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Sobre este blog

Amberes es una revista digital volcada en la divulgación de contenidos culturales y con un especial interés en los nombres y eventos de la escena santanderina.

Emulando la vocación comercial de la ciudad que le da nombre, nuestra revista aspira a transformarse en un polo de intercambio no ya de bienes tangibles, sino de una serie infinita de ideas cuyo anclaje se encuentra en las manifestaciones culturales más dispares. Nuestro propósito es acercarnos a éstas sin miedo para mediar entre ellas y nuestros lectores.

Philip K. Dick, un profeta para la modernidad

Philip K. Dick - El Corso

Mario González-Linares

Philip K. Dick (1928-1982) es uno de los autores de ciencia ficción más carismáticos del siglo XX. Responsable de docenas de novelas y de más de un centenar de historias breves, algunas de sus obras más conocidas son El hombre en el castillo, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? -adaptada al cine como Blade Runner- o Ubik.

Su carrera como escritor se prolongó por tres décadas y pasó por distintas fases, cuyo colofón fue la denominada etapa mesiánica, que abarca tres títulos clave dentro de su producción: VALIS, La invasión divina y La transmigración de Timothy Archer.

Génesis

El 20 de febrero de 1974, Philip K. Dick acudió a la consulta del dentista con el fin de que le extrajeran una de las muelas del juicio. Durante la intervención, le fue suministrada una cantidad considerable de pentotal sódico, un potente anestésico.

De vuelta en su apartamento de Fullerton (California, EE.UU.), el escritor fue víctima de un dolor agudo y persistente, consecuencia directa del procedimiento quirúrgico. Tessa, su esposa por aquel entonces, llamó a la farmacia en busca de un remedio.

Tiempo después, una joven se personó en el domicilio con el tan ansiado analgésico. Cuando Dick abrió la puerta, quedó cautivado por un colgante en forma de pez que la mujer llevaba al cuello. Intrigado, interrogó a la muchacha acerca de su significado, quien le explicó que se trataba de un símbolo empleado por los primeros cristianos. Lo ocurrido a continuación se convertiría en uno de los hitos fundamentales en la vida del autor. Así aparece descrito en VALIS, novela con un alto componente autobiográfico:

«Instantáneamente, Fat tuvo un recuerdo como un relámpago; sólo por medio segundo. Recordó la antigua Roma y se vio a sí mismo como cristiano primitivo: todo el mundo antiguo y una furtiva vida amedrentada de cristiano secreto, perseguido por las autoridades romanas, le irrumpieron en la mente... y casi enseguida estuvo de regreso en la California de 1974 recibiendo el saquito de píldoras contra el dolor.»

2-3-74 es el nombre con el que el propio Philip K. Dick bautizó el conjunto de vivencias excepcionales que jalonaron sus meses de febrero y marzo de 1974. La visión suscitada por el colgante sería la primera de muchas que alterarían para siempre el modo en que el autor percibía la realidad. Este súbito renacer involucró fenómenos de xenoglosia -pues adquirió la facultad momentánea de expresarse en lenguas muertas como el sánscrito, el hebreo o el griego antiguo-, sueños proféticos y episodios hipnagógicos.

No obstante, la más asombrosa de estas experiencias guarda relación con su hijo Christopher. Dick se hallaba escuchando «Strawberry Fields Forever», tema de The Beatles incluido en el álbum Magical Mistery Tour. En aquel instante, según el testimonio del escritor, un rayo de luz rosa le anunció que el pequeño padecía un defecto congénito, una hernia inguinal que ponía en riesgo su vida. Alarmado, se incorporó de un salto e informó a su esposa de la revelación. Tessa telefoneó al pediatra y, acto seguido, se puso al volante de su coche en compañía del bebé. Dick, aún conmocionado por el acontecimiento, aguardó el desenlace en casa.

Tessa regresó apenas una hora más tarde. Los médicos habían confirmado el diagnóstico de Philip: Christopher sufría una hernia inguinal. Su dolencia requería una operación urgente, pues de lo contrario podría morir de forma repentina. Dick había salvado la vida de su hijo.

