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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González

Acto de fe

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Un acto de fe está determinado por el objeto en que se cree dependiendo del objeto en que se cree y la persona que realiza el acto de creer, viéndose esencialmente como un abandono en las manos de la divinidad u objeto en el que se confía, planteándose dicha confianza y la garantía como pilares básicos sobre los que se sustentan. Están claras las connotaciones religiosas, pero las económicas también, porque detrás de un billete ya no hay nada. De hecho, hace más de cincuenta años se suspendió el acuerdo suscrito en 1945 donde cada país miembro del Fondo Monetario Internacional tenía la obligación de mantener un tipo de cambio fijo frente al dólar, porque la divisa estadounidense era la única que podía cambiarse por oro. Es decir, en la actualidad, tener un billete de diez euros no serviría de nada si colectivamente no existe la creencia que vale 10 euros.

Por otro lado, la rentabilidad de las inversiones está correlacionada de forma positiva con el riesgo que se asume. Es decir, a más riesgo, más se gana en menos tiempo. A partir de esta máxima hay que tener en consideración el perfil de la persona que se juega sus cuartos a la hora de multiplicar los dineros. En este sentido hay que tener en cuenta que, a iguales condiciones de riesgo, hay que optar por la inversión con mayor rentabilidad o, visto de otro modo, a iguales condiciones de rentabilidad, hay que optar por la inversión con menos riesgo. Lo que es palmario es que como cuanto mayor sea el riesgo de una inversión, mayor tendrá que ser su rentabilidad para que sea atractiva, donde cada cual tiene que decidir el nivel de riesgo que está dispuesto a asumir en busca de rentabilidades mayores. Ahora bien, cuanto más riesgo se asume, más rentabilidad se debe exigir e, igualmente, cuanta más rentabilidad se pretende obtener, más riesgo hay que asumir teniendo claro que aceptar más riesgo no garantiza nada.

Después de dejar clara la relación, siempre se ha oído que la apuesta para conservar el dinero más segura es el colchón. Ahí, debajo de nuestra espalda, el dinero pudiera parecer que está blindado. Ahora bien, la inflación se lo va comiendo poco a poco. Por esa razón los ahorros se invierten para evitar dicha merma. A partir de asumir ese momento, si se tiene un perfil conservador, deudas públicas o activos inmobiliarios podrían ser productos que, recordando la fábula de la liebre y la tortuga, pudieran parecer que ganan poco, ofreciendo cierta seguridad y fiabilidad. Ahora bien, si somos amantes al riesgo, la renta variable sería nuestra preferida estando en esta última escala las criptomonedas, que no son otra cosa que un activo digital que no existe de forma física puesto que se almacenan en una cartera también digital, por supuesto.

Como cualquier producto financiero puede convertirse en un medio de pago, siempre y cuando la otra parte tenga la suficiente confianza y garantías para poder aceptarlo, al no estar reguladas ni controladas por ninguna institución, no requiriendo de intermediaros en las transacciones. Además, su precio varía en función del mercado junto al compromiso de las personas usuarias, teniendo en cuenta que, en estos momentos, hay casi once mil criptomonedas, cada una con su precio de transacción, con oscilaciones en sus valores con incrementos por encima del 30% pero caídas del 60% en algunos momentos. Y ahí están como un producto más, siendo recomendable para personas que, o bien tengan nervios de acero o se desea intentar ganar mucho en poco tiempo, siempre y cuando las cosas salgan bien, haciendo siempre buena la recomendación que nos hay duros a cuatro pesetas ni euros a noventa céntimos.

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