a la espera de nuevas medidas, Madrid vuelve a estar a la cabeza en número de contagios, muertes y ocupación hospitalaria. A pesar de eso, el Gobierno de Isabel Díaz Ayuso se resiste a anunciar la estrategia contundente que recomiendan los expertos en Salud Pública y Epidemiología, como Milagros García Barbero. Según la exdirectora de salud de la OMS, especialista en Medicina Preventiva y con experiencia en los sistemas sanitarios de ocho países, este titubeo político puede resultar determinante para el control de una pandemia a la que “Madrid siempre ha llegado tarde”.

A pesar de las dificultades socioeconómicas, la doctora aboga por los confinamientos perimetrales, como los que se plantean para los barrios del sur de la capital, empobrecidos y con una mayor incidencia de COVID-19. También piensa que “se podían haber evitado” porque “han tenido seis meses para planificar algo que quieren resolver en una semana”. Se refiere al refuerzo de la Atención Primaria, a la contratación de buenos rastreadores y a la ampliación de espacios, como en los colegios, donde aún no se pueden garantizar las mínimas normas de seguridad.

¿Estamos en una segunda ola o es que la primera nunca acabó, porque el virus nunca desapareció, aunque el verano diese la falsa apariencia de que sí?

En términos prácticos, es un mero tema semántico. Lo que está claro es que el virus no había desaparecido y que, en el desconfinamiento, la gente creyó que sí y que después de estar tres meses encerrados tenían que salir todos en estampida. Se relajaron mucho las medidas de seguridad y empezaron los rebrotes. Eso, a nivel nacional, pero hay muchas diferencias entre comunidades.

En estos tres meses, muchas no han adaptado el número de rastreadores, ni reforzado la Atención Primaria, ni planificado cómo realizar pruebas PCR selectivas. Además, hay parte de población que se ha comportado como si el virus no fuera con ellos, y que al infectarse ellos, infectan a otros círculos y esos círculos se van agrandando hasta llegar a la transmisión comunitaria, como ha ocurrido en Madrid, que está fuera de toda la media nacional.

¿Cuál es esa media?

Si la OMS considera que la transmisión comunitaria está controlada por debajo del umbral del 5%, nuestra media nacional es de un 13%. Pero es que Madrid está en un 20%, con un tercio de todos los contagios. O sea que Madrid es como una especie de bomba de relojería.

Decía hoy el epidemiólogo Daniel López Acuña que Madrid no es una ciudad más. ¿Cómo influye su caos en la imagen general de la gestión de la pandemia?

Madrid es en cierta medida el reflejo de España en el extranjero y ahora es la imagen del descontrol. Se cree que todo el país está como Madrid, lo cual no es cierto en absoluto. Si ponen en cuarentena a la gente que viene de Madrid, no van a discriminar si viven ahí, en Galicia, Andalucía o Asturias. Prohibirán la entrada a gente de toda España. Todo eso repercute en el reflejo internacional y en la imagen que ya existe de España como un país bastante caótico en general, con 18 gobiernos distintos y donde cada uno va a su aire. Pero la diferencia fundamental entre Madrid y las otras comunidades es cómo se ha gobernado.

¿Qué ha fallado en la capital para llegar a estos números cuando, supuestamente, hace dos meses tenía los rebrotes controlados?

Es que no los tenía controlados, pero tampoco tenía personal que pudiese informar de ello. Además de la gran densidad de población, tiene muchas deficiencias estructurales y sanitarias. Madrid va tarde en todo últimamente: hizo 95.000 test serológicos a profesores cuando los colegios empezaban al día siguiente, pidió rastreadores voluntarios dos meses después de desconfinarse, fue la última en decretar la mascarilla obligatoria y resulta que ahora sale el viceconsejero diciendo que están planificando nuevas medidas que anunciarán el lunes. A estas alturas, Madrid no puede tardar más en confinar ciertos barrios.

En su opinión, ¿qué ha ocurrido en los barrios del sur de Madrid para que la incidencia sea tan alta?

Eso no solo ocurre en Madrid. En los barrios más pobres es donde mayor incidencia hay y, al final, se convierten en un caldo de cultivo. Primero, porque las medidas de protección y de seguridad se relajan mucho: están superpoblados, no se respetan las medidas de seguridad, los colegios están menos protegidos y la higiene de los barrios está menos cuidada. Segundo, porque las condiciones de habitabilidad de las casas, que son más pequeñas y vive mucha gente en ellas, son peores. Y, tercero, porque las medidas higiénicas son las que son. Comprar mascarillas y cambiarlas cada cuatro horas implica un gasto importante para familias que cuentan con presupuestos muy bajos.