ÉXODO

Las visiones de 2-3-74 obraron un cambio radical en Dick. El escritor consagró el resto de su vida a discernir qué le había sucedido en el transcurso de aquellas semanas decisivas. Esta tarea adquirió un cariz obsesivo cuyo máximo exponente es Exégesis, la monumental obra inconclusa que Dick redactó entre 1974 y su fallecimiento en 1982. Con sus más de ocho mil páginas, Exégesis configura un exhaustivo alarde de introspección producto de una ardua labor especulativa.

Una de las principales herramientas de las que se sirvió Dick en su indagación de la verdad fue su ejemplar de Encyclopedia of Philosophy, editada por Paul Edwards y publicada por vez primera en 1967. No en vano, el escritor había cursado estudios de Filosofía en la Universidad de Berkeley durante un breve período allá por 1949. Dick abandonaría las clases movido por sus discrepancias en torno a la plausibilidad de la teoría de las ideas de Platón.

De acuerdo con Platón, anamnesis es el proceso por el que el alma rememora el conocimiento del que disponía con anterioridad a verse confinada al cuerpo humano. Así pues, esta noción equipararía el conocer al recordar. Dick asimiló de inmediato este fenómeno de reversión con sus vivencias de febrero y marzo de 1974. A raíz de ello, el autor contempló la posibilidad de ser ya no una, sino dos personas al mismo tiempo: Philip K. Dick, escritor de ciencia ficción, y Tomás, cristiano clandestino del siglo I.

En contraposición a la concepción aristotélica del tiempo y su progresión lineal, Dick plantea la vigencia de un tiempo ortogonal. Este tiempo ortogonal aglutinaría todo cuanto ha existido, es decir, que en él se daría una superposición de realidades en las que todo acontece al mismo tiempo. Para ilustrarlo, el autor se sirve de una imagen elocuente: así como los surcos de un disco de vinilo contienen música ya reproducida, no por ello se desvanecen una vez han sido recorridos por la aguja.

La idea de la coexistencia de realidades no constituía una novedad. En República, la obra cumbre de Platón, el filósofo enuncia una diferenciación explícita entre dos planos: de un lado, la realidad sensible, superficial, acoge aspectos materiales en constante transformación, apenas un reflejo -una apariencia- de la realidad inteligible; del otro, la realidad inteligible, conformada por ideas, trasciende lo material, ya que como esencia del universo es intemporal e inmutable. Conforme a este razonamiento, la realidad sensible, en tanto que representación, impediría la captación de la realidad inteligible, del mismo modo que la California del último tercio del siglo XX no sería más que una proyección sobre la Roma del siglo I.

Levítico

El gnosticismo fue una doctrina cristiana surgida en el siglo I que gozó de una amplia difusión dentro de las fronteras del Imperio Romano. Pese a su incuestionable relevancia entre las muchas corrientes del cristianismo primigenio, su ulterior condena como herejía la abocó a ocupar un lugar marginal en el desarrollo de la nueva fe.

Esta tendencia esotérica propugna una interpretación dualista del universo, que en lugar de hallarse gobernado por una deidad benevolente, sería el escenario del enfrentamiento entre aquélla -exiliada más allá de las fronteras del entendimiento convencional- y un malvado demiurgo, arquitecto de un mundo de apariencias habitado por el ser humano, sojuzgado por el pecado.

El gnosticismo preconiza así la salvación del individuo por medio de la gnosis, una forma de iluminación que confiere acceso directo al conocimiento de Dios. De este modo, el alma abraza la divinidad y se eleva sobre la prisión del cuerpo y sus apetitos, fuente de ruina para el sujeto. Sin embargo, sólo un reducido número de elegidos, conocidos como pneumáticos -del griego pneuma: «espíritu» o «alma»-, serían capaces de trascender el plano de lo material, lo que dota al gnosticismo de una vertiente elitista que lo distingue del cristianismo más ortodoxo.

