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El ajuste bursátil

Juan Jesús Bermúdez / Juan Jesús Bermúdez

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Y es que, al final, estamos hablando de un ajuste por dudas en la fe integrista de la perpetuación y multiplicación abstracta del dinero. Es normal, porque la otrora mala prensa del usurero sigue registrando, no obstante los pelotazos del excéntrico cambio de milenio, algún recuerdo inveterado en el personal, que no se termina de fiar de que tanta promesa de ejecutivo de alta rentabilidad tenga sustento terrenal.

Resulta que el pecado de la avaricia, con todas sus letras, se ha instalado en las relaciones económicas, y ha tomado el templo de nuestros hogares, puestos de trabajo, y aparecido en las pantallas y crónicas más sesudas de nuestra cotidiana vida: vivimos pendiente del hilo de una maraña enorme de especuladores que prestan su dinero, sin tenerlo ellos de verdad, a otros que tienen negocios de verdad, y que a su vez emplean a personas de carne y hueso. Parecía que la maligna fórmula funcionaba, hasta que vinieron los límites reales a darnos el amargo beso del despertar de la penitencia.

Es el despertar de los ajustes. No se trata del fin del Mundo, sino del comienzo de una serie larga de más que probables y gradualmente más contundentes ajustes a la realidad física. A muchos economistas y aprendices de brujo financiero no les gusta oír hablar de límites físicos. Les molesta, y prefieren considerar que existen ciclos que, mágicamente, nos traen y llevan por crisis, auges y expansiones. Pero quizás es hora de escuchar a los que llevan mucho tiempo advirtiendo de los límites en recursos de todo tipo: un petróleo cada vez más caro, unos rendimientos agrícolas al límite, el declive de pesquerías, la creciente competencia por todas las materias primas y, evidentemente, una población pobre de muchos sitios con apagones que querría vivir como la del Primer Mundo, éstos últimos mantenerse como están, y la casa del Planeta acumulando argumentos para el colapso. Es, en fin, una economía que devora al ritmo mayor de la Historia todo tipo de bienes finitos, a una espeluznante velocidad creciente, y que se encuentra de forma acelerada con los problemas. Hay más dinero que realidad física que empeñar, y eso está poniendo el límite a la fe en el billete. Es lo que tiene ponernos a vivir de crecimientos, tirar de la tarjeta y garantizar rentabilidades de insaciable consumidor, cuanto apenas se tiene solamente referencias de uno que dicen que me presta lo que otro a su vez ha conseguido de un empréstito que ha comprado a última hora a un histérico inversor en la bolsa asiática.

Juan Jesús Bermúdez

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