En pleno corazón del casco antiguo de Martorell, coronando el cauce del río Llobregat, se alza un puente cuya historia abarca más de dos mil años: el Pont del Diable. Aunque la estructura que hoy cruzamos data de 1963, reconstruida sobre un puente gótico de 1295, sus cimientos conservan la huella de Roma en Cataluña. Este puente monumental formaba parte de la Vía Augusta, construido alrededor del año 10 a. C. para permitir el paso de carros de bueyes, con una calzada ancha y casi horizontal que conectaba los pueblos de la comarca del Baix Llobregat.
De la época romana permanecen los estribos de grandes sillares, con inscripciones de las legiones X Gemina, IV Macedonica y VI Victrix. Incluso se conserva un arco triunfal honorífico del siglo II, un testimonio de la ingeniería romana y de su presencia duradera en Cataluña. Durante siglos, fue el único puente de la zona, convirtiéndose en un eje estratégico de comercio y comunicación hasta la Edad Media.
Una historia de reconstrucciones y leyendas
El Pont del Diable no ha permanecido intacto: el río se llevó la pila central, y se documenta una primera reconstrucción en 1143. Más tarde, entre 1283 y 1295, Bernat Sellés dirigió la transformación en un puente gótico con dos arcos ojivales, pensados para resistir las crecidas del Llobregat y facilitar el tránsito de animales de carga.
A lo largo de los siglos, el puente ha sufrido varias restauraciones: en 1768 por el ingeniero militar Juan Martín Cermeño y, tras la destrucción del arco central en 1939 durante la Guerra Civil, se reconstruyó finalmente en 1963 respetando la reforma gótica. Cada restauración refleja un esfuerzo por conservar un símbolo tangible de la historia de Cataluña y su vínculo con el imperio romano.
Leyenda del Diablo
No solo la piedra guarda historias: el Pont del Diable es protagonista de un relato popular que ha pasado de generación en generación. Cuenta la leyenda que una anciana, cansada de cruzar el río para buscar agua, recibió la visita del Diablo, que prometió construirle un puente a cambio del alma del primero que lo cruzara. La astucia de la anciana y su gato negro hicieron que el diablo se quedara con las ganas, y desde entonces, todos pueden atravesar el puente sin peligro, mientras el Diablo observa impotente.
Esta historia, que mezcla ingenio y sobrenatural, añade una dimensión cultural al puente, combinando historia, arquitectura y folklore en un solo lugar.
El Pont del Diable es más que un puente: es una prueba viviente del imperio romano en Cataluña, un monumento que conecta a quienes lo cruzan con siglos de historia, ingeniería y leyenda. Su estructura y sus relatos nos recuerdan que cada piedra puede contar historias de poder, trabajo, fe y astucia.