La visión gnóstica de Dick opone un mundo fenoménico de multinacionales, gobiernos y grandes medios de comunicación -articulado por un falso dios, único culpable del mal que lo asola- con el mundo real del Dios verdadero, un extraño para la mayor parte de la humanidad. De acuerdo con este constructo, el Pecado Original sólo recaería sobre el ser humano en el contexto de un escenario ilusorio, un espacio regido por una constelación de figuras de poder subordinadas al perverso demiurgo y a las que el escritor alude como el Imperio, el equivalente a los ominosos arcontes del gnosticismo.

Números

El dualismo fue la única alternativa satisfactoria que encontró Dick para conciliar la existencia de Dios con la presencia del mal en el mundo, motivo de un profundo desasosiego para el escritor. Pero en palabras de Simon Critchley, «lo novedoso del gnosticismo de Dick es que lo divino se comunica con nosotros a través de la información».

Dick estaba convencido de haber sido el blanco de un sistema de inteligencia al que con frecuencia se refirió como Zebra o VALIS (Vast Active Living Intelligence System). Este artefacto se habría manifestado a través de un rayo de luz rosa responsable de revelarle la verdadera naturaleza de la realidad. Por extraordinario que parezca, los testimonios en que un rayo de luz actúa como cauce de la revelación son abundantes tanto en la iconografía como en la literatura mística cristianas. Dick vinculó su intervención con la voluntad ultramundana de su hermana gemela Jane -fallecida a las pocas semanas de su nacimiento y cuya pérdida afligió al autor de por vida- e incluso con su supuesta posesión por el espíritu del profeta hebreo Elías.

Para los gnósticos, el contacto directo del alma con lo divino era la llave con la que evadirse del mundo material. Dick contempla dos destinos irreconciliables para el ser humano: apocalipsis o salvación. Mientras que el apocalipsis tiene un alcance generalizado y una dimensión ficticia, la salvación configura una vía personal y genuina hacia la redención. Para Dick es el individuo quien ha de acometer su salvación, que pasa por la intelección mística del Logos -la entidad o ley universal que ordena el cosmos- y la subsecuente negación de la realidad proyectada, la Negra Prisión de Metal que lo encierra y obstaculiza su comunión con la divinidad.

Deuteronomio

Philip K. Dick no era ningún ingenuo. El escritor conservó la suficiente lucidez como para predecir el cinismo con que serían recibidos sus asertos teológicos. Ni siquiera él mismo confiaba por entero en la veracidad de sus premisas. En su paranoia, barajó el haber sido objeto de un experimento soviético de control mental o una víctima de la psicosis, y no tuvo reparos en bromear acerca de sus episodios visionarios.

Pero en última instancia, Dick estaba persuadido de que sus experiencias de 2-3-74 habían condicionado el posterior rumbo de su escritura, emanadas aquéllas de una fuente de conocimiento ajena a su persona. Pese a ello, muchos de sus rasgos son observables en su producción literaria previa a 1974, como el predominio de su filiación dualista o su fascinación por las religiones orientales. Cabría inferir que sus revelaciones podrían haber estado moldeadas por una serie de inquietudes recurrentes a lo largo y ancho de su obra. Por contra, Dick sostuvo la creencia de que dichos escritos albergaban la síntesis de sus intuiciones metafísicas, una circunstancia de la que no había sido consciente en el momento de su composición.

«Soy un escritor filósofo, no un novelista; mi habilidad para escribir novelas e historias es empleada como un medio para formular mi percepción. El núcleo de mi escritura no es el arte, sino la verdad... Creo que entiendo el elemento común de quienes se interesan por mi escritura: ellos no pueden o no quieren acallar sus propios instintos acerca de la naturaleza irracional de la realidad.»

Dick asumió la condición de profeta, pero a diferencia de los místicos que lo precedieron, adoptó la ficción como vehículo primordial para su predicación, un instrumento idóneo para tomar distancia con respecto a sus vivencias y transmitir un mensaje de esperanza dirigido a una humanidad oprimida.

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