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Operación verano: por unas playas libres de plástico

Estación Biológica de Doñana —

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El plástico se encuentra en todos los ecosistemas del mundo, tanto acuáticos como terrestres, costeros y continentales, incluso en la atmósfera y en las nubes. Forma parte indisociable de nuestras vidas e, incluso, de nuestro cuerpo: ya hay estudios que demuestran que está en nuestra sangre y en nuestros órganos, incluido el cerebro, acumulado en forma de pequeñísimas partículas. Literalmente, comemos, bebemos e inhalamos plástico a diario: en el agua embotellada, en los alimentos envasados y en el aire que respiramos. ¡Se estima que diariamente ingerimos más de 800 partículas de plástico! Además, somos el destino final de todo el plástico que han consumido los animales de los que nos alimentamos, que no es poco...

Las costas constituyen uno de los mayores sumideros mundiales de plástico, procedente de la actividad pesquera y el turismo de masas. El 40% del plástico que contamina los océanos procede de la pesca (hasta el 85% en algunas partes del mundo). Cada año se desechan en el mar nada más y nada menos que 640.000 toneladas de artes de pesca. La mayor parte de ellas son redes, la forma plástica más letal para la vida marina. Enredos, ahorcamientos, amputaciones… son algunos de los impactos más habituales provocados por las redes y otros plásticos abandonados en las costas y el mar. Pero no son los únicos.

Entre los residuos plásticos más habituales y contaminantes de las playas asociados al ser humano también están las colillas. Pequeñas, pero devastadoras. El acetato de celulosa del que están compuestos los filtros de los cigarrillos es un polímero altamente resistente, no biodegradable y extremadamente tóxico. Una sola colilla puede contaminar decenas de litros de agua con metales pesados (como plomo y arsénico) y numerosos aditivos dañinos para la vida marina.

Además, todos estos plásticos que llegan a las costas y al mar se fragmentan en trozos cada vez más pequeños debido a la meteorización (exposición a la luz solar, viento, erosión, etc.). Son los llamados microplásticos, que son fácilmente ingeridos por los organismos, bioacumulándose e incorporándose a las redes tróficas hasta llegar a nosotros. Es el karma del plástico: todo lo que tiras, vuelve a ti.

Aves marinas: las principales víctimas de la contaminación por plásticos

Muchos de estos plásticos también terminan en los estómagos de la fauna silvestre, en especial de las aves marinas, para las que representa una amenaza real. Más del 90% de las aves acuáticas del mundo tiene plástico en sus estómagos, y miles de ellas mueren cada año debido a él.

Desde la Estación Biológica de Doñana (CSIC) estamos estudiando la magnitud y multidimensionalidad de las interacciones entre el plástico y las aves acuáticas (proyecto IsoPlastic, Ministerio de Ciencia e Innovación, Ref PID 2022-140057NB-100; proyecto Guanoplastic, Junta de Andalucía, Ref PY20_00756).

Tomemos como ejemplo las gaviotas, que son extraordinariamente adaptables y oportunistas, y han aprendido a usar la basura humana como recurso. Como otras muchas aves, producen egagrópilas o regurgitados con todos los restos que no son capaces de digerir: espinas de pescados, cutícula de cangrejos, restos de conchas… y, cómo no, plástico: colillas, tapones, bolsas, envoltorios, toallitas, cuerdas, gomillas, y un sinfín de objetos plásticos inverosímiles (juguetes, chupes, pulseras…).

El análisis químico de estos plásticos revela una amplia variedad de polímeros, incluyendo polietileno (el polímero más habitual y más producido en el mundo, con el que se fabrican plásticos de un solo uso), poliestireno, PVC, polipropileno, siliconas, etc. Muchos de ellos están asociados a aditivos altamente tóxicos, como los ftalatos, un tipo de plastificante que se utiliza para dar flexibilidad (por ejemplo, al PVC), y que se relaciona con procesos de disrupción endocrina, problemas reproductivos o alteraciones en el desarrollo.

