La humedad altera la historia antes de que lo hagan los arqueólogos. En los sepulcros del valle egipcio donde descansan los faraones, la filtración del agua y el paso del tiempo transforman la piedra en una superficie vulnerable. El turismo masivo, con su oleada de aire cálido y exhalaciones, incrementa la temperatura y la condensación en las cámaras subterráneas.
El resultado se traduce en grietas, hongos y descomposición de pigmentos que antes sobrevivieron milenios sin luz. Las momias y las paredes que las rodean pierden cada año resistencia, un proceso silencioso que ha llevado a los científicos a examinar de nuevo la estabilidad de la tumba de Tutankamón, la más emblemática del Valle de los Reyes.
Un equipo griego reproduce la tumba de Tutankamón en modelos digitales para medir su fragilidad
El estudio dirigido por el profesor Sayed Hemeda, de la Universidad Aristóteles de Grecia y publicado en npj Heritage Science, analiza las condiciones estructurales del sepulcro. La investigación emplea simulaciones geotécnicas para reproducir digitalmente la cámara funeraria y la presión que soporta el macizo rocoso que la cubre.
Hemeda explicó que el entorno geológico del valle representa un riesgo sostenido, porque las lluvias ocasionales penetran las grietas y saturan la roca conocida como formación Esna, un material de arcillas y limos que se deforma con facilidad al absorber agua. Según el estudio, esa composición provoca fisuras que reducen la capacidad de la estructura para sostener el peso de la montaña.
La zona de Luxor, donde se ubica el conjunto, sufre periódicamente avenidas repentinas que depositan limo y humedad en las cavidades excavadas. Una de ellas, en 1994, introdujo agua en la tumba de Tutankamón y alteró de forma duradera su equilibrio interno. Desde entonces, los niveles de humedad varían con cada visitante y con cada cambio estacional, generando tensiones en el techo y en las paredes.
En palabras del propio Hemeda, “la gran fisura que atraviesa los techos de la cámara funeraria y del pasadizo de entrada ha permitido la filtración de lluvia y ha agravado las grietas, sometiendo al techo a presiones que superan la capacidad de la roca de esquisto Esna”.
El investigador egipcio Mohamed Atia Hawash, de la Universidad de El Cairo, ha advertido de que los daños no se limitan a ese punto. Las fracturas se extienden a las laderas del valle y al área de Deir el-Bahari, donde se alza el templo de Hatshepsut. Hawash explicó a Independent Arabia que “las montañas próximas presentan fisuras amplias que incrementan el riesgo de desprendimientos”. Un colapso de ese tipo podría arrastrar toneladas de roca y destruir varios sepulcros reales.
La tumba de Tutankamón, registrada como KV62, se diferencia de otras por su tamaño reducido y por haber permanecido casi intacta desde su hallazgo por Howard Carter en 1922. Su estructura, excavada en una capa blanda, fue un recurso provisional tras la muerte prematura del joven faraón. Esa limitación técnica se ha convertido en su fragilidad principal. El esquisto que la rodea se expande al humedecerse y se contrae al secarse, lo que genera desplazamientos en los murales y en los relieves que adornan las paredes.
Las simulaciones de Hemeda señalan que el agua infiltrada disminuye la resistencia mecánica del material y hace más inestable la bóveda. Los ensayos de laboratorio confirman que la dureza de la roca se reduce en condiciones húmedas, lo que explicaría las láminas desprendidas del techo y la caída de fragmentos observada durante las últimas inspecciones. La descripción coincide con las fotografías que muestran fracturas cruzando los techos de las cámaras principales.
El Gobierno egipcio rechaza los estudios que advierten riesgos en la cámara del faraón
A pesar de las conclusiones técnicas, el Consejo Supremo de Antigüedades de Egipto ha rechazado los resultados. Su secretario general, Mohamed Ismail Khaled, afirmó que “las marcas y grietas observadas en las paredes de la tumba no son nuevas”. Según explicó, esas señales se mantienen igual “desde hace más de cien años”. El organismo sostiene que la conservación es óptima y que la tumba no presenta riesgo estructural.
Las autoridades egipcias citan al Getty Conservation Institute, con sede en Los Ángeles, como socio en la vigilancia del monumento. Los informes de este centro reflejan estabilidad en los valores de humedad y temperatura, lo que respalda la versión oficial de que la cámara sigue en buen estado. El Gobierno egipcio considera que el estudio griego se basa en datos antiguos y confunde mediciones de otras tumbas con las de Tutankamón.
La polémica divide a quienes confían en los modelos predictivos y a quienes prefieren los registros físicos obtenidos in situ. Mientras los primeros alertan de un posible colapso si la roca continúa saturándose, los segundos aseguran que las grietas permanecen sin cambio desde hace décadas. Entre ambos, la tumba sigue acumulando visitantes y tensiones internas que ningún informe logra resolver del todo.
El arqueólogo Emad Mahdi, miembro del Sindicato de Arqueólogos Egipcios, pidió en declaraciones a Independent Arabia la creación de un comité técnico que evalúe el estado del sepulcro y proponga soluciones. Reclamó un sistema permanente de seguimiento que mida los riesgos de humedad y determine cuándo intervenir. Entre las propuestas destacan el refuerzo controlado de la ladera superior, la regulación del flujo turístico y el control estricto del clima interior.
Los especialistas coinciden en que el problema no reside solo en la tumba del joven faraón, sino en todo el conjunto del Valle de los Reyes. Las filtraciones, la erosión y la presión del turismo afectan a decenas de cámaras excavadas en materiales similares. La estabilidad del terreno se reduce con cada episodio de lluvia intensa, y las grietas se multiplican incluso en zonas consideradas seguras.
Cada estudio, cada respuesta oficial y cada grieta registrada forman parte del mismo pulso entre la historia y el medio ambiente. Tutankamón sigue y seguirá recibiendo visitas, pero la roca que le protege acusa la fatiga de un siglo entero de exposición. Los expertos egipcios y extranjeros coinciden en un punto: la conservación del valle exigirá medidas preventivas y vigilancia constante para evitar que el legado de los faraones acabe disolviéndose con la humedad que lo rodea.