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Medio partido con uno más solo le da para empatar al Tenerife

Maikel Mesa es expulsado durante el Albacete-Tenerife

José Miguel Galarza

Santa Cruz de Tenerife —
9 de octubre de 2022 22:28 h

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Anda el Tenerife del post play-off buscando su sitio en la Segunda y en lo que lo encuentra va acumulando empates con un mismo guion: errores con valor de gol que le colocan en desventaja y una reacción que solo da para devolverse el empate inicial. El de este domingo en Albacete rozó lo imperdonable tras una contra defendida pesimamente –hasta por el portero– de la que Manu Fuster sacó premio. Al poco, antes y después en superioridad por la expulsión de Maikel Mesa, un cabezazo notable de Borja Garcés puso el 1-1 final.

Y hasta el final, el Tenerife quiso tanto como poco pudo. Dominó el medio juego a ratos, en lo que concedía vueltas y segundas jugadas a un rival infatigable, y con la pelota en los pies mal entendió que la única vía para remontar era la del pase de los laterales al área, visto que lo caía a los pies de Appiah salía repetidamente ensuciado. Por ahí solo le dio para el remate en llegada de Borja Garcés (segundo gol del curso).

Pero no reparó el grupo de Ramis que con las alternativas halló la pegada necesaria en una segunda parte frustrante, porque al Tenerife solo le asoma la letalidad como habas contadas. Un rematito de Waldo antes de optar un pase que rompiera el muro defensivo local (m.50), una pared en el área, ¡una!, entre Teto y Appiah en la que este no buscó el palo largo del portero (m.75) o un tiro libre de José Ángel bien respondido por Bernabé cuando cogía puerta (m.84).

La sucesión de oportunidades sin fruto se explica por la rotura del libro de órdenes. Cuando tira de ese academicismo tan bien visto en el fútbol profesional, el Tenerife es demasiado previsible. Cuando intuye que puede atacar por la vía de la conducción o la asociación le amanece un fútbol distinto –cuánto con uno más en el campo– que rompe líneas y provoca faltas en zonas de riesgo o remates encarando al portero.

Pero esa querencia por repetir el patrón principal frente a la evidencia de su inutilidad, como la insolvencia para esconderle el balón al Alba, permitieron que el grupo de Rubén Alves encontrara la contra que convirtió Fuster en el 1-0 –una sucesión de despropósitos–, concediendo una vuelta a campo abierto desde el área local, una pugna de Aitor Sanz con el delantero en lo que los centrales iban cediendo espacio, un tiro con parábola en la frontal y una medición de Soriano, clavados los pies, impensable el curso anterior. Un gol, así, tan increíble como justo premio al trabajo del Albacete, ordenado y entregado a partes iguales.

Desnortado antes y después del golpe, a Ramis –ya había relevado a Javi Alonso por José Ángel en la pausa– le surtió espléndido el debut de Andoni López y la entrada simultánea de Borja Garcés. En un despliegue con sentido, el lateral izquierdo puso un centro ideal que tomó a los centrales pugnando en carrera con Gallego y Borja, en una descompensación para perder la espalda justo en lo que el melillense se sacaba un remate letal.

Aunque el 1-1, que en otro momento hubiera sido la detonación para ponerle el estoque a la cita, no cuajó en el final esperado. Y eso que mejoró el Tenerife emparejando a José Ángel con Teto para que el chico hiciera de ocho, un rol al que no hace ascos porque por dentro es aún mejor que por los flancos. Y con espacios para desahogar la salida, Teto rebaña una pelota tras otra y ofrece vías de juego al frente y por los costados. Con media hora escasa, nadie fue tan lineal y tan productivo.

Otra cosa es que después de una primera parte aseada –punteada con dos remates que casi fueron gol (Waldo, m.30 y Aitor Sanz, m.,45+1)– el Tenerife del segundo acto renunciara incomprensiblemente a doblar a sus laterales cuando caían poco encimados Andoni o –especialmente– Mellot. En ese escenario, el recurso al juego directo devino una repetición de centros previsbles, cuando no la oportunidad para que el Albacete hiciera suya la segunda jugada, ganando aire, metros y varios córners regalados que le permitieran igualarse con el juego parado para compensar el desaguisado que le regaló Maikel Mesa a nada para el descanso: una entrada violenta sobre Appiah que no venía a cuenta, una fría indolencia, irrespetuosa, para asumir sin más el error.

Suma de a uno y no vuelve a perder el Tenerife, pero no aclara dudas en lo que va devolviendo al elenco a los actores lastimados. Solo correcto cuando se aplica, siempre frágil desde que afloja la presión, pierde las marcas o baja la intensidad, está a poco de llegar –si no se transmuta en el bloque del curso pasado– a un punto casi sin retorno posible que le instalaría en la intrascendencia.

(1) ALBACETE BALOMPIÉ: Bernabé; Álvaro, Djetei, Boyomo, Julio Alonso; Juanma (Higinio, m.68), Riki (Glauder, m.80), Olaetxea (Fran Álvarez, m.93), Maikel Mesa; Fuster (Maestre, m.93 y Duba (Javi Martínez, m.80).

(1) CD TENERIFE: Soriano; Mellot, Carlos Ruiz, José León, Nacho (Andoni López, m.68); Waldo (Teto, min.59), Aitor Sanz (Borja Garcés, m.68), Javi Alonso (José Ángel, m.46), Appiah (Borja Garcés, m.76); Iván Romero y Enric Gallego.

GOLES: 1-0, m.65: Manu Fuster. 1-1, m.70: Borja Garcés.

ÁRBITRO: Jon Ander González Esteban (Comité Vasco). Expulsó a Maikel Mesa m.44) por juego violento. Amonestó a Juanma (m.55) y al visitante Nacho (m.51)

INCIDENCIAS: Partido de la novena jornada de LaLiga SmartBank 22-23 disputado en el estadio Carlos Belmonte ante 9.934 espectadores. Los jugadores del CD Tenerife portaron brazaletes negros por el fallecimiento de Pepe Ravelo, jugador de su primera plantilla en la temporada 66-67.

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