Semana Santa
El próximo Domingo de Ramos, las imágenes de hojas de palma rizadas llenarán las calles de muchos lugares de España. Son unos adornos tradicionales del paisaje de la Semana Santa pero, tras cada hoja de palma rizada hay una historia en forma del trabajo de artesanos como Andrés Martín, un carpintero sevillano jubilado que lleva casi 20 años no solo perfeccionando su estilo, sino enseñando su técnica a decenas de personas.
Hace unos días cerraba su taller del Círculo Mercantil, y esta semana ha abierto en la Fundación Cajasol. “No todas las palmas se pueden trabajar de la misma forma porque no todas son iguales”, indica a elDiario.es Andalucía al comenzar a analizar su actividad.
Su labor profesional la centró en la carpintería religiosa, “y hace 18 años empecé un cursillo de una hermandad que era muy básico, para comenzar a conocer el mundo del rizado de las palmas”. El curso tenía que durar tres días, pero Andrés lo terminó en dos, y se dio cuenta de que era algo que se le daba bien: “Pregunté si había más cosas para complementar, y como no había nada, me puse a investigar por mi cuenta”.
Sus casi dos décadas de investigación y trabajo le han dejado una cosa clara: “Para que las palmas salgan bien, las palmeras tienen que ser de Elche”. Y hacia allí se fue en su día para aumentar su conocimiento sobre este arte y perfeccionar su estilo, mientras mantenía sus seminarios, sobre todo en Cuaresma, vinculado a la hermandad de la Divina Pastora y Santa Marina, de la que es hermano mayor.
“Hay una serie de secretos, como saber que cuando abres una palma tienes que ver exactamente lo que se le puede hacer, ya que entonces se abre la hoja, se sabe la anchura o la distancia entre las hojas”, explica, y añade que “a veces, se puede tener la intención de hacerle algo a la palma muy concreto, pero si no se puede no lo va a permitir”.
Además, el rizado se tiene que hacer en solo tres días (lo que dura el taller) para poder finalizar los trabajos con éxito. ¿Por qué? Porque si no las palmas dejan de ser moldeables. Como comenta Andrés, “se tarda tres días porque si no se van secando, perdiendo humedad y flexibilidad”.
Y siempre con materia prima de Elche, “porque no hay otro sitio en el mundo así, tanto en calidad como en la cantidad de palmeras que hay allí”.
No es poca cosa, porque a la palma se le hace un proceso de cinco años para tocarla, que comienza cuando se “encaperuza”, lo que se hace nada más terminar la Semana Santa, y se descubre tras el verano, de modo que “todas las palmas que nazcan nacen derechas y blancas”. Además, no se trata de una actividad que se realice solo en Cuaresma, sino que lo que se hace tiene vida todo el año, porque “se bendicen para el Domingo de Ramos, se tienen en casa hasta la Inmaculada, que es cuando se trocea, se guardan y se queman en la misa de La Candelaria, y sus cenizas son las que se usan el Miércoles de Ceniza para dar la bienvenida a la Cuaresma”.
Hay muchas personas que llevan las palmas en bolsas a la hermandad, y allí se realiza todo el proceso, de modo que se las regalan para que las tengan en una especie de depósito.
Se trata de un trabajo laborioso y exigente que, una vez acabado, “se convierte en la señal de que nos encontramos muy cerca de la Semana Grande de Sevilla”.
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