Arqueólogos localizan en Australia un depósito único de 60 herramientas líticas del Holoceno tardío

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El hallazgo de un segundo escondrijo de tula adzes en la región de Boulia, en el oeste de Queensland, Australia, aporta nuevos datos sobre las prácticas de enterramiento deliberado de herramientas líticas en el interior semiárido australiano. El descubrimiento, publicado en Archaeology in Oceania se realizó en 2023 en la orilla erosionada de un pequeño cauce que desemboca en un billabong, una laguna estacional típica de la región; y a menos de 10 km del depósito excavado por Peter Hiscock en la década de 1980. 

Esto constituye una oportunidad excepcional para estudiar una conducta extremadamente rara: la ocultación subterránea de herramientas completas que, con toda probabilidad, se prepararon para su recuperación o circulación posterior. La integridad del conjunto y su proximidad al primer cache permiten profundizar en cómo estas prácticas pudieron formar parte de la gestión de recursos de la región en los últimos siglos.

Qué son las tula adzes y por qué son importantes

Las tula adzes son herramientas de piedra muy características del interior árido de Australia. Se reconocen por su filo curvo retocado en una sola cara y por los bulbos de percusión prominentes que deja su técnica de talla. Están documentadas tanto arqueológicamente como a través de registros etnográficos. Estas herramientas se empleaban sobre todo en trabajos de madera, aunque también pudieron tener otros usos. 

Hallazgos aislados de tulas abundan en superficie, pero los depósitos deliberados son excepcionalmente raros: antes de este descubrimiento solo existía un caso confirmado. Que aparezca ahora un segundo conjunto completo (60 piezas grandes, sin uso y sin ningún indicio de que llegaran a montarse en un mango) convierte a Boulia en un punto clave para entender su fabricación, acabado y almacenamiento.

Un entorno marcado por el agua y la erosión

El escondrijo apareció en un paisaje árido dominado por un billabong, una laguna típica de los ríos australianos cuando quedan aislados de su curso principal. Las piezas quedaron al descubierto en la parte erosionada de un pequeño cauce, entre dos veredas de ganado muy deterioradas. La erosión había empezado a exponer parte del depósito, originalmente enterrado en un hoyo excavado en el sedimento.

El conjunto está formado por 60 tula adzes completas y de gran tamaño, todas con un patrón tecnológico coherente: bulbos de percusión marcados, retalla unifacial distal y ausencia de cualquier señal de desgaste. Su disposición, en forma de pirámide invertida dentro de un hoyo de unos 21–25 cm de diámetro, indica que fueron depositadas en un único gesto planificado. 

Tres parejas de piezas presentan conjoin, fragmentos que encajan entre sí, lo que confirma que algunas fueron talladas en los mismos episodios de producción. La homogeneidad morfológica, el excelente estado de conservación y la ausencia de fases avanzadas de reducción refuerzan la idea de que se trata de herramientas terminadas pero nunca utilizadas.

Una acumulación vinculada a redes históricas de intercambio

La interpretación arqueológica apunta a prácticas de almacenamiento relacionadas con redes de intercambio bien documentadas entre Queensland, Nueva Gales del Sur y Australia Meridional. Para Hiscock, el primer escondrijo era probablemente un lote preparado para circular por las rutas de intercambio. El nuevo conjunto encaja bien con esa idea: son herramientas grandes, completas y que nunca llegaron a utilizarse. Las dataciones combinadas (radiocarbono y OSL) sitúan el enterramiento probablemente en algún momento entre 1823 y 1883, una cronología compatible con la actividad de estas rutas durante el periodo colonial.

La comparación entre ambos depósitos revela patrones tecnológicos comunes: tamaños mayores que los habituales en dispersión superficial, formas estandarizadas y técnicas de talla orientadas a generar bulbos voluminosos. Aunque los contextos y cronologías difieren, los dos escondrijos contienen herramientas completas y cuidadosamente manufacturadas. El de Scarsdale 1 es, además, el más grande y mejor conservado documentado hasta la fecha.

Un hallazgo que amplía el registro del almacenamiento lítico en Australia

La extrema rareza de estos depósitos convierte el hallazgo en una pieza clave para la arqueología australiana. Aunque se han documentado miles de tulas en superficie, solo dos escondrijos enterrados han podido excavarse con métodos modernos. Y es precisamente en estos contextos donde se hacen visibles decisiones que normalmente no dejan huella: cómo se acumulaban las herramientas, qué materiales se seleccionaban y en qué momento del proceso de producción se encontraban.

El contraste entre ambos depósitos también es revelador: mientras el primero incluía piezas en distintas fases de fabricación, el de Scarsdale 1 está formado únicamente por herramientas completas. Esa diferencia abre nuevas preguntas sobre el papel que pudieron tener estos conjuntos en el interior del semiárido australiano.

Los autores concluyen que este segundo escondrijo confirma la existencia de prácticas de almacenamiento deliberado en el distrito de Boulia y amplía significativamente el registro conocido de caching en Australia. Siguen abiertas cuestiones como la posible existencia de otros depósitos en la región, cómo se articulaba la producción local con las rutas de intercambio y por qué estas herramientas nunca llegaron a recuperarse. Lo que sí muestra este hallazgo es una imagen excepcionalmente precisa de un momento concreto de actividad lítica que rara vez deja huella material.