Los accidentes nucleares que alteran el curso de la historia no terminan nunca. Aunque su impacto inicial puede medirse en segundos, las consecuencias se ramifican con el paso de los años, dejando señales que penetran en los ciclos naturales y en los organismos vivos. La potencia liberada destruye mucho más que estructuras físicas: alcanza los genes, las relaciones entre especies y el equilibrio de los ecosistemas.
Esa doble carga, una inmediata y otra progresiva, convierte a estos eventos en detonadores biológicos que siguen actuando con el tiempo. Así se entiende la conexión entre Chernóbil y Fukushima, dos puntos del planeta atravesados por desastres nucleares y hoy convertidos en zonas de estudio para evaluar el impacto de la radiación en la vida silvestre.
Un equipo científico liderado desde el Laboratorio de Ecología y Ecotoxicología de Radionúclidos (LECO), con respaldo de la Autoridad Francesa de Seguridad Nuclear (ASNR), estudia cómo se comportan las poblaciones animales sometidas a estrés radiactivo crónico. Su trabajo se basa en comparar resultados de campo obtenidos en Ucrania y Japón, y completarlos con análisis moleculares en laboratorios franceses. La prioridad está en entender cómo la radiación altera la reproducción, un proceso especialmente sensible por su dependencia de la integridad genética, hormonal y comportamental.
Las ranas de Fukushima ofrecen pistas sobre los efectos más sutiles del estrés radiactivo
En el caso nipón, las observaciones se han centrado en las ranas arborícolas japonesas. Para identificar posibles alteraciones derivadas de la exposición, los investigadores han medido parámetros como la calidad espermática, el metabolismo energético y el canto de los machos. Estos indicadores permiten evaluar indirectamente la probabilidad de éxito reproductivo.
Según explicó la investigadora Léa Dasque en la conferencia anual de la Society for Experimental Biology celebrada en Amberes, “la radiación ionizante puede alterar la función endocrina, la gametogénesis y los comportamientos sexuales”.
Dasque detalló que los resultados preliminares apuntan a “una posible afectación del comportamiento de canto y de la motilidad espermática en las ranas expuestas a radiación”, dos elementos esenciales para el apareamiento en esa especie. Estos efectos no actúan de forma aislada.
El análisis de los gametos masculinos forma parte de una estrategia más amplia que incluye técnicas de genómica, transcriptómica y proteómica. A partir de estos datos, se evalúa si los daños celulares se traducen en consecuencias reproductivas o evolutivas en las poblaciones locales.
La exposición prolongada a radiación también afecta el comportamiento y la vida social de los peces
Los estudios realizados con peces cebra en laboratorio refuerzan esta hipótesis. Bajo exposición prolongada a radiación, estos animales presentan alteraciones en el desarrollo neuromuscular y una reducción en la sociabilidad. Estos efectos se interpretan como señales de disfunción en el sistema nervioso, que afectan tanto la movilidad como la capacidad de interactuar, lo que a su vez condiciona su aptitud reproductiva.
El doctor Olivier Armant, codirector del proyecto, expuso que “en Chernóbil documentamos una reducción en el índice de condición corporal y tamaños poblacionales pequeños en zonas altamente contaminadas”.
Además, el equipo francés ha iniciado una línea paralela de investigación centrada en polinizadores, en colaboración con el Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS). En este caso, se estudia si la radiación afecta funciones cognitivas como la memoria y la navegación, cruciales para la búsqueda de alimento y el mantenimiento de las colonias.
Chernóbil muestra cómo la radiación sostenida impide a las especies adaptarse con normalidad
Las observaciones en Chernóbil permiten ver qué ocurre cuando la contaminación radiactiva se mantiene durante décadas. Allí, los investigadores han comprobado que la diversidad genética de algunas especies permanece estancada, sin signos de recuperación evolutiva. Este fenómeno sugiere que las poblaciones afectadas operan con márgenes reducidos de adaptación, lo que limita su capacidad para hacer frente a otros cambios ambientales. En Fukushima, aunque el tiempo transcurrido es menor, ya se han identificado alteraciones en vías genéticas relacionadas con la motilidad del esperma, un factor que podría impactar directamente en la fertilidad.
La investigación avanza en la identificación de patrones comunes entre especies acuáticas, terrestres y voladoras. Esta mirada transversal permite definir indicadores biológicos más robustos y adaptar los protocolos de conservación a realidades diversas. Según los responsables del proyecto, incorporar variables como la diversidad genética, la movilidad de las especies y sus características reproductivas resulta imprescindible para evaluar correctamente los riesgos ecológicos a largo plazo.
Aunque la recolección de datos sigue en marcha, las conclusiones parciales ya evidencian que la exposición crónica a radiación genera alteraciones sostenidas que afectan la reproducción y reducen las probabilidades de supervivencia. Esta constatación refuerza la necesidad de sistemas de monitoreo a largo plazo y de enfoques que integren tanto la evolución biológica como la variabilidad ecológica en sus modelos de análisis. La radiación, lejos de ser un evento puntual, se comporta como una presión constante que reorganiza la vida en todas sus formas.