LOS 32 FUTBOLISTAS CANARIOS DE LA SELECCIÓN ESPAÑOLA

Juan Carlos Valerón: El ‘flaco’ talentoso (1998-2005)

Valerón disputa el balón con Antonio Mata durante un Tenerife-Atlético de Madrid

Canarias Ahora Deportes

Santa Cruz de Tenerife —

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Biografía

BiografíaJuan Carlos Valerón Santana (1975) es el futbolista canario que ha sido internacional absoluto en mayor número de ocasiones. Nació en Arguineguín (Gran Canaria) y en su primer año como profesional ascendió con la UD Las Palmas a Segunda División. Dos cursos de amarillo le bastaron para fichar por el Mallorca, donde sólo estuvo una campaña. Traspasado al Atlético de Madrid, de rojiblanco debutó con la selección… y padeció el descenso a Segunda División. Ese mismo verano se fue al Deportivo, donde ha sido una referencia en la última década a pesar de un grave lesión. A punto de cumplir 35 años, aún exhibe su talento en la élite.

El ‘flaco’ talentoso

El ‘flaco’ talentosoCuenta la leyenda que un día Juan Carlos Valerón estuvo a punto de rendirse, que antes de la tercera operación que sufrió en su rodilla izquierda aseguró que “si esto no sale bien,  me retiro. Y me retiro felizmente”. El fútbol agradece que el menor de los hermanos Valerón saliera adelante. Y es que el Flaco marcó una época en el fútbol español, donde alcanzó la consideración de indiscutible en la selección para ser el jugador canario que más veces ha participado con el combinado nacional absoluto, con 46 partidos, en espera de que su paisano David Silva supere esta barrera. Además, en su palmarés figuran una Copa del Rey, dos Supercopas de España, una presencia en la fase final de un Campeonato del Mundo y dos en fases finales de la Eurocopa de Naciones.

Todo comenzó, cómo no, en Arguineguín (Gran Canaria). Nacido el 17 de junio de 1975, pronto siguió la estela de sus hermanos Pedro y Miguel Ángel, que ya jugaban en el equipo del pueblo. El Flaco no iba a ser menos y con 11 años se estrenó como jugador federado y su presencia ya atraía más público del habitual, pues pronto se corrió la voz de que por el sur grancanario había un futbolista diferente. “Cuando es pequeño, uno no es consciente de esas cosas, pero sí es verdad que escuchabas algunas conversaciones y la gente decía que era buenillo”, cuenta Valerón.

Siendo juvenil le reclama el Arguineguín, de Tercera División, el equipo donde jugaba su hermano mayor y también Fernando Jiménez, el padre de David Silva. El técnico, Vicente Miranda, es el que le sube al primer equipo y le da rienda suelta para que haga su fútbol alegre en una categoría de hombres. Es entonces cuando llega la llamada de la UD Las Palmas, que lo incorpora a sus filas cuando cumple su último año en categoría juvenil. Tras pasar por el filial y ganar la Copa Federación es Pacuco Rosales el que empieza a meterlo dentro de la dinámica de la plantilla profesional. Su debut como titular en el primer equipo amarillo se produce en un encuentro frente al Atlético de Madrid B y más tarde llegaría la primera gran alegría de su carrera: el ascenso a Segunda División conseguido en Elche.

En el curso siguiente explota y lleva a Las Palmas a las semifinales de la Copa del Rey tras eliminar a Valencia y Espanyol, para caer ante el Barça de Ronaldo… después de que una lesión acabara con la carrera deportiva de su hermano Miguel Ángel. Su fútbol diferente llama la atención. Y con el Tenerife –que años atrás había fichado a Alexis Suárez y Robaina– mirando a otros mercados, es el Mallorca el que se lleva a la joya amarilla, que se convertirá en la pieza angular del proyecto del técnico argentino Héctor Cúper. La campaña del Mallorca es espectacular. Los baleares son quintos en la Liga 97/98 y alcanzan la final de la Copa del Rey, en la que caen en los penaltis ante el Barcelona de Van Gaal, que hará doblete.

