Pregunta. Siempre se queja de que siendo usted escritor le hago preguntas sobre política. Hoy voy a cambiar de tercio y aunque nos lea menos gente todavía de la que nos lee normalmente, voy a preguntarle sobre cultura.
Respuesta. Vaya por Dios. Estaba convencido de que me iba a preguntar por la infanta y me había preparado el tema a conciencia.
P. Preguntarle sobre la infanta era lo más fácil, pero este es un diario serio, un diario político, y me da la impresión de que todo este asunto de la infanta ha ido derivando de la revista política a la revista del corazón. Todo eso de si baja o no la cuesta, de si responde con evasivas, sin aclarar la verdad... ¿Cómo no va a responder con evasivas? ¿Alguien conoce el caso de algún delincuente que se inculpe en los interrogatorios? ¿Qué esperaba la gente que dijera? ¿Que sí, que estaba al corriente de los fraudes de su marido, que participó en ellos todo lo que pudo, y que su padre lo sabía? En cuanto a lo de la rampita... ¿De verdad la gente piensa que este país sería más justo si la infanta hubiera bajado a pie? ¿Necesitamos que la infanta baje en coche para afirmar que la Justicia no es igual para todos y que este es uno de los países más corruptos y desiguales del mundo? Fíjese, casi prefiero que la infanta haga uso de todos sus privilegios, y que la fiscalía esté más a favor de ella que en su contra. ¿Sabe por qué?
R. No.
P. Porque si la infanta hubiera sido más hábil y se hubiera comportado como una ciudadana normal y la fiscalía hubiera velado por ella con el mismo interés que vela por mí, muchos incautos habrían caído en la trampa de pensar que aquí las instituciones están al servicio del ciudadano.
R. Si quiere, hoy le hago yo la entrevista.
P. Estaba explicándole solamente por qué no voy a preguntarle por el asunto de la infanta: porque todo lo que sucedió el sábado sólo le incumbe a la prensa del corazón.
R. ¡Hombre! Es la primera vez que una hija del rey tiene que declarar ante un juez.
P. Si yo no digo que no salga. Digo que eso no justifica el despliegue de medios. Insisto: todo lo que sucedió el sábado pertenece a la antigua sección de Sociedad. La noticia política será la decisión que tome el juez de mantenerla imputada o no. Lo del sábado es cotilleo. Que si sonríe, que si hay un receso para comer, que si lo justifica todo por amor... ¿Es que alguien esperaba que la infanta declarara que su marido es un cabrón? Que todo eso ocupe páginas y páginas de Política Nacional sólo indica cuál es nuestro nivel. A ver qué director de periódico se atreve a decir: lo de la infanta lo vamos a dar en Sociedad. En Política Nacional vamos a seguir con los muertos de Ceuta Marca España, vamos a preguntar a las asociaciones antiabortistas qué les parece que la Guardia Civil aborte de este modo la entrada de inmigrantes...
R. Lo dicho, hoy le hago yo la entrevista.
P. Que no, que no. Que me había preparado una entrevistas sobre Cultura. Quería preguntarle sobre los Premios Goya.
R. Pero eso no es de la sección de Cultura, eso es de la sección de Espectáculos. Si usted se pone fino con la distinción entre Política Nacional y Sociedad, me voy a poner yo igual de fino con la distinción entre Cultura y Espectáculos. La crónica sobre la gala del cine español debería ir en televisión...
P. Touché. Pero déjeme preguntarle algo: ¿hasta qué punto, siendo usted escritor, esa desdeñosa matización entre Cultura y Espectáculos no obedece a un resentimiento del escritor ante el evidente declive de los libros en favor de todo lo audiovisual?
R. Es envidia más que resentimiento. A mí me gustaría que la Real Academia (la de la Lengua) fuera igual de desenfadada que la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas. Que cualquiera que cumpliera un par de requisitos o tres pudiera formar parte de ella, y que todos los años todos los académicos de la lengua acreditados pudiéramos votar la mejor novela, el mejor libro de versos, la mejor descripción, el mejor diálogo, la mejor encuadernación, el mejor texto de cubierta, el mejor editor, las mejores ilustraciones, etcétera, etcétera, etcétera. Y que todos los años hiciéramos un espectáculo como este de los Goya, con escritores posando con sus parejas en la alfombra roja, recogiendo sus premios y agradeciendo con unas breves palabras el galardón. Me encantaría que Wert se negara a asistir, que los escritores tuviéramos fama de ser supercañeros con el PP y que hubiera siempre un escritor de reconocida integridad moral que se negara todos los años a participar en ese bochornoso espectáculo. A lo mejor así, convertida en espectáculo, la literatura recuperaba el favor del público. En todo caso, enhorabuena al gran David Trueba.
