Ocho trastornos de salud que hay que vigilar en otoño

Foto: Natalia López Pevida

Eric Santaona

Otoño es una estación de cambios importantes en nuestro entorno: las temperaturas bajan, la humedad aumenta en el ambiente, la presión atmosférica disminuye y el día cada vez se hace más corto. Además, la naturaleza languidece a nuestro alrededor con colores pardos y anaranjados mientras que el cielo se muestra cada vez menos azul. 

Todos estoy cambio acaban repercutiendo tanto en nuestro estado de ánimo como en nuestro sistema inmunitario y nuestro metabolismo, lo que puede dar lugar a una serie de trastornos que si bien no son claramente estacionales, sí son más frecuentes en esta época del año. Este artículo describe ocho de estos trastornos otoñales y explica cómo combatirlos.

1. Gripe y resfriados

Como ya hemos explicado en este artículo, la gripe y los resfriados aumentan a partir del otoño por la mayor resilencia de los virus en el aire frío, la bajada en la frecuencia de ventilación de las casas, aulas, etc. -que hace que se acumulen los gérmenes-, y la inmunodepresión que nos provoca la bajada de horas con luz solar y la exposición a cambios de temperatura bruscos.

La mejor forma de combatir la gripe y los resfriados es seguir ventilando las casas, especialmente si viven niños, lavar la ropa de cama con frecuencia, evitar los cambios bruscos de temperatura y procurar exponerse a la luz solar cada día, además de tener una dieta variada en vegetales y rica en proteínas y grasas, también de origen animal.

2. Neumonía

Como consecuencia de gripes mal curadas, que crean lesiones en el tracto respiratorio por culpa de la violencia de los estornudos, y también por la inmunodepresión debida a los días más cortos, la probabilidad de contraer infecciones pulmonares bacterianas aumenta. Lo mejor para prevenirlas es estar vigilante siempre a las expectoraciones de las personas enfermas de gripe por si aparecen amarillentas y verdosas, lo cual sería señal de infección bacteriana, mucho más preocupante que una gripe. 

3. Asma

El aire frío y húmedo irritan nuestras vías respiratorias y las personas propensas a problemas alérgicos pueden verse afectadas por periodos de asma. A ello hay que sumarle en ambientes muy cerrados y húmedos la presencia de ácaros del polvo, otro factor de irritación.

También en las zonas rurales, los abonados de los campos de cara al reposo invernal con compost son un frecuente detonador del asma. La mejor solución es tener la garganta permanentemente hidratada con caldos y bebidas calientes y no descartar las saunas de vapor. 

4. Dermatitis

De nuevo los ácaros del polvo son los responsables de problemas en la piel debido a su proliferación en ambientes húmedos, calientes por calefacciones y poco ventilados. Sobre todo en las habitaciones y más cuando hay alfombras y moquetas, pueden crear dermatitis -que se pueden complicar por infecciones bacterianas- a las personas alérgicas, especialmente si llegan a pijamas o sábanas. La solución es ventilar bien y pasar la aspiradora con frecuencia.

5. Enfermedades reumáticas

Las enfermedades reumáticas son un grupo muy alto de trastornos de dolor que afectan a las articulaciones de las personas cuando hay cambios de presión atmosférica, algo que ocurre con mucha más frecuencia en otoño. Las soluciones son complejas cuando existen, pero lo mejor es buscar junto a un médico sistemas sostenibles para calmar los dolores.

6. Astenia otoñal

Este es el único trastorno psico-físico descrito en el presente artículo. La astenia otoñal ha sido muy discutida como trastorno psicológico y su denominación como 'depresión otoñal' ya no se acepta. Sin embargo, en los últimos años se la ha situado más en el campo de las fatigas y melancolías de origen exógeno, provocadas por la disminución de las horas de luz solar y sus consecuencias en el aumento de producción de la hormona melanina. 

La melatonina, que se produce en mayor cantidad en las horas de oscuridad, es responsable, entre otras cosas, de que conciliemos el sueño. Pero mayores niveles plasmáticos de melatonina no afectan a todas las personas por igual, ya que mientras a unas la astenia les puede aumentar una depresión preexistente, para otras puede implicar un efecto sedante que les proporcione una mayor estabilidad emocional.

7. Úlcera péptica

La mayor parte de las úlceras pépticas o de estómago se producen por la infección de la bacteria Helicobacter pyroli y solo un 5% son dadas por el abuso de antiinflamatorios. Se desconoce por qué, pero el otoño es una época propicia a la actividad de esta bacteria y, además, por causa de resfriados y dolores musculares y articulares, se dispara el consumo de antiinflamatorios. Todo ello redunda en un repunte de los casos de úlcera.

8. Deficiencia de vitamina D

Si no se cuida la dieta pueden faltar todo tipo de vitaminas durante todo el año, pero especialmente en otoño repunta la avitaminosis por vitamina D, debido a que progresivamente nos vamos exponiendo menos al sol. La luz solar es la principal fuente de su producción, al propiciar los rayos solares sobre la piel la ruptura de una molécula de colesterol.

La falta de vitamina D puede derivar en problemas anímicos, inmunitarios, artríticos, etc. Es decir que puede aumentar el riesgo de padecer los otros trastornos antes descritos. La solución sin duda es comer alimentos que contengan colesterol -como grasa animales, aguacates, bananos, huevos, etc.- y tomar el sol al menos 20 minutos al día. 

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