Pasa en todas las ciudades grandes, que en la periferia tienen una tasa de infección mucho más alta que en los barrios mejor dotados y con gente con un poder adquisitivo mayor. Las casas son mejores, el barrio está mejor organizado y está más limpio. Hay toda una serie de factores que contribuyen a que la misma batería de medidas no funcione igual en todas partes.

¿Y qué se podría haber hecho para revertir eso?

Controlar mejor los brotes y tener más rastreadores. También se tenía que haber fortalecido la Atención Primaria de esas zonas. La gente se queja de que llaman al centro de salud y no les cogen el teléfono. Pero yo tengo amigos que trabajan en ambulatorios y dicen que están atendiendo llamadas todo el día. Mi opinión es que los rastreadores no deberían haber sido los médicos o las enfermeras de Atención Primaria. Tenían que haber dependido de Salud Pública y haber sido personas entrenadas en centros especiales para hacer ese seguimiento. Y, cuando encontrasen gente con sintomatología, entonces ya sí derivarlos a Primaria.

Ahora, esos distritos y localidades de Madrid se enfrentan a un posible confinamiento selectivo. ¿Puede funcionar con barrios en los que hay tanta movilidad?

Creo que precisamente por eso no se han atrevido a hacerlo todavía. El confinamiento perimetral ha quedado claro que funciona porque consigues disminuir la curva a los 15 o 20 días y, sobre todo, frenas la extensión de los contagios, como ha ocurrido en Lleida, en barrios de Barcelona o en zonas de Aragón. Pero aquí es complicado por lo que hablábamos antes de la renta de la población. Hay mucha gente que trabaja día a día, no tienen sueldos fijos. Además, si no están enfermos, no tienen derecho a una baja laboral. ¿Vas a obligar a las compañías a pagar el confinamiento de todos esos barrios como si fueran vacaciones anticipadas? Las empresas en estos momentos tampoco se pueden permitir esos lujos. Se están resistiendo, pero creo que al final no van a tener más remedio. Lo que pasa que no pueden hacerlo con diez días de anticipación.

¿Para que la gente no se marche como ocurrió en marzo?

Claro. Lo tienes que anunciar con dos o tres días, porque hay personas que tienen que salir, que están trabajando y que deben justificarlo. Pero no con diez. Madrid es complicado porque es grande, tiene muchas carreteras, se puede salir por muchísimos sitios y la gente se lo sabe. Aunque confinando perimetralmente, se reduce mucho el riesgo.

Teniendo en cuenta la alta tasa de transmisión comunitaria y que es zona de paso regional y de comercio internacional, ¿tendría sentido volver a confinar todo Madrid?

En mi opinión, hay muchos barrios que no necesitan un confinamiento. Y las zonas de paso no son el problema: por Barajas han entrado un centenar de positivos y la gente cada vez viaja menos. El problema no está ahí, sino en los barrios que sí que hay que confinar. Ya sabemos que el foco de los brotes surge en reuniones familiares y sociales, o en entornos laborales que no cumplen las medidas de seguridad. No está en la gente que viene de fuera. La alternativa en esos casos, en los barrios con menos incidencia, sería poner restricciones más contundentes. Pero, una vez más, Madrid se dedica a hacer cribados masivos inútiles y va tarde en todo lo demás.

¿Cuándo son útiles esos cribados masivos y por qué en Madrid no han funcionado?

Deberían hacerse alrededor de los brotes confirmados, donde hay grupos que están disparando los contagios y donde no se respetan las medidas de seguridad. Tenemos el ejemplo más claro de cómo no deben hacerse con los profesores. De las 95.000 pruebas que les hicieron, solo 18 salieron positivo en coronavirus. Si se hubiesen usado esos recursos en los barrios más afectados, en lugar de haberlo hecho indiscriminadamente donde sea, habría sido una medida más útil para esta pandemia. Los test cuestan un dinero, es un desperdicio de recursos. Y, más allá de lo material, están saturando los laboratorios. Están tardando semanas en dar los resultados cuando lo normal es tenerlo en cuestión de horas.

La primera vez que se decretó el Estado de alarma se contabilizaron 136 muertos. Esta semana llevamos casi 600. ¿Qué ha cambiado para que no se plantee un segundo estado de alarma?

Yo creo que eso es muy complicado en este momento y, sinceramente, tampoco es necesario. En esas situaciones acaban pagando justos por pecadores, los que lo han hecho bien por los que lo han hecho mal. En este momento lo que hay que hacer, ya digo, son confinamientos perimetrales, controlar muy bien los brotes, rediseñar o aprovechar mejor las capacidades de rastreo, contratar a más médicos de Atención Primaria y concienciar a la población.