Aguilar sigue largando

Es el verbo afilado de Aguilar lo que inquieta a los mandarines. A los propios y a los extraños. Ya el otro día, al ser preguntado, como a Jesús en la última cena, quién del partido trata de hacerle la vida imposible para que se mande a mudar de las islas, respondió con un “tú, Jerónimo” sin anestesia que no deja la menor duda de que no es su propósito andarse con sutiles maniobras y picadas florentinas. Prefiere ir por lo derecho y poner a cada cual en el sitio que, a su juicio, le corresponde.

Es un modo inédito de hacer política en las islas. Esta es la tierra del si le digo, le engaño, del más o menos, del lado por el que yo la ví era canela, del por sí o por no; de lo que sea con tal de no evitar pronunciamientos rotundos, por si acaso. Son construcciones que llevan su tiempo y Aguilar, a lo que se ve, no dispone del suficiente para perderlo en matices y requilorios. Cosa que le agradezco, aunque acabará no dejando nada para los demás. Porque ya me contarán ustedes qué puede uno añadir, por ejemplo, a su caracterización del ex macho Soria como monaguillo de Paulino, el rompetechos.

Tanto se aparta Aguilar del modo sigiloso y traicionero de hacer (y de decir) política en Canarias que es una rara avis entre sus propios compañeros. No da la impresión de que sean muchos los que estén de acuerdo con ese modo de obrar; como los hay de acuerdo con su mensaje y que lamentan el que es, dicen, su mayor defecto: no sabe escuchar. Añaden que con todos sus virtudes y valores puede pinchar por la falta de lo que denominan “inteligencia emocional”. Le cuesta entender las actitudes ajenas, no valora demasiado sus opiniones y podría caer en alguna forma de mesianismo. Claro que, a lo mejor, tales comentarios no son sino otra manera sibilina de hacerle la vida imposible. En cualquier caso, es un tipo más entretenido que Paulino y el Soria “bulgarizado”.