La ciencia corrige a los historiadores: Lombardía no fue el origen del ladrillo danés del siglo XII

Ada Sanuy

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Cuando la construcción en ladrillo irrumpió en Dinamarca a mediados del siglo XII, transformó por completo el paisaje arquitectónico del país. De repente, iglesias y fortificaciones comenzaron a levantarse con un material nuevo y prestigioso, algo que queda reflejado en una placa de plomo hallada en la tumba del rey Valdemar el Grande. En ella, una inscripción afirma que había construido con ‘piedra cocida’.

Durante un siglo, la explicación dominante se ha basado en una teoría formulada por el arquitecto danés Mogens Clemmensen: la técnica habría llegado de forma directa desde Lombardía (Italia), donde florecía una sofisticada tradición de construcción en ladrillo. Ahora, un estudio multidisciplinar publicado en npj Heritage Science pone a prueba esta hipótesis y concluye que no se sostiene a la luz de los datos materiales y cronológicos disponibles.

Lo que dice el estudio

La investigación recuerda que, en la segunda mitad del siglo XII, Dinamarca vivió un cambio arquitectónico profundo. Además del uso creciente del ladrillo en monasterios como Soro y Ringsted, Valdemar el Grande impulsó la ampliación de la muralla de Danevirke, una de las mayores obras defensivas medievales de la región. De forma paralela, figuras como el obispo Absalon lideraron nuevas fundaciones monásticas que incorporaban innovaciones constructivas. En ese contexto, el ladrillo se convirtió en un material de prestigio y en un signo de poder e influencia, un rasgo que reforzó la idea de una posible importación directa desde Italia, donde la tradición lombarda ya estaba consolidada.

La teoría clásica defendida por Clemmensen se apoyaba en las similitudes estilísticas entre las iglesias italianas de Chiaravalle y Abbadia Cerreto y las danesas de Soro y Ringsted. Para él, la presencia de rasgos arquitectónicos compartidos bastaba para plantear una relación directa y casi inmediata entre ambos focos constructivos. Durante décadas, su propuesta fue el marco interpretativo dominante en la historiografía danesa, y numerosos estudios retomaron o desarrollaron esta conexión aparentemente evidente. Sin embargo, la ausencia de pruebas históricas concluyentes y la falta de análisis arqueométricos detallados dejaban abierta la puerta a otras explicaciones.

Un cambio de perspectiva

El nuevo estudio analiza este problema desde una perspectiva radicalmente distinta: en lugar de partir de las similitudes formales, confronta la hipótesis con datos materiales. Para ello, el equipo examinó 305 ladrillos y 30 muestras de mortero procedentes de las cuatro iglesias, aplicando técnicas como datación por termoluminiscencia (TL), espectroscopía FTIR, difracción de rayos X, análisis elemental por XRF y LA-ICP-MS, y mediciones cromáticas de las fachadas. Este enfoque permite reconstruir la procedencia de las arcillas, las temperaturas de cocción, los procesos tecnológicos y las fases de construcción o reparación, ofreciendo así una visión más precisa de cómo se levantaron realmente estos edificios medievales

Los resultados de la datación TL son decisivos. Si la tecnología hubiera viajado de forma directa desde Italia a Dinamarca, la secuencia cronológica debería mostrar primero iglesias lombardas y posteriormente las danesas. Pero el estudio revela un panorama muy distinto. La datación por termoluminiscencia sitúa Abbadia Cerreto (Italia) alrededor del año 1108, en un rango que abarca aproximadamente veinte años por encima o por debajo de esa fecha.

En Chiaravalle, también en Lombardía, el análisis ofrece una fecha en torno a 1258, con un margen aproximado de diez años arriba o abajo. En Dinamarca, las estimaciones para las iglesias de Soro y Ringsted se sitúan hacia 1185 y 1181, respectivamente, cada una con un intervalo que ronda los quince a veinte años por encima o por debajo de su fecha central.

Esto contradice la secuencia necesaria para un traslado directo e inmediato de la tecnología. En algunos casos aparecen ladrillos más recientes, pero el análisis demuestra que se deben a incendios, reparaciones o reposiciones históricas, no a fases constructivas contemporáneas de origen italiano

Ni el origen de las arcillas ni los colores cuadran con la hipótesis popular

La comparación de la procedencia y propiedades de las arcillas aporta otra evidencia clave. Los ladrillos de Chiaravalle y Cerreto comparten valores similares de susceptibilidad magnética y sensibilidad TL, lo que sugiere un origen geológico común dentro de Lombardía. En cambio, las iglesias danesas muestran patrones claramente diferentes, entre sí y respecto de las italianas. Soro y Ringsted no emplearon la misma arcilla, y ninguna coincide con las materias primas italianas. 

Tampoco los colores (determinados por la composición química y las condiciones de cocción) siguen patrones coherentes que indiquen una influencia técnica o un suministro compartido. El estudio documenta incluso variaciones cromáticas internas en cada iglesia que, según los autores, “difícilmente pueden atribuirse al azar”, lo que sugiere decisiones deliberadas por parte de los maestros constructores para controlar la apariencia visual de los muros, más que herencias tecnológicas importadas del sur.

Las diferencias también se extienden a los morteros. El análisis petrográfico revela proporciones de aglutinante y árido distintas entre iglesias italianas y danesas, así como variaciones en los procesos de preparación y en la presencia de elementos como nódulos de cal o fragmentos no calcinados. Estos contrastes sugieren tradiciones constructivas locales independientes, con técnicas adaptadas a los recursos disponibles y a los métodos propios de cada región. Los investigadores identifican asimismo fases de reparación o adiciones posteriores, lo que refuerza la idea de una evolución tecnológica compleja y no lineal.

A la luz de todas estas pruebas (cronológicas, mineralógicas, químicas y arquitectónicas), el estudio concluye que no existe evidencia que respalde la hipótesis de un traslado directo de la tecnología del ladrillo desde Lombardía a Dinamarca. En su lugar, los autores proponen un escenario más matizado: la difusión del conocimiento habría seguido rutas múltiples, probablemente impulsadas por las redes cistercienses y por contactos intermedios en territorios del Sacro Imperio, especialmente en el norte de Alemania.

Allí, el ladrillo también se expandió en fechas tempranas. Este modelo encaja mejor con la diversidad material documentada por los análisis arqueométricos y con las dinámicas históricas europeas del siglo XII, marcadas por intercambios graduales más que por transmisiones puntuales y unidireccionales.