La historia de la aristocracia está llena de crímenes extraños y curiosos. A lo largo de los siglos, los enfrentamientos internos por el poder y la sucesión han originado muertes violentas entre nobles y reyes. Algunos casos quedaron envueltos en rumores, como el asesinato del zarévich Dimitri en la Rusia de los Ruríkidas o la ejecución del duque de Clarence en Inglaterra, que, según la leyenda, murió ahogado en una cuba de vino. Estos episodios reflejan cómo la lucha por el control político dentro de las familias gobernantes generó traiciones y muertes planificadas.
El asesinato del duque Béla de Macsó, ocurrido en el siglo XIII en Hungría, pertenece a esa misma tradición de violencia que marcó las cortes medievales europeas. La identificación de sus restos más de siete siglos después ha permitido reconstruir con rigor un crimen que durante siglos se consideró un episodio legendario.
La autopsia forense revela un ataque múltiple y premeditado
El estudio genético y forense de los huesos hallados en el monasterio dominico de la isla Margarita confirmó que pertenecían a Béla, duque de Macsó, descendiente de las casas reales de Árpád y Rúrik. El análisis reveló que el joven noble, de unos 25 años al morir, sufrió 26 heridas producidas por armas blancas. Los investigadores determinaron que fue atacado por tres hombres que utilizaron diferentes tipos de espada.
Los cortes, concentrados en la cabeza y el torso, mostraban que intentó defenderse antes de caer al suelo. Los agresores continuaron el ataque incluso cuando ya estaba inmovilizado, lo que evidenció una ejecución planeada. La disposición de las heridas coincidía con las crónicas de 1272, que describían una conspiración dirigida por el ban Henrik KÅszegi y sus aliados contra el duque. Las marcas en el cráneo indicaban golpes fatales, aplicados con violencia frontal y desde los laterales, hasta desfigurar su rostro.
El equipo interdisciplinar que examinó los restos trabajó con un nivel de detalle inédito. Participaron especialistas de la Universidad Eötvös Loránd de Budapest, del Instituto de Arqueogenómica de Hungría y de centros internacionales de Viena, Bolonia, Helsinki y Harvard. Las muestras, conservadas desde 1915 y redescubiertas en 2018 dentro de una caja de madera olvidada, fueron analizadas con técnicas de radiocarbono e isotopía. Los resultados confirmaron que el esqueleto correspondía a un miembro de la familia Árpád asesinado a mediados del siglo XIII.
Los datos genéticos trazan un mapa familiar entre Hungría, Rusia y Bizancio
Los análisis isotópicos demostraron que Béla pasó su infancia en la región que hoy pertenece a Serbia y Croacia, y que se trasladó después hacia el norte del reino. La composición genética confirmó que era bisnieto del rey Béla III y presentaba un importante componente escandinavo heredado de la línea paterna de los Rúrik. En el ADN materno se identificó un origen mediterráneo, procedente de su abuela María Láskarina, miembro de la dinastía bizantina.
El estudio, publicado en la revista Forensic Science International: Genetics, situó al duque Béla entre los pocos nobles medievales identificados genéticamente en Europa. Además, aportó información decisiva sobre la estructura genealógica de las dinastías húngara y rusa, y mostró cómo la colaboración entre disciplinas científicas puede resolver un enigma histórico. El hallazgo convirtió un relato de crónica medieval en un caso documentado con pruebas físicas, y ofreció una imagen precisa de las intrigas políticas que caracterizaron el final del reinado de Béla IV.