El centrocampista grancanario disputa 36 partidos de Liga y hace tres goles. Y uno de ellos da la vuelta al mundo. Se lo marca al Athletic tras regatear en el corazón del área a Roberto Ríos, a Alkorta y a Imanol Etxeberría, antes de marcar a puerta vacía. Por el camino, se proclama campeón de Europa sub 21 al ganar (1-0) en la final a Grecia con un grupo en el que destacan Salgado, Roger, Guti, Salva o el goleador Iván Pérez. En Mallorca sólo dura un año. El Atlético de Madrid llama a su puerta y ya en un grande, después de que el fracaso del Mundial 98 y una posterior derrota en Chipre acabaran con la era Clemente, el nuevo seleccionador, José Antonio Camacho, le abre las puertas de la roja. Y debuta en un amistoso ante Italia (2-2) en Salerno. “El míster acababa de llegar al puesto y estaba apostando por gente nueva para empezar su ciclo”, cuenta Valerón.

“La confianza que me dio Camacho en la selección fue muy importante para mí porque yo llegué a un grupo donde había jugadores de una calidad increíble, todos estrellas, pero con un compañerismo que hacía que nadie se sintiera extraño allí”, afirma el futbolista de Arguineguín, quien en su debut como titular, compartiendo línea media con otros dos jugones como Guardiola y Fran, participa en una exhibición sin precedentes (9-0) ante Austria. Feliz con la selección, Valerón no vive buenos tiempos en su club. Los dos años que permanece en el Atlético de Madrid no son malos a nivel individual, pero sí colectivamente. En su primer curso el Atleti tontea con el descenso, pero juega la final de la Copa del Rey ante el Valencia, que se impone por 3-0. La temporada siguiente se consuma el desastre.

Y aunque vuelve a jugar y a perder la final de Copa (esta vez ante el Espanyol por 2-1), un equipo que llega a utilizar 29 jugadores diferentes y que tiene al pichichi Hasselbaink se va a Segunda División. Valerón vive en primera persona la consumación del fracaso ante el Oviedo en el Carlos Tartiere y soporta sobre el césped una semana después la lluvia de huevos que sufren los jugadores en el cierre liguero frente al también descendido Sevilla. Pese a todo, acude a la fase final de la Eurocopa, aunque sólo juega los dos primeros partidos y pierde el puesto en beneficio de Helguera. El Deportivo de La Coruña está atento para pescar en el río revuelto del Manzanares y hacia la ciudad gallega se embarcan el meta Molina, el lateral Capdevila y Juan Carlos Valerón.

Allí les espera con los brazos abiertos Javier Irureta para empezar a crear la segunda versión del Superdepor, que se hace un fijo en la Liga de Campeones y que durante un lustro no bajará del tercer puesto en la liga española. Además de los aficionados gallegos, alguien se alegró del fichaje del flaco. Su viejo amigo Manuel Pablo había llegado a La Coruña dos años antes junto al Turu Flores y esperaba con ansiedad el reencuentro. “Yo estaba más que contento por volver a jugar con alguien que, al margen de que iba a ser un extraordinario fichaje para el Depor, sabía que era una persona increíble y un amigo grandioso”. En Riazor se disipan pronto las dudas que podía crear el juego de Valerón y bajo su batuta el Deportivo encandila a Europa, “donde vivimos años impresionantes, con eliminatorias históricas”.

En su primera temporada, el Depor supera los registros que el año anterior le valieron para lograr el título, pero sólo le alcanza para obtener el subcampeonato tras el Real Madrid. En la Champions es el sorprendente Leeds United el que apea a los gallegos en cuartos de final… aunque los gallegos vuelven a tocar techo ganando la Copa del Rey de 2002 al Real Madrid (1-2) en la histórica noche del centenariazo en la que Valerón desaparramó todo su talento por el Bernabéu. Y tras rozar el éxito europeo un año tras otro, en 2004 el Deportivo elimina al imbatible Milán con un 4-0 en Riazor que sirve para remontar el 4-1 de San Siro. Y como favorito alcanza las semifinales de la Liga de Campeones en las que cae eliminado por el Oporto de Mourinho tras empatar (0-0) en Portugal.

