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“La 'humanización' del capitalismo no fue más que retórica”

Marcos Pérez Pena

“Toda actividad económica sirve al bien común”. Así lo asegura la Constitución de Baviera y otros textos legales de base y así lo fija en cierta manera el sentido común y las definiciones de la economía como “la satisfacción de las necesidades”. De esa premisa nace el concepto de Economía del Bien Común que desde hace unos años promueve un grupo de economistas y algunos colectivos como Attac. Su autor, el austríaco Christian Felber, que convirtió el libro homónimo en un best seller en todo el planeta, estuvo este jueves en Compostela en la Libre Software World Conference, donde ofreció una presentación de su proyecto, que se convirtió en la ponencia más celebrada en la primera jornada de la conferencia.

La Economía del Bien Común es una renovada forma de sistema de mercado, una tercera vía entre capitalismo y la economía planificada, que propone que el afán de lucro como objetivo de las empresas se cambie por el objetivo de la búsqueda del bien común, y la competencia cambie por la cooperación. Y no sólo porque sea más justo o más sostenible sino porque la cooperación es más eficaz que la competencia: “se cita siempre el mundo animal como referencia. Pero también en el mundo animal si los leones acaban con todas las cebras los leones desaparecen”, explica Felber, que propone abandonar estos juegos de suma cero: “yo gano, tú pierdes” y cambiarlos por un “yo gano, tú ganas”.

Esta propuesta va mucho más allá de ser sólo una declaración de intenciones e incluye una propuesta concreta para el funcionamiento de las empresas, para la gestión económica por parte de los poderes públicos y para la toma de decisiones democráticas por parte de los ciudadanos. De hecho, ya son casi mil empresas en toda Europa las que se adhirieron a esta forma de hacer, entre ellas algunas entidades de banca ética. Y también varias docenas de ayuntamientos, uno de ellos en España: Muro d'Alcoi (Alicante).

Felber denuncia que el sistema actual “no es sostenible en ningún sentido” pues “si los indicadores monetarios son más importantes que los indicadores ecológicos más tarde o más temprano vamos a fracasar y fracasará el conjunto del sistema. Si los objetivos monetarios se imponen a los valores relacionales poco a poco vamos a destruir el tejido relacional de los seres humanos”. Y concluye: “si el éxito de las empresas no tiene en cuenta la protección de los mecanismos democráticos, la democracia también se debilita”. El economista cree que las voces que hace unos años parecían apostar desde el sistema por una “humanización” del capitalismo no pasaron de ser “una tierna aurora retórica” pero “la realidad y las medidas concretas fueron en una dirección completamente contraria a esta retórica” pues “los bancos sistémicos están apoyando a las industrias sistémicas y están quitándoles el dinero a las clases medias y bajas y redistribuyéndolo a las élites”.

La Economía del Bien Común parte de la premisa recogida en la Constitución de Baviera de que “Toda actividad económica sirve al bien común”. Sin embargo, hace muy poco se modificó en España la Constitución para prohibir que el Estado tuviera déficit, lo que dificulta mucho el cumplimiento de ese objetivo. Para Felber “esto es síntoma de una sociedad autoritaria y no democrática. Los que están haciendo las reglas del juego son representantes elegidos democráticamente pero están trabajando en contra de la población”. Y añade que “en una democracia limpia los ciudadanos hacen una Constitución y los gobernantes deben acatarla. Pero está sucediendo que son los parlamentos los que hacen las constituciones y los ciudadanos los que tienen que acatarla”.

Por ese motivo, la Economía del Bien Común incide también en cuestiones políticas, y apuesta por que la democracia representativa sea completada por la democracia directa y la democracia participativa, sobre todo en las entidades locales que se comenzaron a adherir al proyecto. En un mecanismo que enlaza con los presupuestos participativos y otras iniciativas de democratización de la economía.

Aplicación práctica

Estos economistas han elaborado una completa matriz del bien común con el objetivo de medir en base a unos criterios en que grado se cumplieron los valores constitucionales. Y en función de eso clasificar las empresas, ponerles una determinada puntuación, de cero a mil, de las que las empresas puedan presumir y que sea conocida y comparada por los consumidores y clientes. Algunos de los criterios hacen referencia al respeto al medio ambiente, a las relaciones con los consumidores o al trato dado a los trabajadores: por ejemplo la Economía del Bien Común propone que dentro de una empresa el mayor salario nunca debería ser más de 10 veces mayor que el más pequeño.

Para completar esto se proponen que las empresas, colectivos sociales y administraciones adheridas hagan presión ante los poderes públicos para que esta matriz de adopte como un estándar. De este modo, sería obligatorio que todos los productos indicaran la puntuación ética de la empresa. Y esto tendría consecuencias prácticas para revertir la situación actual en la que los productos éticos o de comercio justo son más caros. Así, la economía del bien común propone que estas empresas tengan un IVA reducido, tasas de aduana reducidas, créditos con menor interés, prioridad en las compras públicas o que se realicen con ellos proyectos de cooperación con la investigación universitaria.

“Lo pequeño es hermoso”

La economía del bien común propone que se prohíba el canibalismo empresarial y la absorción de unas empresas por otras. Felber denuncia que hoy en día el sistema impone el crecimiento a las empresas: “hoy las empresas si no crecen desaparecen”. Y defiende que “el crecimiento es tan sólo un medio para aspirar al tamaño excelente. Una vez que se consigue ese tamaño, el crecimiento debe ser cualitativo”. Esta filosofía se enfrenta también a los oligopolios y ofrece un escenario en el que actores más pequeños cooperando y no compitiendo garantizarán una mayor libertad de empresa y mayores oportunidades para todos los actores.

Felber defiende finalmente que “hace falta redefinir el éxito económico?. Y también cambiar los grandes criterios de medición: el PIB y los beneficios por el Producto del Bien Común y la Aportación al Bien Común. El PIB y los beneficios se miden en dinero pero el dinero debe ser el medio de la actividad económica, no el objetivo final. Y el éxito por lo tanto en la economía capitalista se mide en medio y no en el objetivo. ”E como si en una granja su éxito se midiera en el número de tractores y no en la producción“, dice Felber.

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