Arqueólogos descubren en Gabón una cueva clave para entender la prehistoria africana

En el corazón del bosque ecuatorial de Gabón, un equipo de arqueólogos está desenterrando pruebas que podrían transformar la comprensión de la historia de África central. Bajo los frondosos árboles y los acantilados de dolomita de Lastourville, en una región que hace dos mil millones de años fue un océano, se encuentra la cueva de Youmbidi. Allí, los investigadores han hallado restos de ocupación humana que se remontan al 25.000 a.C., en un yacimiento que podría reescribir el relato tradicional sobre los orígenes de las civilizaciones africanas.

Un yacimiento olvidado entre selvas y acantilados

Hasta hace poco, gran parte de la arqueología africana se había centrado en regiones desérticas o semidesérticas como el Sáhara o Egipto, dejando de lado las zonas boscosas por considerarlas improductivas en términos de hallazgos. Richard Oslisly, geoarqueólogo francés con más de cuatro décadas de experiencia en la región, decidió contradecir esa visión dominante. “Me dijeron que en la selva no había nada, pero asumí el reto de demostrar lo contrario”, explica. Su apuesta por explorar lo desconocido está dando sus frutos: entre los hallazgos figuran herramientas de piedra del Pleistoceno, una punta de flecha y fragmentos de minerales como cuarzo, dolomita o jaspe, manipulados por humanos hace más de 10.000 años.

La cueva de Youmbidi ha registrado 12.000 años ininterrumpidos de presencia humana, convirtiéndose en un enclave de valor incalculable para entender cómo vivían los pueblos prehistóricos en ambientes forestales. Según Geoffroy de Saulieu, investigador del Instituto de Investigación para el Desarrollo (IRD) de Francia, todavía se desconoce casi todo sobre aquellas personas: sus lenguas, nombres, modos de vida. Sin embargo, los indicios que emergen del subsuelo, desde restos de carbón hasta fragmentos óseos y cerámicas, permiten recomponer poco a poco ese universo desaparecido. “Es como un rompecabezas. Reunimos piezas mínimas para reconstruir una forma de vida que fue el origen del África central actual”, afirma.

Pistas mínimas para reconstruir un mundo perdido

Los hallazgos más recientes han dejado perplejos a los investigadores. Entre ellos destaca uno de los fragmentos de cerámica más antiguos del África central, con más de 6.500 años de antigüedad. También se ha recuperado un diente humano que podría contener ADN, lo cual supondría un avance decisivo para conocer mejor el linaje de estos grupos. Una cuenta hecha con la concha de un caracol gigante africano, datada entre 3.300 y 4.900 años atrás, ha sido calificada por los científicos como un “testigo humilde pero hermoso” del periodo estudiado, revelando costumbres sofisticadas y una cierta estética cultural que desmiente los tópicos sobre la supuesta rudimentariedad de los pueblos prehistóricos.

De hecho, los vestigios apuntan a sociedades complejas y dinámicas, dotadas de conocimientos técnicos y capacidad de innovación. “La cerámica demuestra que no eran sociedades inmóviles, ya habían iniciado procesos técnicos avanzados”, explica De Saulieu. Para él, lo más fascinante es la riqueza de la vida social que parece haber existido en estas selvas: una civilización adaptada a su entorno, con estructuras de convivencia que hoy empezamos a intuir a través de sus restos materiales.

Aprender del pasado para entender el futuro climático

Pero el valor del yacimiento de Youmbidi va más allá de la arqueología. Según el paleoclimatólogo Yannick Garcin, también del IRD, los datos obtenidos podrían ayudar a comprender cómo las poblaciones prehistóricas reaccionaron ante los cambios climáticos. Durante los últimos 12.000 años, correspondientes al periodo Holoceno, África central ha experimentado transformaciones drásticas en su clima, vegetación e hidrología. Saber cómo se adaptaron los humanos a esos desafíos puede aportar claves útiles para afrontar los actuales procesos de cambio climático.

En este sentido, Oslisly defiende que África central merece una inversión científica mucho mayor. “Los buenos estudios sobre la relación entre el ser humano y su entorno en el pasado nos permitirán responder mejor a los cambios ambientales que se avecinan”, sostiene. El equipo confía en que la cueva de Youmbidi no solo contribuya a reconstruir un pasado olvidado, sino también a preparar mejor el futuro.