El ritual festivo se llama Campanu. Todos los años, a mediados de abril, miles de pescadores deportivos se lanzan a los ríos de Asturias en la búsqueda del primer salmón atlántico de la temporada. Una vez capturado, se subasta. En 2025, el trofeo fue para el pescador Javier Bueno. El ejemplar, de 6.895 gramos y 83 centímetros, se lo llevó el restaurante La Finca de Oviedo tras pagar 10.100 euros. En 2024, el precio más alto llegó de Madrid. El Rincón Asturiano desembolsó 19.300 euros, una cifra récord para esta “tradición popular”, como lo define Ángel García, presidente de la Asociación Asturiana de Pesca Fluvial (Raapf).
Este año, los pescadores tardaron cuatro días en atrapar al primer salmón de la campaña, que se extiende hasta julio. La tardanza fue el presagio de una “campaña desastrosa”, catalogada como “la peor de la historia”, por esta asociación. Solo 128 capturas, 250 menos que en 2024. Una cifra que, según el biólogo David Álvarez, profesor de Zoología en la Universidad de Oviedo, confirma que la especie está “prácticamente extinta”. En algunas cuencas, como Cares-Deva y Eo, las capturas se contaron con los dedos de la mano: siete y dos, respectivamente. En Esva, con una superficie total de 460,26 km², no se logró pescar ningún salmón.
Álvarez, que lleva 25 años estudiando a los salmónidos, tiene las estadísticas de pesca en Asturias de los últimos 80 años. Entre las décadas del 40 y 80 del siglo pasado, las capturas oscilaban entre 4.000 y 8.000. En 2005, la cifra fue de 3.000. En 2015, un poco más de 1.000. “En la última década el declive ha sido brutal”, advierte el científico. “Hemos llegado al límite”, lamenta.
El experto aclara que el problema no afecta solo a Asturias. En Galicia y Cantabria, otras regiones de la península a donde los salmones regresan cada año del mar para reproducirse en los cauces donde nacieron, las cestas de los pescadores también quedaron vacías. “La situación parece irreversible. Desde hace años que los investigadores venimos avisando que esto iba a pasar. Para poder aferrarnos a una última esperanza para evitar la extinción, se debe actuar ya con medidas contundentes. De lo contrario, en breve lamentaremos la desaparición de estos peces en nuestros ríos”, alerta.
Las administraciones siguen insistiendo en medidas que no sirven, parches que fracasan, pero que se venden como una posible solución. Nadie se atreve a ponerle el cascabel al gato y decir, pues se acabó, señores, no se puede pescar más
El diagnóstico es compartido por la Coordinadora Ecoloxista d’Asturies. “Las poblaciones de salmón atlántico están en franco declive en toda su área de distribución natural a ambas orillas del Atlántico. El problema es que los salmones asturianos pertenecen a la población más aislada de todo su rango de distribución. Esto hace que sea aún más vulnerable”, explican sus directivos. Tras el cierre de la campaña de pesca, la organización ha pedido incluir al salmón atlántico en el listado de especies en peligro de extinción.
Para Álvarez, la única medida que puede evitar el “declive total” es la veda de todos los ríos, la prohibición de la pesca con muerte. “Esto tal vez permitiría la reproducción de los pocos individuos que todavía entran. Es la última esperanza”, insiste. Y agrega: “Lamentablemente, las administraciones siguen insistiendo en medidas que no sirven, parches que fracasan, pero que se venden como una posible solución. Nadie se atreve a ponerle el cascabel al gato y decir, pues se acabó, señores, no se puede pescar más”.
La repoblación con ejemplares que se crían en piscifactoría es un ejemplo, explica Álvarez. Como no están adaptados a la vida salvaje, cuando se sueltan en un río, mueren. Otra “medida fallida” es la matanza de los depredadores, como los cormoranes. “Se han matado miles y no ha servido para nada”, afirma. Los cupos máximos de pesca por cada río, cuando las capturas están en declive, “también son irrisorios”, se queja.
