¿Cómo logró sobrevivir un joven calcolítico a un mordisco de león que atravesó su cráneo? La excavación de Kozareva muestra hasta dónde llegó el cuidado de su gente

El rugido estremeció la pradera y los animales cercanos huyeron en desbandada. Un león, impulsado por el hambre o la defensa de su territorio, se lanzó con fuerza contra un joven que apenas tuvo tiempo de reaccionar. La embestida lo derribó y los colmillos se hundieron en su cabeza y sus brazos. La lucha fue breve, desigual y brutal.

El cuerpo quedó inmóvil sobre el suelo, y solo la intervención del grupo permitió que el atacante se alejara, dejando tras de sí un rastro de heridas profundas que marcarían para siempre la vida de su víctima.

El análisis de los huesos apuntó a un gran felino como responsable

Miles de años después, un equipo de arqueólogos en Bulgaria halló su rastro. En la necrópolis de Kozareva Mogila, cerca del mar Negro, los investigadores encontraron los restos de un varón de entre 18 y 30 años que sobrevivió al ataque de un gran felino. El estudio, publicado en el Journal of Archaeological Science: Reports, demuestra que el joven fue cuidado durante meses o años antes de morir, un ejemplo temprano de atención comunitaria en la Edad del Cobre.

Los análisis comparativos revelaron que las lesiones coincidían con las mordidas de un león. Los investigadores usaron moldes de silicona de alta precisión y cotejaron las marcas craneales con los dientes de grandes carnívoros. La pequeña depresión del lado derecho encajaba con el tercer premolar superior de un león, mientras que el orificio del parietal izquierdo, de unos 22 por 19 milímetros, correspondía al impacto de un canino. La disposición de las heridas y la profundidad de las marcas descartaron tanto las armas de la época como ataques de animales menores, como linces o leopardos.

El cráneo mostraba signos de un daño severo pero también de curación. Los bordes de las fracturas estaban cubiertos por un callo óseo consolidado, sin infección activa. Los especialistas dedujeron que las heridas se produjeron varios meses antes del fallecimiento y que el joven vivió con secuelas importantes. Las reacciones óseas en clavícula y húmero indicaban lesiones musculares graves, probablemente derivadas del forcejeo durante el ataque. Su recuperación fue posible solo gracias a la ayuda de su comunidad, que lo alimentó y cuidó hasta el final.

El tipo de entierro sugiere una posición social difícil de encajar

El entierro, sin embargo, reflejaba una posición social ambigua. La tumba, más profunda que otras de la necrópolis, no contenía objetos funerarios, un detalle poco habitual. Estaba situada en un sector reservado a adolescentes y jóvenes, también sin ajuares, lo que sugiere una categoría simbólica o ritual diferenciada.

Los autores del estudio plantean dos posibilidades: que su discapacidad le relegara a un estatus semejante al de los más jóvenes o que su aspecto, marcado por cicatrices y posibles secuelas neurológicas, provocara temor y motivara un tratamiento funerario singular.

El caso de Kozareva Mogila ofrece una perspectiva inédita sobre las relaciones humanas en el Eneolítico. La supervivencia de este individuo demuestra que su comunidad poseía conocimientos básicos de curación y una estructura social capaz de atender a los heridos graves. El hallazgo confirma la presencia del león en los Balcanes hace más de 6.000 años y constituye una de las pruebas más antiguas de un ataque de este tipo en Europa. Más allá del horror del suceso, los restos de la tumba 59 revelan una sociedad que valoraba la vida de sus miembros y que asumía el cuidado como un deber común, incluso cuando la supervivencia era incierta.