El consumo habitual de plástico en las aves también produce plasticosis, una enfermedad, descrita recientemente en aves marinas, que se caracteriza por la inflamación crónica del tracto digestivo provocada por las lesiones y la toxicidad del plástico. También puede llegar a producir la muerte por colapso digestivo, como ocurre con el consumo desmesurado de gomillas al ser confundidas con gusanos. En muchos casos, las aves llegan a morir de inanición al dejar de alimentarse por sensación de saciedad (al estar sus estómagos llenos de plástico que no pueden expulsar).

El plástico es además uno de los materiales más cotizados por las aves marinas para la construcción de sus nidos. Se calcula que el 30% de los nidos de las aves de todo el mundo contiene material sintético, especialmente plástico. Las cuerdas y los hilos de pesca pueden convertir los nidos en verdaderas trampas mortales, no sólo para los pollos sino también para los adultos. Por otro lado, los nidos con plástico se calientan más, pudiendo afectar a la fecha de eclosión de los huevos. Estos desajustes fenológicos (es decir, entre los eventos biológicos y las condiciones ambientales) son muy importantes porque implican una desincronización con procesos clave, como pueden ser los picos de abundancia de alimento. En cualquier caso, el patrón global de acumulación de plástico en los nidos es un claro reflejo de nuestra huella plástica en la fauna silvestre.

Las aves no sólo son víctimas sino también vehículos de dispersión de plástico, lo que se conoce como biovectores. Esta es quizás la fase del ciclo del plástico menos conocida, el qué pasa con el plástico una vez que ya ha llegado al ambiente. Desde la EBD, usamos dispositivos GPS que colocamos a las aves, y a través de modelos matemáticos, cuantificamos esos flujos de plástico, contabilizando cientos de kilos transportados anualmente desde zonas altamente contaminadas a hábitats naturales (ver, por ejemplo, Cano Povedano et al. 2024 y Martín-Vélez et al 2024). El objetivo es conocer cómo afecta la conectividad ecológica al transporte de plásticos y otros contaminantes, como especies invasoras o bacterias resistentes a antibióticos (muy asociadas también al plástico); información muy valiosa para orientar la toma de decisiones en la conservación de espacios protegidos y la gestión de residuos.

Normativas y conciencia ambiental: fundamentales para limitar el daño

Existen mecanismos para limitar la contaminación por plástico en las costas, dando así un respiro a la fauna marina. Por ejemplo, existen normativas que prohíben plásticos de un solo uso (cubiertos, vasos y platos en chiringuitos y hostelería en general) y que obligan a las empresas productoras de plástico de usar y tirar a asumir los costos de limpieza. También podemos clausurar vertederos a cielo abierto, minimizando el acceso a las aves y el biotransporte de plástico a zonas naturales. E incluso podemos prohibir fumar en las playas con la declaración de “playas libres de humo”. La normativa está: ahora sólo falta aplicarla.

Al final, todo queda en manos de la responsabilidad individual. En este sentido, la educación y conciencia ambiental son fundamentales. Y en ello estamos. Por ejemplo, a través del proyecto “Plastisfera” (financiado por la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología, MICIU) tratamos de crear conciencia y cultura científica en torno a la contaminación por plástico. Como parte de este esfuerzo, la exposición “Plastisfera: Vida y Muerte en el Antropoceno” ) propone un viaje a través de la mirada de diferentes aves acuáticas estrechamente ligadas al ser humano, mostrando cómo conviven y conmueren con el plástico.

¡Ojalá en un futuro próximo las playas libres de plástico sean una realidad!

Referencias

Martín-Vélez, V., Cano-Povedano, J., Canuelo-Jurado, B., López-Calderón, C., Céspedes, V., Ros, M., ... & Green, A. J. (2024). Leakage of plastics and other debris from landfills to a highly protected lake by wintering gulls. Waste Management, 177, 13-23.

Cano-Povedano, J., López-Calderón, C., Sánchez, M. I., Hortas, F., Cañuelo-Jurado, B., Martín-Vélez, V., ... & Green, A. J. (2023). Biovectoring of plastic by white storks from a landfill to a complex of salt ponds and marshes. Marine Pollution Bulletin, 197, 115773