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El dedo de Pablo

Enrique Bethencourt

Las Palmas de Gran Canaria —

No tiene la relevancia de la mano de Dios de Maradona. Y puestos a buscar parecidos lo más cercano es aquel cuaderno azul de Aznar donde guardaba celosamente el nombre de su sustituto, decidido por él y solo por él. Pero, a distinto nivel, en otro momento histórico, el dedo de Pablo tiene su importancia, al señalar quienes estarán con el gran timonel en el empoderado paraíso o, para ser más precisos, en puestos de salida en las próximas elecciones generales aún por convocar.

El método, contestado por una parte significativa de las bases, solo puede ser calificado de autoritario, centralista (regresando al espectáculo de los diputados cuneros que no iban a su circunscripción ni en vacaciones) e impulsor del amiguismo. Y las consecuencias de semejante desaguisado se perciben de dos formas. 

Por un lado, con la escasa participación, apenas un 16% del total de inscritos en Podemos. Lógico ante un procedimiento tan condicionado y encorsetado, planificado a mayor gloria del gran líder, y que no daba lugar a sorpresa alguna. Celebrarlo como un éxito muestra escasa autocrítica: la gran mayoría dio la espalda a una obra de la que ya se sabía el final.

Por otro, esta actuación junto al desprecio a distintas formaciones progresistas, las ambigüedades y cambios discursivos, así como diferentes decisiones administrativas, con la apertura de oscuros expedientes de expulsión contra los que se atreven a disentir, empieza a desgastar gravemente el proyecto. Las encuestas van mostrando una lenta bajada y el alejamiento de los dos grandes partidos. El cielo puede esperar. 

Control

Frente al control absoluto de las listas al Congreso de los Diputados, Iglesias otorgó más libertad a sus bases en el caso del Senado. Seguramente porque las posibilidades de obtener acta son mucho menores para su grupo. Además del valor secundario de la Cámara alta, convertida en lugar de segunda lectura y cementerio de elefantes políticos. 

Sin embargo, las primarias al Senado han tenido un significado muy profundo. Al menos en Canarias. 

Pese a que el aparato del partido, el sector oficialista y seguidor de Pablo, el más conservador y heredero de la vieja política, se volcó en las mismas, su derrota fue contundente. Pese al intento de desprestigiar a los que querían tener protagonismo político desde Canarias por parte de algunos dirigentes, acusándolos de localismos insolidarios frente a los adalides de la lucha de clases, todos los candidatos número uno al Senado proceden de la lista alternativa, denominada ‘En Canarias Decidimos’.

Disparidad

Se produce así una disparidad tan curiosa como ajena a la democracia. En el Congreso encabezarán las listas en Las Palmas y en Santa Cruz de Tenerife personas designadas por el dedo de Pablo que, con toda seguridad, no hubiesen sido refrendadas en unas primarias con participación auténtica y libre de las bases. Y, probablemente, obtendrán actas parlamentarias.

En el otro lado, gente con apoyo suficiente de la militancia, solo podrán optar a plaza en el Senado, casi imposible en los siete territorios insulares. En las islas no capitalinas porque implica, al ser un solo senador, el ganar los comicios. Y en las más pobladas, Gran Canaria y Tenerife, dos senadores, la pugna estará entre las dos primeras fuerzas, sin que Podemos aparezca como opción para ello.

Poder sin votos y votos sin poder.

Una verdadera lección de democracia. O de dedocracia, como ustedes prefieran.

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