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No he de callar por más que con el dedo...

Javier Doreste

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Desde hace tiempo me rondaban por la cabeza las ideas de esta nota. Pero para que no me acusaran de guerra sucia, decidí no hacerlas públicas hasta que no terminara el proceso interno de Podemos. Surgieron al ver la foto de los candidatos de Contigo Podemos en las pasadas elecciones internas de Podemos. En la puerta de lo que parece una institución oficial, algunos de los candidatos señalan con el dedo a los espectadores con una sonrisa que se pretende triunfadora. ¿Qué quieren que les diga? la foto me recordó la campaña carnicera protagonizada por Horatio Kitchener al principio de la primera guerra mundial, aquella espantosa matanza. El ejército británico, formado por profesionales y sobre todo por voluntarios, se desangraba rápidamente en los campos de batalla de Francia y era preciso reponer las bajas, incrementando el número de víctimas de la picadora de carne humana en la que se había convertido la guerra de trincheras. Así las cosas el gobierno inglés lanzó una campaña de reclutamiento que tenía uno de sus pilares en el cartel del recién nombrado Secretario de Defensa, señalado con el dedo a los espectadores y espetándoles: Británicos tú país te necesita, acude al ejercito; o Británico es a ti a quién quiero. Kitchener era conocido por su bárbara actuación en la guerra de los Boers, donde aplicó concienzudamente la política de tierra quemada, ordenó el fusilamiento sin juicio de los guerrilleros Boers capturados y encerró a la población civil de origen Boers en campos de concentración. En dichos campos murieron cerca de 20.000 civiles Boers, victimas deliberadas del hambre y la falta de atención médica. Así es fácil que los soldados británicos enganchados por aquella campaña recordando las hazañas del Secretario de Defensa, terminaran llamándolo Kitchener el Carnicero. En 1917, cuando los Estados Unidos entraron en la guerra, copiaron el cartel de Kitchener sustituyéndolo por el Tío Sam. Como se ve, esto de señalar con el dedo, sin tener en cuenta que nuestras madres decían que era de mala educación, está demasiado vinculado a la guerra, la destrucción y el imperialismo, como para que la foto de marras de Contigo no nos haga meditar un poco.

Ni siquiera el divino dedo tocando al hombre en el fresco de Miguel Ángel borra la sensación de malestar que provoca el que lo señalen a uno. Ya lo dijo Quevedo: no he de callar por más que con el dedo, ya tocando la boca o ya la frente, silencio avises o amenaces miedo… o algo así. Señalar con el dedo, indicar, pues normalmente se hace con el índice, intenta implicar emocionalmente al espectador y lo que logra es trasmitir una sensación de culpabilidad, de complicidad con el posible fracaso, sea una guerra o una campaña interna. El peso de la culpa se traslada al espectador. Se viene a decir que se le pide una implicación en el asunto, y al no asumirla, se es responsable del posible fracaso. Si no sigues al dedo, eres un posible traidor al estado, al rey, al ejército, o a Contigo Podemos. Así nos va.

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