En el vasto territorio selvático del Petén, en el extremo norte de Guatemala, se alzan los restos de Naachtun, una antigua ciudad maya donde los arqueólogos han hallado un tablero de patolli único en todo el mundo maya. En lugar de estar grabado en el estuco, el método habitual entre los mayas, este tablero fue construido como un mosaico: cientos de pequeñas teselas cerámicas, alrededor de 478 fragmentos estimados, incrustadas en mortero fresco para delinear sus casillas. La pieza, ubicada bajo la estructura 6L-19 del complejo residencial 6L-13, no solo destaca por su singularidad técnica: también permite, por primera vez, situar con claridad el momento en que se creó y entender cómo este juego pudo integrarse en la arquitectura desde su origen.
El misterio del tablero: ¿cuál era su uso y por qué es tan importante el hallazgo?
El patolli, ampliamente documentado en Mesoamérica, aparece en textos coloniales, códices posclásicos y en decenas de tableros excavados en ciudades mayas. Sin embargo, en el área maya estos tableros siempre habían sido incisos: surcos grabados en suelos y bancos de estuco, con formas que oscilan entre variantes cosmográficas y diseños más simples asociados al entretenimiento.
Su función, a caballo entre lo ritual, lo adivinatorio y lo lúdico, ha sido objeto de debate durante décadas. El hallazgo de Naachtun introduce un elemento disruptivo: demuestra que el juego podía planificarse como parte de un espacio arquitectónico y no como un añadido tardío, una duda frecuente en las investigaciones previas.
Para entender la relevancia del hallazgo es necesario situarlo en Naachtun, una antigua ciudad maya del periodo Clásico ubicada en el norte de Guatemala, en la región del Petén, entre los grandes centros de Tikal y Calakmul. Aunque identificada desde los años veinte, solo desde 2004 se excava de forma sistemática.
Su historia combina un auge temprano ligado a la dinastía Suutz, la construcción de más de 70 monumentos y un papel político relevante en las tensiones geopolíticas del Clásico maya. En este paisaje, el complejo 6L-13 destaca como un conjunto residencial de élite, posiblemente sede de un linaje poderoso con funciones administrativas. Una larga secuencia de ocupación, arquitectura monumental y abundantes saqueos indican su importancia dentro del asentamiento.
Cuándo se halló el tablero
El tablero apareció durante los trabajos de 2023 bajo la estructura 6L-19, parcialmente cubierto por un muro construido con posterioridad. Este detalle estratigráfico es clave: el suelo en el que está incrustado el tablero (Floor 1) corresponde a una fase anterior y no muestra ningún otro elemento asociado. La superposición del muro demuestra que el tablero formó parte del diseño del pavimento original y que quedó, en algún momento, expuesto en un espacio abierto antes de la construcción de la estructura superior. A diferencia de otros ejemplos mayas, cuyo contexto y cronología suelen ser inciertos, aquí puede afirmarse con claridad que el tablero pertenece al momento de creación del suelo, lo que elimina la posibilidad de que fuera un añadido tardío o un gesto ritual aislado.
Así es la pieza
La pieza presenta la forma típica del patolli maya: un rectángulo con una cruz central que divide el espacio en casillas, un patrón estimado de unas 45 casillas, según la reconstrucción digital del diseño. Sin embargo, su técnica de ejecución lo convierte en un caso sin paralelos. Cada casilla está formada por pequeños fragmentos cerámicos, de entre 1 y 3 centímetros, cuidadosamente incrustados en el mortero.
El análisis digital de las teselas y de sus improntas en el suelo ha permitido reconstruir parte del patrón original y estimar que el diseño completo requirió unos 478 fragmentos. Además, la selección cromática no es casual: todas las teselas conservan un tono rojizo homogéneo, tal vez por visibilidad o por su asociación simbólica con el Este en la cosmología maya. La elección de este material, su cantidad y la precisión del trazado indican una inversión de trabajo muy superior a la observada en los tableros incisos, de ejecución rápida y poco profunda.
El análisis cerámico de los fragmentos recuperados revela que proceden de vasijas diversas, muchas de ellas erosionadas y correspondientes a tipos del Clásico Temprano, como Dos Hermanos Red y Aguila Orange. Esto sugiere que los materiales fueron reutilizados a partir de un basurero doméstico y no fabricados ad hoc.
Aun así, su presencia proporciona un terminus post quem en el siglo V d.C. para la construcción del tablero. Los investigadores advierten que la datación exacta del suelo no pudo establecerse mediante excavación directa, para evitar dañar la pieza, pero el conjunto cerámico apunta a una cronología temprana dentro del corpus de tableros mayas, donde la mayoría corresponde al periodo Clásico Tardío y Posclásico.
Ahora se pueden responder a preguntas que durante años estuvieron en el aire
Este carácter excepcional permite responder a preguntas que durante años han limitado el estudio del patolli en el mundo maya. Los tableros incisos suelen considerarse efímeros, hechos con instrumentos improvisados y sin garantías de durabilidad. El mosaico de Naachtun implica lo contrario: una planificación arquitectónica, una inversión notable de recursos y la intención, al menos teórica, de un uso prolongado.
Además, aporta indicios sobre el significado social del juego: un espacio abierto, quizá techado pero no cerrado, dentro de un complejo residencial de élite donde actividades rituales, administrativas y comunitarias se entrelazaban. También abre nuevas vías para interpretar los vínculos entre simbolismo cardinal, color, orientación y práctica lúdica.
Con todo, los investigadores subrayan que gran parte del potencial del hallazgo dependerá de futuras excavaciones. Falta determinar la función precisa de las estructuras 6L-19 y 6L-20, comprobar si existió una cubierta o un espacio semipúblico asociado y clarificar si el tablero se usó durante toda la vida útil del pavimento o solo en una fase inicial.