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60 años de la llegada de Pepe López a la presidencia del CD Tenerife

Pepe López a hombros el día del ascenso a Segunda en 1983.

ACAN

Santa Cruz de Tenerife —

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“El éxito tiene muchos padres, pero el fracaso es huérfano”. La frase es de John F. Kennedy, presidente de los Estados Unidos asesinado en Dallas en 1963. Un año antes, el Tenerife lo comprobó en primera persona, cuando, tras un curso traumático, sellado con el primer descenso de categoría de su historia, se quedó sin presidente y sin apoyos. Meses atrás había conmocionado a la Isla cuando ascendió a Primera División.

No había elecciones políticas de por medio, pero todas las autoridades se hicieron la foto con los héroes de Almendralejo. El alcalde de La Laguna, Ángel Benítez de Lugo, les recibió de madrugada en Los Rodeos, en la escalerilla del avión. Y cuando al fin llegaron a la Plaza de España de Santa Cruz, tras recibir los vítores de la multitud por toda la ciudad, no faltaba nadie. Estaban el gobernador civil, Manuel Ballesteros Gaibrois; el presidente del Cabildo Insular, Juan Ravina; el alcalde de Santa Cruz, Joaquín Amigó de Lara… Y luego fueron agasajados por el capitán general de Canarias, Alfredo Erquicia; por el obispo de la Diócesis Nivariense, Domingo Pérez Cáceres; por…

La experiencia en la élite no fue satisfactoria. Se erró en la elección del entrenador y, apenas iniciado el curso, empezaron los problemas. Una injerencia en la parcela técnica del presidente del ascenso, José Antonio Plasencia, fue la excusa para abrir 'la caja de Pandora' y convocar una Junta General Extraordinaria de Compromisarios. Tres de ellos, los señores Lestini, Zamorano e Iboleón, pidieron la marcha del presidente, pero no de la directiva.

Sometido a un voto de gracia no vinculante, Plasencia perdió por 28 a 22. No votó su junta directiva. De hacerlo, hubiera ganado. Al día siguiente, pidió su baja “por motivos de salud” y el cargo pasó a ocuparlo de manera interina el vicepresidente, Raimundo Rieu. Nadie quiso hacerse cargo del club y, acabado el curso, con el Tenerife ya en Segunda División, se convocaron elecciones. Pero no surgieron candidatos. Y el único que presentó las firmas precisas, Manuel Pérez, cometió fraude en su recogida. Fue la única forma que tuvo de llegar al mínimo preciso. Nadie quería el cargo.

Anulada la primera convocatoria, el plazo de presentación de candidatos en la segunda cita electoral finalizaba sin que apareciera un valiente. Fue entonces cuando en la Federación Tinerfeña de Fútbol se celebró una reunión “de las fuerzas vivas futbolísticas afectas al Tenerife”. Y lo de “afectas al Tenerife” conviene aclararlo, pues la entidad aún conservaba muchos enemigos entre aquellos que diez años antes apoyaron a la UD Tenerife. Allí, un socio blanquiazul, Jerónimo Bencomo Bento, propuso el nombre de José López Gómez, importante empresario tabaquero, ex jugador del club en su juventud junto a su hermano Paco y ligado a una familia que siempre había apoyado a la entidad.

La propuesta fue aprobada por unanimidad y, el 12 de junio de 1962, José López Gómez se convirtió en presidente del CD Tenerife. José Fernández y Ángel Togores eran los vicepresidentes y Domingo Marrero Cubas, su mano derecha. Ese día, el club ya arrastraba una deuda de 18.156.635 pesetas. Pudo hacer cosas mal, pero recibió una herencia que nadie quería.

(*) Capítulo del libro ‘El CD Tenerife en 366 historias’ de Juan Galarza y Luis Padilla. 

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