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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

¿Estado de bienestar o bienestar a la carta?

Puigdemont constata con tristeza que Rajoy está cerrado a negociar referéndum

Javier Arteta

Se está produciendo un fenómeno curioso en los últimos tiempos. Y es que, cuanto más insiste la izquierda de última generación en reivindicar el Estado de bienestar, más se empeña en reclamar un imposible bienestar a la carta, secundando a quienes tratan de cuartear o disminuir el Estado realmente existente. Es una consecuencia del “derecho a decidir” que los del “Sí se puede” compraron sin crítica a los nacionalismos vasco y catalán. Ese derecho a decidir que abortó la posibilidad de un Gobierno de izquierdas e hizo posible que fuera Rajoy quien siguiera decidiendo sobre vascos, catalanes y…, vamos, sobre todos los que vivimos y padecemos en España.

Al parecer, una España en crisis política permanente y pinchada territorialmente por una cadena de referéndums secesionistas se ha convertido en el último grito de la izquierda que no claudica. Todo un regalo para los veteranos de la autodeterminación, que aquí, en Euskadi, tienen muy claro que al Estado español le quedan dos telediarios para acabar de extinguirse. Es tarea, pues, de la izquierda (abertzale, por supuesto) empujar en esa dirección, tras seducir a Podemos y Comisiones Obreras, según la estrategia marcada por el líder máximo de Sortu.

Arnaldo Otegi lo ha visto muy claro. En su opinión, el Estado español sabe que ha perdido; y, a la vista de cómo tiembla Rajoy, resulta evidente que la independencia de Cataluña está al caer. No tendría, pues, nada de extraño que, a la vuelta de unos pocos siglos (tres o cuatro como mucho), Cataluña se convirtiera en una nación soberana. Todo un ejemplo para los vascos, que ansían formar su propio Estado y decidir sobre su propio futuro. Ahí está la verdadera hoja de ruta de una verdadera política de izquierdas en Euskadi: apuntarse a la juerga permanente que los del “procés” independentista han organizado en Cataluña.

Es verdad que el camino se presenta un poco accidentado, como Otegi ha tenido que reconocer. Porque consta de varias fases. La primera: Cataluña se constituye en nación soberana. La segunda: como consecuencia de lo anterior, queda evidenciado que el Estado español es inviable económicamente. La tercera: ante esta situación, a España no le queda otro remedio que buscar recursos hasta debajo de las piedras. La cuarta: Euskadi pierde su Concierto Económico. Y la quinta: los vascos se ven obligados a abandonar un Estado español que no les ofrece futuro. ¿A que es la mar de sencillo?

Aunque, pese a todo, no faltarán por aquí segurolas que sin duda se preguntarán qué se nos ha perdido a los vascos en la aventura catalana, cuando se enteren de que, gracias a la ruina de España, lo que se pierde es nada menos que el Concierto Económico. ¡A ver si al final va a resultar que necesitamos que a España le vayan bien las cosas, para que a los vascos nos vayan mejor! Seguro que más de uno y más de dos lo piensan, aunque no lo digan abiertamente. Hoy por hoy, reivindicar España por estos lares se ha convertido en algo “facha” y de mal gusto. Y uno tiene que tentarse la ropa antes de decir “esta España es mía”, por temor a lo que puedan pensar sus redes sociales.

Pero, por poderse hacer, sí se puede (con permiso de Pablo Iglesias). Es más, hasta sería necesario hacerlo sin complejos desde posiciones de izquierda y para fortalecer proyectos de izquierda, imposibles de materializar desde enfrentamientos identitarios que tanto gustan a las derechas nacionales y nacionalistas de este país. Hablar de España –y de la potenciación del autogobierno vasco dentro de España- es algo más que hablar de sentimientos de identidad. Es hablar de los propios intereses de la sociedad vasca, claramente implicados en una red de relaciones económicas, sociales y de solidaridad que se han ido trenzando en una historia compartida. Es hablar, por eso mismo, del fortalecimiento de un Estado de bienestar creíble y viable. ¿O alguien piensa que es posible tener un Estado de bienestar sin Estado o con un Estado mínimo?

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