45 años del segundo adiós de Colo
Notable trayectoria deportiva y crisis institucional. El Tenerife 76/77 cumplía con lo que fue norma del club durante la década de los setenta: el equipo se defendía con dignidad en el terreno de juego dentro de la Segunda División... pero la entidad era incapaz de encontrar un remedio a su cada vez más delicada situación económica. Sin subvenciones de las instituciones públicas, sin el maná televisivo actual, sin la ayuda del eternamente reclamado porcentaje de las quinielas, sin ingresos atípicos del aún inexistente 'merchandising', casi sin aportaciones publicitarias y sin ningún patrimonio que poder vender, los únicos ingresos que recibía entonces la entidad blanquiazul eran los que llegaban a través de la venta de los abonos y de las taquillas. Y en aquella época los abonados no pasaban de cinco mil y la venta de entradas dependía de la marcha del equipo.
En esas condiciones era imposible cuadrar las cuentas de un club que entonces ni siquiera recibía apoyos para sufragar los en aquel tiempo costosísimos viajes a la Península. El único recurso para enjugar el déficit que se generaba año a año era el traspaso de los mejores jugadores. Pero eso debilitaba a la plantilla. El presidente, Julio Santaella Benítez, Colo, conocía la situación de primera mano. Como jugador llevó al equipo blanquiazul a Primera División y, poco después, fue traspasado al Betis para saldar las crecientes deudas que contraía el club. Y con él se fueron también Santos, Ñito, Martín Marrero, Justo Gilberto, José Juan, Barrios, Juanito, Felipe Martín, Cantudo… Un repaso a la nómina de traspasos permite comprobar que la cantera era una fábrica de dinero... pero la sangría económica no tenía fin. Y eso generaba retrasos en los pagos, plantes de la plantilla, encierros o malestar.
A este cóctel se le añadieron en la temporada 76/77 otros ingredientes: jugadores apartados, nacionalizaciones como la del uruguayo Ferreira que jamás se arreglaban o críticas públicas del técnico a la directiva. Pese a todo, tras ocho jornadas, el Tenerife era cuarto en la tabla. Eso sí, tras las dimisiones del vicepresidente y del secretario general, el presidente se había quedado muy solo. Cansado y muy solo. Bueno, en realidad, con problemas económicos familiares, cansado y muy solo. Y el 31 de octubre de 1976, Julio Santaella presentó su dimisión ante la Federación Tinerfeña de Fútbol “por razones personales” y “con carácter irrevocable”. “Las idas son siempre tristes, pero creo que en este caso favorecerá al club”, dijo con los ojos humedecidos mientras abandonaba el edificio de la calle Benito Pérez Armas. Se equivocó. Aunque se marchó el presidente, no se fueron los problemas.
Alfredo Pedreira se quedó al frente de una junta gestora y convocó elecciones, pero durante su breve mandato apartó de sus funciones al técnico, Mariano Moreno. A éste lo recuperó para el cargo el nuevo presidente, José López Gómez, en su segunda etapa en la entidad. Milagrosamente, el equipo acabó sexto y peleó hasta el final por el ascenso. Eso sí, llegado el verano, el Tenerife vendió a la UD Las Palmas a Maciel y Jorge Fernández, sus dos mejores jugadores. Y despidió a Justo Gilberto. Y al curso siguiente bajó a Segunda División B. El problema no era Julio Santaella.
(*) Capítulo del libro “El CD Tenerife en 366 historias” de Juan Galarza y Luis Padilla.
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