Las causas
El biólogo explica que hay una “merma generalizada” en toda el área de distribución de la especie, en las dos vertientes del Atlántico, la norteamericana y la europea. Hay varios motivos que explican este panorama, que excede a la sobrepesca, como las presas y azudes en los ríos, insalvables para un salmón y “los efectos del cambio climático”.
El aumento de la temperatura del agua afecta a la reproducción. “A lo mejor medio grado en un río de Noruega, es soportable y asumible para la especie. Pero en España, como ya estamos al límite, la subida de la temperatura tiene un impacto catastrófico”, señala. La contaminación y la construcción de escolleras –que elimina los bosques de ribera y provoca que el agua avance con más fuerza y reduzca los lugares para desovar– se suman a la lista.
Para el sector, la causa principal es el incremento de la pesca industrial en el océano Atlántico, que hace que los salmones queden interceptados y no puedan retornar. “Lo cierto es que la situación ya es crítica e inviable”, lamenta el presidente de Raapf. Admite que una medida a tomar es la “limitación de capturas”, pero no la única. “En los ríos que se ha vedado la pesca, los ejemplares tampoco aumentan. Por eso vamos a exigir que se establezca un comité de expertos para poder tener el diagnóstico más preciso posible”, anuncia sobre los próximos pasos de los pescadores.
“Los frentes son muchos, eso está claro –responde Álvarez–, pero lo llamativo es que se siga sin hacer nada en las puertas de la extinción. En el río Sella se pescaban en su día más de 1.000 salmones. Ahora no salen más de 25. Con una población abundante, como la que había antes, la pesca deportiva tiene su sentido y hasta puede ser sostenible. Con estas cifras, es una locura. Hay que dejar que se vuelva a equilibrar el ecosistema”.
Para esta campaña, la Consejería de Medio Rural y Política Agraria de Asturias concedió 4.076 licencias para la pesca de salmón con muerte, más otras 2.032 autorizaciones interautonómicas. Para intentar equilibrar el incremento de la solicitud de licencias y el descenso en el número de salmones, el gobierno regional fijó una regla de un salmón por pescador y día, y redujo los horarios de pesca.
“En poco tiempo habrá quien se jactará de haber pescado y comido el último salmón de Asturias. Nadie podrá sorprenderse. Las advertencias han estado desde hace años arriba de la mesa”, señala Álvarez.
Un ritual cada vez más cuestionado
Tras capturar un salmón, los pescadores están obligados a concurrir a los Centros Oficiales de precintaje de cada cuenca. Quien primero lo haga, pone el campanu a subasta, nombre que responde a la vieja tradición de repicar las campanas de la iglesia. Con este sonido, se avisaba a los lugareños que los salmones habían llegado al río y que podían pescarlos para alimentar a sus familias.
Por la atención mediática y la publicidad de esta tradición, los restaurantes ofrecen mucho dinero por servir la codiciada pieza en una de sus mesas. En 2007, el establecimiento As de Picas (Gijón) pagó 18.000 euros, récord superado el año pasado. La legislación nacional prohíbe desde 2002 la comercialización de la pesca continental. Sin embargo, Asturias cuenta con una enmienda que permite la venta del campanu y del resto de los salmones que se pesquen el primer día de temporada en las cuencas de los ríos.
En su día, el portavoz popular en la Junta General del Principado, Luis Venta, llegó a decir que la prohibición de vender salmones era “una antigualla socialcomunista”. “Este es el nivel de la discusión, así es muy difícil”, se queja Álvarez. Para la Coordinadora Ecoloxista d’Asturies, es “lamentable” que se siga celebrando la captura del campanu, “una aberrante fiesta de la extinción”.
El biólogo coincide: “Es vergonzoso. La especie está casi extinta y se está celebrando con la excusa de que es algo cultural y tradicional. Cuando lleguemos a la cifra de cero, no habrá más licencias, no habrá más pesca deportiva y no habrá más subastas. Hacia ese escenario vamos”. Sobre estos reproches, Ángel García no tiene una respuesta institucional. Dice que en la asociación “hay muchas voces y posturas”. “A título personal, me gustaría más una celebración a pie de río, con una captura sin muerte, con su registro y su posterior devolución al agua”, confiesa.