“La decepción fue enorme, pero con el paso de los años miras hacia atrás, ves los jugadores que tenía aquel equipo que decían que era un desconocido y te das cuenta de que tenían un grupo con mucha calidad y con futbolistas que después serían estrellas en otros equipos importantes de Europa”. Carvalho, Ferreira, Costinha, Maniche o Deco eran algunos de aquellos futbolistas que eliminaron al Deportivo y que se proclamarían campeones doblegando al Mónaco (3-0) en la gran final. Durante esos años de esplendor futbolístico, Valerón disputa la fase final del Mundial de Corea y Japón en lo que considera “una experiencia imborrable”. “De pequeño, cuando ves un Mundial por la tele, no eres capaz de darte cuenta de todo lo que aquello conlleva. Pero vivirlo allí dentro es increíble, todo el día rodeado de los mejores futbolistas del mundo, todos los estadios llenos, es algo único”, admite.

El de Arguineguín juega cuatro partidos de aquella fase final, incluidos el choque completo del agónico duelo de octavos de final ante Irlanda y 80 minutos en el partido de cuartos de final frente a Corea del Sur con el bochornoso arbitraje del egipcio Al Ghandour. Además, marca su primer gol como internacional, en el choque inaugural de España frente a Eslovenia (3-1).  “Fue una pena, porque estábamos convencidos de que aquel iba a ser nuestro año”, confiesa un Valerón que en 2004 vuelve a una fase final, esta vez de la Eurocopa y con Iñaki Sáez como técnico, aunque ya su presencia en el once inicial no está asegurada. No obstante, saliendo desde el banquillo sólo tarda un minuto en resolver el duelo inaugural de la roja en esa Eurocopa de Portugal ante Rusia (1-0), lo que no le sirve para jugar mucho más ante Grecia.

Eliminada por el anfitrión, la selección vuelve a sufrir una convulsión y un relevo en el banquillo, al que llega Luis Aragonés. Valeron participa en el estreno de Aragonés, un amistoso ante Venezuela (3-2) disputado en el Estadio de Gran Canaria, que ovaciona a su ídolo. Pero la irregular trayectoria del Deportivo, que ese curso acabaría en la octava plaza, aleja al de Arguineguín de la selección. Valerón se despide del combinado nacional en un amistoso ante China (3-0) en Salamanca el 26 de marzo de 2005, en el que sustituye a Xavi Hernández. Y las esperanzas de regreso se acaban el curso siguiente, cuando guiaba al Depor hacia Europa… hasta que un 22 de enero de 2006 se rompe en Riazor ante el Mallorca.

“Lo peor no fue la lesión ni perderme el Mundial, lo peor fueron las dos recaídas y las tres operaciones que tuve que pasar después”, confiesa. Su profunda fe religiosa le ayuda a superar aquellos momentos, cuando parecía apto para el regreso y su rodilla decía lo contrario. En 15 meses sólo puede jugar tres minutos y, desesperado, encuentra una última salida: se pone en manos del jefe de los servicios médicos del Sporting de Gijón, el doctor Antonio Maestro. El 27 de marzo de 2007 entra en el quirófano con una idea firme: “Si esto no sale bien, me retiro”. Pero salió bien. Y en enero de 2008, dos años y cinco días después de su lesión, volvía a sentirse futbolista. En ese curso 07/08 apenas disputa cinco ratitos y suma 53 minutos de juego, pero se siente futbolista. Y en las dos últimas temporadas lo ha demostrado. Utilizado ahora como revulsivo, aún es capaz de encontrar pases imposibles y de paralizar Riazor en medio del caos para dictar, quien sabe, la que puede ser la última lección de un futbolista singular.

 

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